Sáb 18.05.2013

EL PAíS  › ESTELA DE CARLOTTO ENCABEZO UNA RUEDA DE PRENSA DE LOS ORGANISMOS DE DERECHOS HUMANOS

“Se fue un hombre deshumanizado”

La presidenta de Abuelas dejó en claro que el sentimiento no era de alegría sino de “alivio”. Aunque también habló de “pesar” por “todo lo que Videla no dijo”. Destacaron que muriera en una cárcel común.

› Por Ailín Bullentini

Estela de Carlotto habló en la sede de Abuelas acompañada por otros dirigentes y nietos recuperados.
Imagen: DyN.

La noticia irrumpió el devenir de la media mañana. “No paran de preguntarnos qué sentimos, así que decidimos responder todos juntos”, explicó la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, para dar comienzo a la conferencia de prensa que encabezó junto a Madres de Plaza de Mayo, Hijos, la Asociación Familiares de Detenidos Desaparecidos por Razones Políticas, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos de Jujuyy el Centro de Estudios Legales y Sociales, entre otros organismos de derechos humanos que se reunieron pasado el mediodía en la sede porteña de Abuelas. El genocida Jorge Rafael Videla, la figura más emblemática de la última y más sangrienta dictadura cívico-militar argentina, había sido encontrado muerto a primera hora de la mañana en su celda de la cárcel de Marcos Paz. “Sentimos alivio porque deja la faz de la Tierra un hombre deshumanizado y sin escrúpulos, pero también pesar por todas las cosas que no dijo”, resumió Carlotto en la suya, la voz de los organismos.

“Muchos de nosotros nos enteramos por los periodistas, cuando nos llamaban para preguntarnos qué sentíamos”, mencionó Carlotto. La demanda de opiniones fue tal que resolvieron reunirse y unificar las palabras en un mismo espacio y tiempo. Sentada en el centro de la mesa, al lado de la otra Abuela, Buscarita Roa, y de la Madre Gastelú; sostenida desde atrás por la presencia de varios nietos recuperados –el diputado Horacio Pietragalla y Victoria Montenegro, entre otros–, Hijos, familiares y militantes de derechos humanos, que fueron llegando de a poco, Carlotto se hizo cargo del micrófono y comenzó con una aclaración: “Podemos tener diferencias menores, pero el sentimiento compartido en absoluto es de alegría. La muerte no nos alegra, celebramos la vida, pero además no es costumbre nuestra festejar este tipo de acontecimientos”.

Los referentes de los organismos de derechos humanos siguieron las palabras de la Abuela como si la suya fuera su propia voz. “La muerte de este hombre nos deja casi aliviados”, deslizó Carlotto. El gesto adusto, los ojos vidriosos, el rostro nublado que trabaja para despejar, aún, las ideas –“Muchas veces pensamos en el día de la muerte de Videla, y aún así la sensación sigue siendo nueva”, confesaría más tarde Gisselle Tepper, de Hijos–, resultaron inevitables. “Deja la faz de la Tierra un genocida, un hombre deshumanizado, sin escrúpulos que, al igual que sus compinches, fue capaz de idear un plan de exterminio y muchos años después seguir jactándose de lo que hizo. Un hombre que no confesó, que no se arrepintió, que no tuvo el más mínimo gesto de humanidad y que, por el contrario, cuando habló con la prensa desde su lugar de detención reivindicó lo que hizo y prometió volver a hacerlo si fuera necesario”, añadió.

El alivio de ya no oír más su arenga que, a pesar de sus 87 años, una condena a 50 años de cárcel por la creación y la puesta en práctica del plan sistemático de robo de bebés y varias otras a prisión perpetua –ninguna firme, salvo la del Juicio a las Juntas de 1985–, seguía encendida. “Este señor, que había declarado hace muy poquitos días –durante el juicio por el Plan Cóndor–, seguía insistiendo en que era una víctima y un preso político”, lo que “en algunas personas pueden generar duda o lástima. Muchos pueden llegar a confundirse, lejos de entender la muerte previo secuestro y tortura de 30 mil personas, el robo de bebés como plan sistemático, la creación de centenares de centros clandestinos de detención donde se practicaron las cosas más horribles”, sostuvo la presidenta de Abuelas.

Los organismos destacaron el hecho de que Videla hubiera muerto en una celda de una cárcel común. “Es cierto que queda inconclusa la historia de sus condenas en el sentido de que aún restaba juzgarlo por muchos delitos, pero por lo menos se lo pudo condenar a pesar de que las leyes de impunidad nos mantuvieron tantos años sin justicia, y desde la Justicia ordinaria, sin la intervención de ningún Tribunal especial”, remarcó Carlotto. Sin embargo, la sensación también es de pesar por no haber oído de su boca “todo lo que sabía de nuestros hijos, de los nietos que seguimos buscando”, sumó Buscarita Roa, otra Abuela. “El pesar de que no haya hablado, de que se haya negado a contribuir para encontrar a los desaparecidos y los 400 nietos que las Abuelas buscamos, los desaparecidos con vida. No tuvo un rasgo o palabra para nosotros, salvo las que reafirmaron sus crímenes”, selló Carlotto.

“Su muerte se puede comparar con un punto final biológico. ¿Cómo responde la Justicia frente a esta realidad?”, se preguntó Lorena Balardini, del CELS. Los organismos advirtieron la falla de la Justicia en su carrera contra reloj y reclamaron una “Justicia digna, coherente con los tiempos. No estamos conformes con la vigente porque hay piedras en este camino, puestas por los propios jueces y a veces hasta los fiscales. El reclamo es para que llegue a tiempo”, apuntó la presidenta de Abuelas.

El intento es, al fin y al cabo, mirar hacia adelante “sin venganza ni odios. Mañana seguiremos como hoy y ayer”, tranquilizó la mamá de Laura y abuela de Guido, aún sin su verdadera identidad. Porque la muerte de Videla es ni más ni menos que eso: la muerte de “una persona que mató, torturó, robó y violó los derechos humanos”. “Acá no se cierra nada. Seguimos construyendo verdad, manteniendo la memoria y la Justicia. Aquí no conciliamos, no hay reconciliación. Aquí es memoria, verdad y justicia inexorablemente”, concluyó.

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