EL PAíS › CFK HABLO EN PLAZA DE MAYO ANTE UNA MULTITUD QUE CONMEMORO 203 AÑOS DE LA REVOLUCION DE MAYO Y DIEZ DEL KIRCHNERISMO
La Plaza se desbordó con militantes, familias y jóvenes. La Presidenta dijo que “un cambio de gobierno no significa un cambio de ciclo” y afirmó que “los precios no los ponen los trabajadores ni el Gobierno, sino los empresarios y los grandes monopolios.”
› Por Nicolás Lantos
“Yo quiero la unidad de todos los argentinos. Pero quiero la unidad con memoria, con verdad y con justicia, porque sin eso no hay unidad posible y la necesitamos.” En el acto por el 203º aniversario de la Revolución de Mayo y a diez años de la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner hizo un nuevo llamado por la unidad de los argentinos aunque dejó en claro que hay términos que no está dispuesta a negociar en pos de ese objetivo. La mandataria, ante una plaza desbordada de militancia, familias y jóvenes que acudieron atraídos por la ocasión política y por los números musicales que se sucedieron desde temprano, volvió a sugerir que no buscará un nuevo mandato en 2015: “No soy eterna ni tampoco lo quiero ser”, aclaró, pero advirtió que “un cambio de gobierno no significa un cambio de ciclo” ni “retroceder en las grandes transformaciones y las grandes conquistas”.
“Que quede claro, éste no es un modelo económico. Este es un proyecto político con objetivos económicos, sociales y culturales”, enfatizó CFK luego de hacer un somero repaso por algunos de los logros de la última década “ganada no por un gobierno, sino por el pueblo”, de los que destacó la Asignación Universal por Hijo, los avances en materia educativa, la profundización del federalismo, “un plan de obra pública sin precedentes” en un marco en el que “las empresas han tenido ganancias y crecimiento”, generando más puestos de trabajo. “Hay que empoderar al pueblo para que nadie quiera quitarle” esas conquistas, sostuvo la jefa de Estado, antes de expresar su deseo por que haya “una década ganada más para todos los argentinos”.
La Presidenta, de elegante vestido negro, tal como acostumbra, habló desde el escenario montado de espaldas a la Casa Rosada, cuyas puertas y ventanas habían sido convertidas en pantallas de alta definición para los festejos. Detrás de ella, un centenar de invitados de pie. Estaban casi todos los gobernadores (faltaron el santafesino Antonio Bonfatti, la fueguina Fabiana Ríos, el puntano Claudio Poggi, el cordobés José Manuel de la Sota y el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri); intendentes del conurbano, diputados y senadores, el gabinete a pleno y otros funcionarios, figuras de la cultura y un par de colados. Adelante habían acomodado una hilera de asientos que ocuparon las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. La escena era sobrevolada por un silencioso y pequeño dron, un robot diseñado para filmar con precisión desde el aire, cuyo vuelo llamaba la atención de los asistentes.
Debajo, una multitud en el orden de los cientos de miles, conformada de manera heterogénea por espacios políticos, sindicatos y organizaciones sociales, que empezaron a acercarse al centro después del mediodía y familias y jóvenes “sueltos” que intentaban acomodarse cerca de alguna de las muchas pantallas que reproducían lo que estaba sucediendo en el escenario. La Catedral, que horas antes había alojado a referentes de la oposición, por la tarde lucía emparchada con trapos y banderas kirchneristas: Kolina San Juan, en verde; La Cámpora Lugano I y II, azul y blanca; Miles La Matanza, en rojo.
Por la Plaza, liberada de las rejas que usualmente la dividen al medio, casi no se podía caminar. Algunos hacían ronda alrededor de un bombo o una trompeta mientras sus compañeros mantenían erguidas sus banderas y estandartes. Muchos niños pequeños en hombros de sus padres. Algunas mujeres valientes se habían animado al carrito para llevar a sus bebés y debían maniobrar con dificultad el pequeño vehículo entre la marea humana. La oferta gastronómica era amplísima, desde el ultraperonista choripán hasta el pan relleno ortodoxo, pasando por los churros alegóricos, el cubanito castrista, la garrapiñada, el sánguche de salame y queso de campo y hasta torta de chocolate. Para bajar: mate, cerveza y Coca-Cola, con o sin fernet.
De los espacios que marcharon en forma organizada volvió a destacarse la capacidad de movilización de La Cámpora, que al igual que en el 24 de marzo pasado llevó decenas de miles de jóvenes, de todas las clases sociales, desmintiendo el lugar común que indica que se trata apenas de una agrupación de funcionarios y cuadros políticos con cargo. La columna ocupaba más de siete cuadras de la avenida de Mayo e ingresó a la Plaza, encabezada por su secretario general, Andrés Larroque, y otros referentes, poco después de las cuatro de la tarde. Detrás de ellos llegó el Movimiento Evita, la otra gran agrupación de masas que convocó ayer: entre ambas columnas superaban largamente las cien mil personas, que se acomodaron como pudieron en una Plaza repleta un rato antes de que subiera al escenario CFK.
La Presidenta hizo su aparición poco después de las seis de la tarde, con casi dos horas de adelanto respecto de la agenda original. “Estaba ansiosa por salir”, comentaban fuentes de la organización, como único argumento para el cambio de planes. La recibió el acordeonista Chango Spasiuk con el conjunto de percusión La Bomba de Tiempo, que interpretaron una versión festiva del Himno nacional rematada por un show de fuegos artificiales. Antes habían estado en el escenario el cubano Silvio Rodríguez y Fito Páez, entre otros. Mientras sonaba la melodía compuesta por Blas Parera hace doscientos un años, una mujer hacía flamear una bandera gigante mientras volaba en círculos sobre la Plaza, colgada de una grúa y destacada por los focos.
Durante su discurso, Fernández de Kirchner llamó a revisar la historia “no desde la versión anodina y aséptica que a veces enseñan”, sino destacando a los “jóvenes con ideales, desobedientes”. Luego de mencionar a Manuel Belgrano y a Mariano Moreno, pegó un salto de siglo para recordar al peronismo como el período más importante del siglo XX para la democracia argentina. “No lo vean como un sesgo partidario, es una verdad histórica”, argumentó. Y concluyó el repaso hablando del gobierno de Néstor Kirchner y del suyo. “Estamos peleando no ya por la libertad, sino por la igualdad que es el signo de esta época”, proclamó.
Después de destacar los logros de “la década ganada”, algo que ya había hecho de forma más detallada el 1º de marzo en la apertura de las sesiones legislativas, señaló que su objetivo es que a ésta le siga “una década ganada más para todos los argentinos”. En ese sentido, volvió a alejar los rumores de reelección, al señalar: “No soy eterna ni tampoco lo quiero ser”, aunque se manifestó “desvelada” por la preocupación de que un gobierno que la suceda pueda hacer retroceder los logros conseguidos. “Tenemos el deber de no depender de una sola persona”, aclaró, como si fuera poco.
“Yo encuentro una sola manera: que los cuarenta millones de argentinos se organicen y comprendan dónde están sus verdaderos intereses –señaló la mandataria—. Si no se organizan, si no participan, si no cuidan lo que es de ustedes van a venir por ustedes otra vez”, advirtió, en una referencia a la convocatoria a sectores de la sociedad civil a controlar los precios que lanzó en la semana, y a la que, aseguró, se adhirieron centros de jubilados y religiosos, además de las organizaciones políticas y sociales de Unidos y Organizados. Respecto del tema de los aumentos, dejó una definición: “Dicen que la suba de salarios genera inflación, pero los precios no los ponen los trabajadores ni el Gobierno, sino los empresarios y los grandes monopolios”, indicó.
Más tarde, CFK volvió a hacer un llamado a la unidad del país aunque se diferenció, sin mencionarlo, del gobernador cordobés José Manuel de la Sota, quien esta semana, tras la muerte del dictador Jorge Rafael Videla, había sugerido “un baño de reconciliación” que alcanzara a los responsables de los crímenes de lesa humanidad de la última dictadura a cambio de información sobre el paradero de los desaparecidos. “Yo quiero la unidad pero con memoria, con verdad y con justicia, porque sin eso no hay unidad posible y la necesitamos”, plantó bandera, recordando que “no se ha podido encontrar aún a los hijos y a los nietos y ésa es una deuda” que todavía tiene la sociedad argentina.
Por último, criticó la idea de que “el cambio de un gobierno a otro” signifique “un fin de ciclo”, en palabras que les atribuyó a los medios concentrados de comunicación. “En realidad se están refiriendo a que cuando yo me vaya se va a acabar todo lo que hemos conquistado –manifestó la Presidenta–. Me parece que se refieren a eso cuando hablan de la Asignación Universal por Hijo con desprecio, o cuando hablan contra el desendeudamiento que permitió generar un ciclo virtuoso de la economía.”
Para evitar que eso suceda, la jefa de Estado pidió “disentir con respeto y sin ofensas” en “un clima en el que las ideas se debatan con altura” en el marco de “una libertad de prensa sin precedentes” en el país. “No les pido que estén de acuerdo con lo que pienso, ni que estén de acuerdo con nuestras políticas –concluyó—. Sólo les pido que sean inteligentes y que ayuden entre todos a sostener esta Argentina porque esto es bueno para todos.”
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