EL PAíS › LA DECLARACION DE CAMILO JUAREZ EN EL JUICIO ORAL POR LOS CRIMENES DE LA ESMA
Mientras su madre estaba en prisión, donde luego murió, desaparecieron su padre y después su tía, con quien vivía. La militancia. El cine. “Si pudiera elegir, elegiría de nuevo ser el hijo de Quique y Alicia”, afirmó.
› Por Alejandra Dandan
“Podría empezar por el secuestro de mi madre, anterior al secuestro de mi padre”, les dijo a los jueces Camilo Juárez eligiendo su propio modo de reconstrucción. Tenía puesta la remera del Juicio y Castigo de HIJOS, para entonces ya había hecho el juramento de verdad por “los treinta mil desaparecidos” y el presidente del tribunal que lleva adelante el juicio por la ESMA le había preguntado por su padre, “caso” de este debate oral. Su padre, Enrique “Quique” Juárez, fue delegado en Segba, parte de Cine Liberación y para diciembre de 1976 era responsable político de la columna norte de Montoneros. Los marinos lo secuestraron en la “segunda caída de Montoneros”, de diciembre de 1976 cuando la organización intentaba rearmarse luego de las persecuciones feroces del mes de marzo. Alicia País, la madre de Camilo, hacía diseño de vestuarios de cine y teatro, había hecho ropa para Graciela Borges y hasta para Pipo Pescador, contó Camilo sacando pecho en el juicio. Alicia militó en la agrupación Evita, en un local de la Felipe Vallese en San Telmo, donde trabajaban contra los desalojos de las pensiones del barrio, y en la Juventud Peronista. La idea de empezar por esa historia no fue casual: mostró el espacio más grande de la vida y de sus decisiones políticas. Y también la dimensión de masacre.
“Vivíamos con ella y con mi hermano Javier en la calle Brasil y Defensa, en el barrio de San Telmo”, dijo él. “Ella ya estaba separada de mi padre y en 1976 durante un procedimiento fuimos detenidos con ella, nos llevaron a la comisaría 14ª de San Telmo, ahí nos interrogaron por el paradero de mi padre y posteriormente nos entregaron a nuestros abuelos paternos. Mi madre estuvo en esa comisaría y es sacada de allí con una patota.” Alicia quedó a disposición del Poder Ejecutivo bajo el régimen de blanqueo de prisioneros y la ubicaron en la cárcel de Devoto.
“Cuando estábamos con mi hermano en casa de mis abuelos nos fue a buscar mi padre”, dijo él. Quique ya estaba clandestino. Sus hijos le contaron que habían preguntado por él. “El dijo que ya lo sabía y que íbamos a ir con él a Rosario hasta donde finalmente concurrimos. Allí nos presentó a nuestro hermano, Pedro Luis, que había nacido en agosto de 1975. Pedro era hijo de Estela Miguel, que en ese momento era la compañera de mi padre y toda esta persecución que sufría se debía a su militancia política.”
En este punto, Camilo interrumpió el relato. Y explicó quién era su padre. “Era dirigente de la JTP, la tendencia sindical del peronismo, había estado en el Cordobazo, hacía cine, pertenecía al grupo de Cine Liberación, que era un grupo militante que proyectaba películas sobre lo que pasaba en nuestros países latinomericanos. Su persecución, en realidad, había empezado mucho antes a raíz de su participación política. El había estado en los actos de Cámpora y hacia el ‘75 las visitas eran mas riesgosas, convengamos que estaba la Triple A.” Camilo sacó unos recortes de diario de su campera. Y empezó a enumerarlos. Todos, artículos “de época”. Varios escritos por su padre. Discursos. Un proyecto de ley de 1973 “contra los despidos arbitrarios”. Un discurso de Quique que pronunció el vicecanciller de Cámpora ante la OEA. Artículos de Noticias, Descamisados, Causa Peronista y Militancia. “A él lo mataron por sus ideas –dijo– y en estos recortes están sus ideas, sus ideas no murieron.”
“En Rosario estuvimos en forma clandestina. Mi hermano y yo tuvimos un documento de identidad falso, con el apellido Coronel. Estela nos estaba preparando para inscribirnos en un colegio y continuar las clases que habíamos dejado. Ella militaba en un barrio, hacía apoyo escolar y alfabetización. En octubre del ’76 la asesinan en un operativo en Rosario y tuvimos que levantar esa casa y pasar a la casa de otro compañero. Mi padre tuvo que cambiar su aspecto, creo que se había teñido con canas, tenía una persecución muy larga.”
“Después de que cae Estela volvemos a Buenos Aires. El 17 de octubre asesinan a un joven que había estado con ella en la Masacre de los Surgentes (el fusilamiento en Córdoba de un grupo de prisioneros de Rosario). Mi padre estaba interviniendo activamente en Montoneros Regional Norte. Llegaba a casa muy tarde y se iba muy temprano, esa casa estaba (siendo) muy conocida por los servicios de Inteligencia. El 10 de diciembre de 1976 le pidió la Citroneta a mi abuela, le dijo que volvía en un rato, adentro de la camioneta tenía el carbón porque íbamos a hacer un asado el 12 de diciembre porque cumplía 32 años. Ese día él no volvió.”
Al día siguiente sus abuelos escucharon el nombre de Quique en Radio Colonia. Decían que había muerto en un “enfrentamiento” y daban otros nombres. “En los días subsiguientes salió publicada esa noticia en Clarín y otros diarios. Mi abuelo fue a los medios a preguntar y le dijeron que era información del Ministerio del Interior. Fue al ministerio pero le dijeron que no era de ellos. Volvieron a los medios y le dijeron, claramente, que publicaban lo que se les decía.”
Nadie sabe todavía si también publicaron lo que se “les decía” meses más tarde, cuando la familia empezó a leer noticias de Quique en alguna revista del corazón que en medio de las campañas sucias de la prensa, lo ubicaban en el “exilio dorado” cuando en realidad estaba de- saparecido y a esa altura, probablemente asesinado.
Unos meses después del secuestro de Quique, Olga País se instaló en el departamento de San Telmo con Camilo y Javier. Olga era la hermana de Alicia, era enfermera y no militaba en ninguna organización. El departamento había sido saqueado. Alicia todavía estaba en la cárcel, pero su hermana estaba convencida de que saldría enseguida porque no tenía ninguna causa.
“En marzo del ’77 la represión se ensañó con nuestra familia: se llevaron a mi tía”, siguió Camilo. “Estábamos presentes mi hermano Javier y yo en esa misma casa de San Telmo. No supimos nada más, no sabemos en qué centro clandestino estuvo, cuál fue su destino.”
“A nosotros nos vinieron a buscar nuestros abuelos paternos. Ibamos varias veces a ver a mi madre a la cárcel y su salud estaba muy mal.” Alicia murió finalmente en diciembre de 1977 en la cárcel de Devoto, durante una crisis de asma. Sus hijos abrieron una causa en el juzgado de Daniel Rafecas para buscar a los responsables de lo que entienden fue “abandono de personas”. Nunca les entregaron el cuerpo de Alicia. Y con el paso del tiempo supieron que había sido llevado a la morgue y luego al osario de Chacarita porque “nadie lo reclamó”.
La abuela de Camilo vivió durante toda la dictadura con las ventanas de la casa cerrada, aunque sus nietos intentaban abrirla o jugaban a dar vuelta unos banderines de Eva y de Perón que siempre estaban de espaldas. Quique tenía un hermano, Nemesio Juárez, cineasta, que declaró dos días antes en el juicio. Ya en democracia, Nemesio encontró a un sobreviviente de la ESMA que había sabido del paso de Quique por el centro clandestino. Había llegado muy malherido. Camilo supo que “no se dejó agarrar con vida” y dijo: “Saber que él pudo resistirse a esa detención y no se dejó agarrar con vida fue un poco un alivio, que murió peleando y de pie”.
Antes de terminar su testimonio les dijo a los jueces: “Esto es algo muy positivo para poder sanar y reparar las heridas que siguen firmes”.
“Si pudiera elegir, elegiría de nuevo ser el hijo de Quique y Alicia. Agradezco de nuevo ser hijo de Quique y de Alicia y tengo el orgullo de tener todos los hermanos que tengo. Por último, quiero dirigirme a esos acusados que siguen callando, se tapan la boca: ya se acabó el tiempo del pacto de silencio con el que no les fue muy bien. Ya es hora de hablar y decir qué hicieron con nuestros desaparecidos.” Camilo nació en junio de 1968. Es uno de los hermanos mayores en HIJOS, donde milita desde 1995.
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