EL PAíS › OPINION
Llega el tramo de la publicidad política, para una campaña liviana. Los spots, en puerta. Entre tanto, una ojeada a las fotos, las internas, las movidas, las tácticas. La búsqueda de visibilidad, un factor común. Apuntes sobre algunos distritos.
› Por Mario Wainfeld
Faltan tres semanas para las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). Según estipula la ley, mañana comienza el breve lapso concedido a la publicidad en medios audiovisuales, que se distribuye con criterios equitativos. Es un avance notorio respecto del esquema anterior, aunque conservan ventajas indebidas (no legales pero existentes) los partidos con mucho dinero, los que cuentan con el apoyo o la propiedad de medios y los que gobiernan territorios. Como fuera, el festival de spots, jingles y otros chiches entretenidos comienza mañana. Será breve, llegará hasta la veda. Se reanudará luego, con normas parecidas para las elecciones generales “de veras”. Las sucesivas campañas, para todos aquellos que no apelan a internas, son intermitentes y raras. Por ahora, no encendidas.
Los candidatos ya están hiperactivos en arduo afán por hacerse ver. Clásicos de la competencia política se repiten, con variantes mínimas, propias del tono de época. Las fotos o las imágenes de los noticieros son fundamentales, aunque seguramente capturen apenas la atención ciudadana. Las reglas tradicionales, históricas, eran alzar pibes o estrechar manos, se mantienen. Otras poses afectan naturalidad y buscan transmitir simpatía tanto como hacerse recordables. Hombres y mujeres amasan pan, se calzan cascos, bailan o cantan con más onda que estilo, andarán en bici o en calesita. O departen con Alejandro Fantino. Es impropio y hasta pavote indignarse o tomarlos en solfa, aunque esté tan de moda. La relación entre medios y fines es uno de los temas centrales de la política, en este caso los medios son muy light y elevados los fines (motivar al ciudadano en la máxima instancia de participación democrática).
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Juegos en varias mesas: Además de senadores y diputados nacionales, se disputarán las gobernaciones de Corrientes (la última que sostiene el radicalismo, en su peor marca desde 1983) y Santiago del Estero. La intendencia de Bariloche también se renovará, tras la destitución del alcalde Omar Goye.
Cada uno de los distritos tiene sus peculiaridades y su historia propia: no hay dos iguales en nuestro mapa político.
El total nacional de votos es un dato indicativo que no se corresponderá linealmente con las bancas obtenidas pero que tendrá impacto sobre legitimidades futuras, en especial la del oficialismo nacional. Algo seguro se puede vaticinar: en agosto y en octubre habrá una gran disputa por la interpretación del resultado.
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Cada uno es cada cual, si se sabe: La identificación de los aspirantes es un objetivo importante, en especial en el caso del primer candidato del Frente de la Victoria en Buenos Aires, el intendente Martín Insaurralde. Su colega tigrense, Sergio Massa, sigue cosechando preferencias entre votantes kirchneristas. De ahí la acentuada táctica de mostrar a “Martín” junto a Cristina Fernández de Kirchner y Daniel Scioli. La Presidenta y el “recuperado” gobernador son pilares para ampliar el conocimiento público del joven candidato y subrayar su identificación. La tarea, según comentan encuestadores propios y ajenos, avanza con lentitud. Los consultores más afines al Gobierno se estimulan viendo que las listas distritales del FpV (concejales y consejeros escolares) suelen contar con mejor intención de voto que las nacionales, presuponen que esa brecha puede converger en la suma mayor. Los intendentes conurbanos tuvieron protagonismo en el “armado”, en la Casa Rosada se espera (y se induce) que se jueguen a fondo.
Otros candidatos del FpV, en Córdoba y Capital por caso, también precisarán ser iluminados por la figura central de estas elecciones, que es Cristina Kirchner.
La dificultad también afecta a otras figuras. Las personas politizadas (los lectores de este diario lo son) suelen abarcar un universo de conocimiento diferente a la mayoría. El rabino Sergio Bergman, cabeza de lista del PRO porteño, por caso, es un personaje remanido en las tertulias de los iniciados. Pero en las muestras generales, pocos lo reconocen. El hombre se hizo junado desde cuando participó en el gran acto convocado por Juan Carlos Blumberg y propuso cambiar el grito sagrado de la letra del Himno Nacional. “Seguridad, seguridad, seguridad” en vez de “libertad, libertad, libertad”. Asistente compulsivo a programas de cable, sigue siendo consumo de minorías. Cabe recordar que el gran momento de Blumberg fue abril de 2004: en aquel entonces los nuevos votantes tenían 7, 8 o 9 años. Y que una parte importante del padrón recién accedía a la adolescencia. Si se permite una observación ligera en una nota de coyuntura, tal vez haya quien lo confunda con el ex jefe de Gobierno Jorge Telerman, pelada mediante. Es una injusticia, porque el otrora alcalde porteño está dotado de ingenio y sentido del humor, dotes ajenas al religioso, formidable lanzador de aforismos-slogans derechosos y olvidables.
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Diseños y conductas: Los sistemas electorales buscan, entre otras cosas, moldear los comportamientos colectivos. Claro que las respuestas de los líderes políticos y de los ciudadanos pueden adaptarse a esos designios o reconducirlos.
El ballottage para elecciones presidenciales fomenta cierta dispersión en la primera vuelta y una mayoría fuerte ganada en la segunda. Pero en la Argentina (y en algún otro país de la región) el comportamiento ciudadano se inclina a “adelantar la segunda vuelta”, polarizando en la primera. Desde que se instauró el método, sólo Néstor Kirchner precisó la doble vuelta (finalmente frustrada) para llegar a la Casa Rosada. Carlos Menem, Fernando de la Rúa y Cristina Kirchner llegaron sin necesitarla.
Las PASO no han podido, hasta hoy, incentivar las internas abiertas. Subsisten, en cambio, las competencias entre dirigentes de pertenencias similares, uno de los cuales “va por afuera”. Con sus matices, es el caso de Massa y Francisco de Narváez en Buenos Aires.
Algo similar ocurre en Mendoza entre dos ex gobernadores radicales, Julio Cobos y Roberto Iglesias. El ex vicepresidente lleva los colores de la Unión Cívica Radical (UCR), mientras Iglesias va con un partido propio, a buena distancia. La disputa es despiadada, nada exótico en una interna. Los allegados a Cobos acusan a Iglesias de ser un aliado del kirchnerismo. Iglesias denunció que “Cleto” tramita una jubilación especial de vicepresidente, que trepa a 60.000 pesos mensuales, más un retroactivo de alrededor de 700.000. Cobos retrucó que donará ese plus, por consejo del papa Francisco. El prelado, por lo visto, es un hombre caritativo que dialoga hasta con un Judas cuyano.
Por ahora, según lo que pintan las encuestas, es factible que tres listas mendocinas obtengan bancas de diputados. Es el cuadro de los distritos más grandes en población: Buenos Aires, Córdoba, Ciudad Autónoma, Santa Fe seguramente también aportarán diputados de tres o más banderías. En muchas provincias hay solo dos partidos con virtualidad. Y siempre subsisten aquellas con un oficialismo muy dominante que supera el cincuenta por ciento de los votos y a veces trepa a guarismos exorbitantes. Imposible saber quién obtendrá el record de 2013, el cronista intuye que Santiago del Estero (cuyo gobernador Gerardo Zamora, es el único radical K que sobrevive en ese sitial) estará en el podio.
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PRO or not PRO...: Otra internita llamativa es la que enfrenta al PRO con el Frente Renovador de Massa. Con Mauricio Macri a la cabeza, las gentes de PRO insisten en que son aliados, lo que los massistas niegan. El intendente y candidato Darío Giustozzi gastó a los macristas y perdió un cachito los estribos, lo que es disfuncional para la estrategia de su jefe. Massa persiste en mostrarse diferente (aunque no equidistante) del kirchnerismo y del resto de la oposición. Por ahora, ese lugar le es redituable, como ya se dijo. El diputado Francisco de Narváez lo asedia imputándolo de ser “massa de lo mismo”, PRO enfila en un sentido contrario pero igualmente disfuncional para el tigrense.
Una lectura pragmática lleva a diferenciar las coincidencias ideológicas de los posicionamentos y pertenencias políticas. Massa es un peronista federal, centroderecha clavado en el espectro actual, lo que no lo diferencia tanto de Macri.
Pero la condición de peronista no sólo interfiere en las clasificaciones ideológicas, también otorga un plus de virtualidad a los referentes. Massa no tiene la vaca atada para 2015 ni ganada la elección de octubre, como pretenden entusiastas allegados y formadores de opinión. Pero si le va bien (lo que es bien posible) puede congregar un bloque de diputados semejante o mayor al del PRO. Su potencial para disputar la interna del peronismo disidente es un recurso que lo distingue de Macri cuya desidia jamás le permitió interpelar a los compañeros justicialistas.
Así las cosas, Massa compite con Macri, a quien aspira a trascender o, cuanto menos, a conducir. Las urnas dirán desde dónde arrancará. Su afán es lograr lo que el senador Carlos Reutemann o Julio Cobos dejaron pasar en 2009: ser la esperanza blanca opositora en 2015. Los precedentes ayudan a pensar cuán difícil es gastar a cuenta en estas pampas feraces. La historia, ojo al piojo, jamás se repite entre otros motivos porque los seres humanos tienen memoria y (a veces, algunos) capacidad de aprendizaje.
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Vacaciones y algo más: Millones de argentinos disfrutan de las vacaciones de invierno. Cada cual según sus posibilidades, pero con niveles de consumo y turismo altísimos en promedio. El gasto popular, el disfrute, Tecnópolis suman al Haber del oficialismo. Claro que quien accedió al auto o lo mejoró en la “década ganada” reclama surtidores llenos de combustible barato. O más en general, como apuntó el sociólogo Fortunato Mallimaci, quien llegó al Purgatorio pretende elevarse al Paraíso. La lectura de los ciudadanos respecto de la coyuntura, de los riesgos del cambio, del rol que cumplirá (de acá en más) el Gobierno será central en su veredicto y es peliagudo predecirla.
La agenda mediática, poblada de temas de “segunda generación” (Irán-AMIA, el general, César Milani, la corrupción) mortifica al oficialismo. Algún daño le hará, su quantum variará al vaivén de otras variables.
El primer estadio de la campaña mediática se lanza. Varias deben ser sus funciones, una de las primordiales es informar sobre el complicado diseño de las elecciones. Nadie sabe, con certeza, cómo pegará la extraña secuencia en el resultado que importa, el de octubre.
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