EL PAíS › ALEJO RAMíREZ, DE LA ORGANIZACIóN IBEROAMERICANA DE JUVENTUD
La encuesta iberoamericana de juventudes reúne los resultados de 20 mil encuestas en 20 países de la región sobre los problemas y expectativas de la juventud y las políticas de los gobiernos sobre esta problemática.
› Por Nicolás Lantos
Desde Madrid
Son las once de la mañana en esta ciudad y el único fantasma que asusta es el calor: el termómetro marca 35 grados y el pronóstico no augura que eso vaya a cambiar. En el jardín del palacete de Linares funciona una confitería y, en una mesa a la sombra, el argentino Alejo Ramírez, secretario general de la Organización Iberoamericana de Juventud, ultima detalles para la ceremonia de presentación de la 1ª Encuesta Iberoamericana de Juventudes, que se llevará a cabo algunas horas más tarde en el auditorio del lugar. “Esta encuesta implica traer la voz de los jóvenes”, afirma Ramírez. En una de las esquinas más emblemáticas de Madrid, frente a la Fuente de Cibeles, se encuentra el Palacio de Linares, un edificio barroco del 1900 que, dice un mito popular, está habitado por los fantasmas de sus ocupantes originales, que murieron de forma trágica luego de una historia de amor prohibido. Sin embargo, no son espíritus los que recorren ahora los salones: allí funciona, desde hace dos décadas, la Casa de América, una institución dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores español, dedicada a estrechar lazos entre ambos lados del Atlántico.
El estudio sobre la juventud, que anticipó el domingo Página/12, es la conclusión del análisis de más de veinte mil encuestas en los veinte países de la región, y es el primero en su tipo. Entre preparativos, Ramírez dialogó con este diario acerca de los resultados de la encuesta y otros temas relacionados con la juventud, la participación política y los desafíos hacia futuro:
–¿Dónde reside la importancia de esta encuesta?
–Los estudios que se hacen sobre juventud en general van sobre lo que los jóvenes no tienen: indagan sobre la falta de empleo o la baja calidad educativa, indagan que no tienen paz, y nos parecía que hacía falta hacer un estudio en el que no se les pregunte si van o no van a la escuela, sino sobre cuáles son sus percepciones sobre esa realidad. No les preguntamos si tienen empleo, sino cuál es su visión sobre la cuestión empleo, amén de si son empleados, subempleados o desocupados. ¿Creen que el empleo es un camino para desarrollarse? ¿Lo ven como algo para toda la vida? Sus percepciones sobre la realidad. La sensación que tenemos es que los índices de desempleo, o los NINI, son importantísimos en términos sociodemográficos, pero terminan estigmatizándolos, afectando la percepción que tiene la sociedad sobre ellos. Esta encuesta implica traer la voz de los jóvenes y además empezar a hablar de otras cosas.
–Con los resultados en la mano, ¿qué fue lo que más llamó su atención?
–Hay tres cosas que me sorprendieron. Uno, es el optimismo. Me sorprendió que el 70 por ciento de los jóvenes crea que va a estar mejor de acá a cinco años. El segundo tema es Brasil, que pareciera estar jugando a otro juego y se diferencia del resto en casi todo. El tercer tema es que los jóvenes se han mostrado más conservadores de lo que creía en temas como aborto o marihuana.
–¿Cómo interpreta el hecho de que los jóvenes españoles, en un contexto de crisis, parezcan tan optimistas como los latinoamericanos?
–Esta encuesta habla de que los contextos de crisis económica no son determinantes respecto de las expectativas de futuro y hay otras variables “blandas”, como puede ser el acceso a la salud o la percepción respecto de la ecología. Ahí yo creo que está el hallazgo del índice: que no se basa solamente en datos duros, no es sólo comparar PIB o acceso a la educación o la vivienda, sino también entran otras variables en juego. Todavía hay que profundizar ese análisis para entenderlo mejor.
–¿Qué lectura hace de la irrupción de la juventud como un actor político en algunos países de la región?
–Nuestro análisis de la juventud, desde la OIJ, está basado en tres palabras: la juventud es compleja, es diversa y es desigual. Es compleja, porque hay paradojas: es la generación más formada y a la vez la que más desempleados tiene, es global pero también migra; es diversa porque las realidades son muy distintas, entre el campo y la ciudad, el que tiene acceso a la educación universitaria y el que no, que más que una juventud se puede hablar de juventudes, y el tercer punto tiene que ver con la desigualdad que es un eje transversal que atraviesa a toda la juventud. En ese contexto, mi análisis es que los gobiernos del Cono Sur han comprendido mejor que nadie eso, y desde ahí han planteado un vínculo muchas veces directo entre los jefes de Estado y las juventudes. Primero se comprendió y después se dialogó. No se fue sobre lugares comunes. Se abrieron canales de participación y de comunicación y eso se plasma no solamente en dejar algunos cargos clave en manos de jóvenes sino también en políticas públicas.
–¿Cuáles son las políticas públicas más efectivas en relación con la juventud?
–En el caso de Brasil, se destacan dos: el ProJoven, sobre capacitación laboral y acceso a empleo, y el ProUni, un programa revolucionario que permitió un aumento tremendo en el acceso de los jóvenes a la universidad. En el caso de Uruguay, Compromiso Educativo y el Plan Ceibal son dos planes estupendos. En el caso de la Argentina, Conectar Igualdad y la Asignación Universal, que si bien no es un programa específicamente juvenil, ha revalorizado el rol del joven en la familia. Esas son iniciativas destacables porque parten de la premisa de que no solamente es necesario invertir en los jóvenes sino que en ese proceso los jóvenes tengan protagonismo.
–¿Por qué en estos países puede verse tanta resistencia hacia la emergencia de la juventud como actor político?
–Yo creo que en el fondo lo que se estigmatiza no es la juventud sino las ideas y proyectos que están llevando adelante. En el caso de Argentina, particularmente, no es un problema con los jóvenes, sino con las políticas que están llevando adelante. Cuando se tocan determinados intereses, así lo hagan jóvenes o viejos, se va a atacar a los que llevan esa bandera, porque no pueden discutir las políticas de fondo.
–El título de la encuesta es “El futuro ya llegó”. Entonces, ¿qué viene después?
–Más allá de las políticas públicas, el desafío es integrarlas y volverlas más transversales. Nuestros países necesitan organismos de juventud que estén en un lugar políticamente clave y desde ahí se articule con el resto de las áreas del gobierno. No podemos tener el área de juventud encerrada en la órbita de un ministerio determinado. Tienen que tener una mirada panóptica y desde ahí articular. Creo que es necesario en esta etapa usar más las orejas que la voz, escuchar lo que los jóvenes están planteando: hoy en muchos aspectos los jóvenes están un paso más allá que los gobiernos y eso es algo positivo.
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