Lun 25.02.2002

EL PAíS  › UN PRESIDENTE PERONISTA, PERO MUCHOS PERONISMOS

Lo aman, lo odian o solo lo toleran

En el Congreso, junto a los duhaldistas incondicionales convive un colectivo muy variado. Entre ellos, menemistas que se oponen a Duhalde y conjeturan que el final está cerca, delasotistas que temen el adelanto electoral, por Zamora y Carrió, y kirchneristas que insisten en comicios ya.

› Por Felipe Yapur

“Duhalde no se va a ir, sobre todo con una Argentina en crisis, porque sería un acto de cobardía”, aseguró el viernes el presidente Eduardo Duhalde hablando de sí mismo en tercera persona. Sin embargo, la posibilidad de una salida anticipada del bonaerense es un tema que se analiza también en cada despacho del Congreso. Según sea la corriente interna a la que responde el legislador, la opinión varía con respecto a cómo, cuándo y qué viene después. En general, la mayoría de los justicialistas coincide en la debilidad del gobierno, pero al mismo tiempo le teme a un llamado anticipado a elecciones. La razón, opinan los legisladores, es una segura derrota.
Lo que dicen los parlamentarios sobre Duhalde puede resumirse en estas frases: “Así como vamos, el país va a estallar”, “Carece de legitimidad política y ejecución”, “No tiene liderazgo, cree que sigue gobernando la provincia”, “Su alianza con (Raúl) Alfonsín es su perdición”, “Está recorriendo el mismo camino de (Fernando) De la Rúa”, “Acuerda con el sector financiero porque así salva al Banco Provincia y, de paso, a su gestión”, “La gente pide algo nuevo, y lo nuevo es el justicialismo”, “El presidente está trabajando en la reactivación que poco a poco comienza a sentirse”. Sólo las dos últimas frases pertenecen a un duhaldista. Las otras se reparten entre legisladores del PJ y la UCR.
Claro como el agua
De todo el espectro justicialista, la posición más clara está justamente entre los máximos enemigos: menemistas y duhaldistas. Los primeros están convencidos de que “el final está cerca”. Eso sí, aclaran que no moverán un dedo para provocar la caída. Pero por si acaso recuerdan que “Carlos Menem está en condiciones de asumir la conducción del país”. Sólo se lamentan de que, como dijo uno de ellos a este diario, “Carlos tenga más de 70 años, porque si fueran diez menos El Turco se hubiera hecho picnic”. A la hora de evaluar la gestión del archienemigo advierten que “Duhalde gobierna como si viviera en los ‘50”, sin reparar que la mitad de esa década fue gobernada justamente por Juan Domingo Perón.
Los duhaldistas, en cambio, derrochan optimismo: “La gente quiere algo nuevo. Bueno, lo nuevo es el justicialismo”, aseguró con su voz cascada el diputado José María Díaz Bancalari luego de que se anunciara el fracaso de la sesión donde se pretendía aprobar el presupuesto 2002. “El menemismo ya no va más. El radicalismo dio muestra de su fracaso al frente del gobierno. Ahora está gobernando el justicialismo”, insistió. Y a renglón seguido enumeró una serie de fábricas que retomaron el trabajo en el último mes: “Un verdadero signo de la reactivación”, dijo. El caudillo de San Nicolás y funcionario de la gobernación de Duhalde no cree en la debilidad de su presidente. Al contrario, asegura que “todo está bien”, muestra su mejor sonrisa y enciende un largo y delgado Benson & Hedges.
Un tercer grupo podría ser el de aquellos legisladores que responden al gobernador Néstor Kirchner, quien desde la caída de De la Rúa no cesó en su reclamo de elecciones anticipadas. El jueves, por caso, su principal exponente en el Senado, Cristina Kirchner, reiteró la exigencia durante la sesión, y le agregó un furibundo rechazo a la disyuntiva “Duhalde o el caos”. Este sector, donde militan representantes tanto de las provincias patagónicas como de otras regiones, insiste en que “un gobierno con graves falencias de conducción y sin liderazgo social y político no puede llegar a buen puerto. Por eso es preciso llamar a elecciones para elegir no sólo el presidente sino hasta el último concejal”.
Dudas, dudas y más dudas
Si menemistas y duhaldistas están seguros de su posición, distinto es el panorama en el resto de los bloques del PJ. Por ejemplo, los cordobeses que responden al gobernador José Manuel De la Sota ya no hablan con tanta soltura de la conveniencia de un llamado a elecciones anticipadas. “¿Quiénle quiere regalar el país a (Luis) Zamora o (Elisa) Carrió?”, se preguntan aunque el argumento suene poco convincente. La razón de la posible derrota es “la bronca de la gente, que no distingue corruptos de trabajadores”.
A la hora de evaluar el gobierno, este sector hace una diferencia entre el Presidente, su gabinete y su política de alianzas. En lo que respecta a virtudes sólo hablan de Duhalde, a quien consideran “un hombre que está decidido a trabajar por la transición y que va en camino a convertirse en el Adolfo Suárez argentino”. Suárez fue el ministro de Francisco Franco que, muerto el dictador, encabezó la transición hacia la monarquía parlamentaria, ordenó la política de ingresos e impulsó la reforma constitucional. En la columna de las críticas el primero en la lista es el gabinete, y después le sigue Alfonsín.
Los dardos para los ministros están dirigidos principalmente al jefe de Gabinete Jorge Capitanich y el ministro de la Producción, José Ignacio de Mendiguren. Del primero dicen no saber “si es lobbista de las petroleras o funcionario”. Del segundo aseguran que “su tarea fue licuar las deudas de las empresas para que el pueblo argentino las pague”. Los delasotistas caracterizan al ex presidente radical como “la perdición de este gobierno” y agregan que “es la muestra palmaria de la alianza bonaerense que sólo busca salvar a la provincia”.
Hay otro grupo de legisladores donde convergen miembros de las diferentes corrientes internas. Entre ellos ninguno sabe a ciencia cierta cuál alternativa elegir. Dudan de las elecciones pero también de apoyar a este gobierno. Eso sí, las críticas a Duhalde están a la orden del día. Se quejan de la distancia de Duhalde con la gente –”sigue moviéndose en su camioneta blindada”, remarcan–, y de la relación con el gobierno de Estados Unidos: “Sueñan con que (George) Bush los apoye. Pero no les dará un mango”, dicen sin atreverse a repetirlo en una reunión de bloque y mucho menos en el recinto. Es que, después de todo, ninguno quiere quedar como un conspirador.

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