Mar 15.07.2003

EL PAíS  › KIRCHNER LE PEGO DURO AL FMI Y RECOGIO EL APOYO DE SCHRöDER

Palos para el modelo del ‘90

El Presidente habló al cierre de la Cumbre progresista y enrostró a los organismos internacionales su parte de responsabilidad en la crisis argentina. Trascartón, recibió del primer ministro alemán la promesa de interceder ante el FMI en pro de las negociaciones con nuestro país.El Presidente sigue viaje a Bruselas.

› Por Fernando Cibeira

“Si hace falta, yo estoy dispuesto a hablar todas las veces que sea necesario con Horst Köhler.” De esta forma, el canciller alemán Gerhard Schröder le mostró al presidente Néstor Kirchner que no tenía problemas para interceder frente al titular del Fondo Monetario Internacional –que fue ministro de Schröder– en caso de que las negociaciones para alcanzar un acuerdo a largo plazo se compliquen. El anfitrión de la Cumbre de Gobiernos Progresistas, el británico Tony Blair, también se comprometió a mantener su teléfono abierto para el presidente argentino por si pudiera servir para desatar algún nudo. El respaldo sin condiciones de estos dos gobiernos integrantes del poderoso G7 –al que podría agregarse un tercero porque el respaldo de Canadá se descuenta– fue el saldo positivo más importante que le dejó a Kirchner la cumbre progre, la primera escala de su gira europea.
De yapa, Schröder ni siquiera le mencionó que Argentina había dejado de pagar su deuda externa dejando un tendal de tenedores de bonos furiosos, muchos de ellos alemanes. Kirchner, como contragolpe, tenía preparada una queja sobre los embargos a cuentas y bienes argentinos en Alemania, pero no hizo falta. En la entrevista que mantuvieron ayer, Schröder se mostró amistoso desde el vamos.
En ello debe haber tenido algo que ver la tarea de ablande que pudo ejercer sobre el ánimo de los primeros ministros poderosos el tono del discurso de Kirchner en la inauguración de la jornada de trabajo de ayer. Reelaborando la estrategia que ya le había dado buenos resultados durante la visita del propio Köhler a Buenos Aires, involucró a las potencias y a los organismos internacionales de crédito entre los factores causantes de los padecimientos económicos argentinos. Recordó que el FMI había paseado a Carlos Menem como un modelo a seguir frente a todo el mundo y que ese modelo había llevado al quiebre institucional y a la exclusión social.
Y al hablar de la debacle, tiró como al pasar que ahí hubiera sido necesaria la solidaridad y la comprensión de, por lo menos, quienes estaban allí sentados alrededor de una mesa ovalada. E insistió en un punto: que los países europeos tienen que dar prioridad a la solución de los problemas que sufren los países pobres porque así también solucionan los de ellos. Y puso el ejemplo de las oleadas inmigratorias que muchos países de Europa ya no saben cómo detener, que les ocasiona trastornos concretos como el crecimiento de los índices de desempleo e inseguridad.
Blair, que en la conferencia de prensa posterior demostró ser rápido y ocurrente, cerró con una anécdota que sería cómica si no fuera trágica. Dijo que seguía de cerca la evolución de la crisis económica argentina y que en su momento había tenido información de primera mano sobre lo complicado de la situación. Fue en agosto del 2001, cuando pasó brevemente por Misiones para visitar las Cataratas del Iguazú en la escala de un viaje y se encontró con Fernando de la Rúa. “‘¿Cómo anda?’, le pregunté a De la Rúa”, contó Blair. “Y él me respondió: ‘Tengo una enorme crisis, el sistema bancario está desmoronándose, mi imagen positiva es del 4 por ciento y me acaban de operar del corazón’.”
Comprendido
Como habían acordado el domingo, Blair y Kirchner tuvieron un nuevo encuentro, más breve que el anterior. Kirchner le insistió sobre la cuestión de la soberanía en las islas Malvinas, una reivindicación que ningún presidente argentino había vuelto a mencionar frente a un primer ministro británico desde el conflicto bélico de 1982. “Ya hubo la suficiente pausa histórica para volver a negociar”, le dijo Kirchner ayer. “Comprendo”, se limitó a responder Blair. “Al lado de la negativa rotunda de antes, es un avance”, traducían cerca del Presidente. También tuvo su gesto de apoyo con Kirchner el primer ministro de Suecia, Goran Persson. El sueco quería saber cómo pensaba sacar al país del estancamiento económico. “Ni el neoliberalismo de los ‘90, ni tampoco ningún tipo de dirigismo. Vamos a permitir la libre flotación de la moneda, a favorecer la sustitución de las importaciones y el desarrollo de nuestro mercado interno”, le respondió. A Persson le gustó la receta porque lo palmeó en la espalda y le mostró el pulgar en alto.
Los 14 presidentes que participaron de la cumbre se mostraron por única vez juntos en la conferencia de prensa posterior, donde respondieron a un total de cinco preguntas. Blair se lució en su rol de moderador, demostrando cuánto le conviene dedicarse cuanto antes a los temas sociales y sepultar la pesadilla iraquí. Parado detrás de un atril, el inglés pedía las preguntas diciendo el nombre del país, mientras los otros jefes de Estado esperaban sentados en sus lugares como buenos alumnos.
Blair no pidió preguntas argentinas, así que Kirchner no habló, en cambio un periodista brasileño le hizo pasar un mal momento al presidente Luiz Inácio Lula da Silva cuando le preguntó cómo era qué ahora participaba de los mismos foros que su enemigo, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso. “Cardoso no dejó la situación del país delicada porque participó de este foro”, respondió Lula.
Documento
Las cuatro carillas en las que quedaron expresadas las conclusiones de la cumbre tienen muchos de los ítem del manual de buenas intenciones típico de este tipo de encuentros (ver en detalle página 4).
Finalmente, no prosperó la propuesta argentina de sumar la pobreza extrema entre las causas por las que podía intervenir en un país el Consejo de Seguridad de la ONU. En realidad, tampoco quedaron las otras que se habían barajado como genocidio o limpieza étnica. Algunos países consideraron que de esa forma Blair intentaría conseguir una justificación post facto de la invasión a Irak. En el texto, se hace una sola mención a la región, en el punto referido a la agenda global del progresismo. Allí se considera a la integración como la forma adecuada de combatir los riegos que acarrea la globalización. Y que en Sudamérica eso significa fortalecer y profundizar el Mercosur y continuar favoreciendo la integración sudamericana.
Los presidentes abandonaron raudos el Penny Hill Park Hotel, en Surrey, sin quedar en verse de nuevo. Fue la cuarta cumbre por el estilo, siempre con caras nuevas a excepción de Blair, Schröder y Persson, quienes, con altas y bajas, al menos se han mantenido. Obviamente que nadie tiene la permanencia asegurada, como se encargó de remarcar Lula en el sofocón que le provocó la pregunta que le hicieron. “Tal vez la próxima vez que vengamos no sea Blair quien nos reciba”, comentó, algo que fue recibido con gesto imperturbable por el primer ministro.
Para Kirchner y Lula fue su primera cumbre progresista, por lo que se ganaron el espacio de la curiosidad que provoca su figura y el trío regional que conforman junto al chileno Ricardo Lagos. El santacruceño fue el último presidente en abandonar el hotel, mientras se desmontaba el gigantesco operativo de seguridad armado alrededor del evento, que por momentos se acercaba al absurdo.
Junto a los argentinos, a la espera de Kirchner se juntaron periodistas chilenos, españoles y de agencias internacionales. “Es que es el único que todavía no dio entrevistas”, se justificaba la colega española. “Es que es tímido”, le respondía un chileno. “En mi país es al revés, los políticos se matan por aparecer en los medios”, subrayaba la española, como si en algún lugar fuera diferente. Kirchner apareció al rato y se pudieron sacar la espina.

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