Mié 16.07.2003

EL PAíS  › OPINION

Samba, tango y algo más

› Por Martín Granovsky

El presidente Néstor Kirchner puede sentirse conforme con su comportamiento frente al primer ministro británico Tony Blair. Pronunció la palabra “soberanía” delante de él, como lo había prometido, y así se diferenció de Carlos Menem y Fernando de la Rúa. También le pidió negociar por las Malvinas. Naturalmente Blair no concedió las negociaciones y es posible que no lo haga a mediano plazo. Entre otras cosas, discutir con la Argentina por las islas le quitaría votos.
Pero en términos de país la conformidad de Kirchner en el Reino Unido no es el dato más importante de la gira europea. En el futuro pesarán tres cosas:
- Fuera de Brasil y Chile, Kirchner realizó su primera visita importante al exterior a Europa y no a Estados Unidos.
- Su primer encuentro en Europa fue compartido con Ricardo Lagos y, sobre todo, con Luiz Inácio Lula da Silva.
- La agenda formal más completa es la que cumple desde ayer en París: incluye al gobierno, el Parlamento y (a cargo de Roberto Lavagna) los empresarios.
Kirchner no se casó con Europa, con la que discutió tarifas, pero estaba claro que no deseaba un casamiento con Estados Unidos. El Presidente parece haber optado por utilizar a Europa no sólo como un socio de la Argentina sino como una potencia mundial colectiva apta para compensar la influencia norteamericana y dotar al país de cierta capacidad de maniobra.
A Lula le sucedió algo igual. No es casual que sus declaraciones más críticas hacia Estados Unidos las haya pronunciado en Europa. “Lo que admiro en Estados Unidos es que piensa primero en sí mismo, después en sí mismo, luego en sí mismo y, si le queda tiempo, piensa en sí mismo otra vez”, dijo. La embajadora en Brasil, Donna Hrinak, replicó que “la declaración del presidente Luiz Inácio Lula da Silva no refleja el tipo de relación de colaboración que él y el presidente Bush establecieron durante su exitosa visita a Washington el mes pasado”.
Lula y Kirchner pueden pensar cualquier cosa uno del otro. Brasil puede recelar de la Argentina y la Argentina de Brasil. Pero si convierten las diferencias en divergencias, el mundo se los tragará. “Por nuestra historia, confiamos en el Mercosur y pensamos que esta dimensión regional para el acuerdo será muy útil para la Argentina y para nosotros”, dijo ayer a Kirchner el presidente de la Unión Europea, Romano Prodi. Hablaba de un eventual acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, pero iba más allá: sin una fuerte asociación entre ellos, Brasil y la Argentina, y en especial la Argentina por su economía más pequeña, serán para Europa no mucho más que proveedores de samba y tango.

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