Sáb 07.09.2013

EL PAíS  › PANORAMA POLITICO

Obamatitis

› Por Luis Bruschtein

Obama tiene el physique du rol, pero le faltó el rol y solamente le quedó el physique. Es afroamericano, simpático, profesional exitoso y carismático. Tendría que haber sido el hombre de las causas progresivas en los Estados Unidos, pero no dio ninguna pelea y asumió las reglas de juego de los que supuestamente venía a desplazar. Es importante que un afroamericano haya llegado a la presidencia de uno de los países donde había leyes racistas hasta hace muy poco, pero no alcanza. Es peor ver a un afroamericano tratando de hacer con Siria lo mismo que hizo George Bush con Irak. Sobre todo porque la minoría a la que representa por el color de su piel fue humillada y explotada por los mismos intereses que ahora empujan a la guerra para humillar y explotar a otros pueblos.

En la mesa del G-20, en San Petersburgo, estuvo sentado junto a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff. La mujer no podía evitar la cara de disgusto. El espionaje de la potencia norteamericana sobre su gobierno y su país fue más alevoso de lo que se había descubierto en un primer momento. Fue un espionaje político, económico y comercial. Incluso se descubrió que las primeras explicaciones que le dieron al gobierno brasileño fueron puras mentiras. El gobierno de Brasil está enojado con el de Estados Unidos y canceló el viaje de una delegación que debía preparar una visita de Rousseff a Washington.

Obama está obsesionado con su ataque a Siria. Subordinó los temas de su política exterior a ese punto específico. En el G-20 se negó a respaldar la crítica argentina a los fondos buitre, en represalia por la posición sensata de la Cancillería argentina a favor de la paz y contra la guerra. Si no lo apoyan en su cruzada, él no apoya ninguna otra causa por más justa que sea. La Presidenta logró que en la declaración final de la reunión, el término de “paraísos” fiscales fuera reemplazado por el de “guaridas” fiscales. La protección de la Justicia norteamericana a los fondos buitre convierte a los Estados Unidos en una “guarida” de ese tipo. El síndrome Obama es un clásico de la política, donde a veces es mejor un dirigente honesto de la derecha que un pseudoprogresista que juega para la derecha con un discurso de izquierda. Algo que también sucedió en Argentina con el gobierno pseudoprogresista de la Alianza. Había llegado para hacer cambios, pero fue tan neoliberal como el de Carlos Menem. El presidente norteamericano era el hombre que llegaba para poner fin a la aventura en Irak y Afganistán y, en cambio, las tropas de su país siguen desplegadas en Medio Oriente, igual que sigue la cárcel de Guantánamo. Ahora está a punto de lanzar un ataque aéreo contra Siria. Seis de cada diez personas en Estados Unidos están contra la guerra. La oposición y algunos demócratas también. Pero la presión del complejo militar industrial y de sus aliados de Arabia Saudita en la guerra de recuperación de espacios tras el fin de la Guerra Fría es más decisiva. Los países que habían sido aliados de la URSS en Medio Oriente, Egipto, Libia e Irak, fueron cayendo uno tras otro y ahora le toca el turno a Siria.

El falso progresista es una figura conocida en Argentina. La otra figura que se repite son las grandes operaciones de prensa. Se han hecho películas esclarecedoras. Millones de personas las vieron. Una de las más conocidas fue Mentiras que matan, con Dustin Hoffman. Y sin embargo, los mismos mecanismos se repiten una y mil veces, las mentiras se hacen evidentes y aun así mucha gente prefiere creerlas. Cuando Irak invadió Kuwait, para sensibilizar al pueblo norteamericano que no respaldaba la intervención de su ejército en ese conflicto, se fraguó un falso ataque de tropas iraquíes contra una nursery kuwaití, donde estas supuestas tropas tiraban al piso las cunitas de los recién nacidos. En la segunda invasión hicieron creer que Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva. Y después se demostró que eran todas mentiras pero la invasión ya se había producido. Estas ficciones tan burdas solamente podían hacerse creíbles con la complicidad de las grandes multimedia internacionales. Semanas y semanas difundiendo la misma falsedad de diferentes maneras hasta que la convierten en parte del paisaje, algo que a nadie se le ocurriría cuestionar porque aparece publicado y difundido a través de los medios masivos de comunicación. Es tan extraña la forma en que funcionan estos mecanismos que hasta un sector de la izquierda muchas veces termina siéndoles funcional.

Esas mismas operaciones se han aplicado por los grupos dominantes en todos los países, incluyendo a la Argentina, para poner o sacar gobiernos o preparar escenarios para golpes de Estado. Y se siguen practicando en la actualidad.

Ni siquiera hay originalidad. Ni son técnicas nuevas ni dispositivos desconocidos. Aun así es tan efectivo el mecanismo que a nadie se le ocurre hacerse las preguntas más elementales. Por ejemplo: ni en Irak ni en Libia, al igual que en Siria, existían oposiciones fuertes y de repente aparecieron ejércitos enteros armados, uniformados y bien alimentados, llamados “libres”, o “democráticos” o “de oposición”. No se trata de grupos relativamente pequeños de guerrillas como cuando hay una oposición genuina. Se trata de ejércitos regulares de miles de combatientes que necesitan ser reclutados, pagados, armados, alimentados, alojados y transportados y que surgen en forma repentina.

Tantos soldados expertos surgidos de la nada. En Indonesia y Chechenia se denunció que muchos de los terroristas más buscados se reunieron ahora en Siria. También hay de Afganistán y Pakistán. En esos países ni siquiera se habla árabe, aunque también hay mercenarios provenientes de otros países de la región. Son grupos sunnitas extremistas, enemigos de los chiítas y alauitas, con relaciones históricas con los servicios secretos de Arabia Saudita, como fue en su momento Al Qaida. Muchos ya pasaron por Libia. Resulta paradójico, pero en estas guerras, y en su afán por alcanzar su objetivo final que es el gobierno chiíta de Irán, Estados Unidos actúa aliado con grupos vinculados a Al Qaida.

Nadie se pregunta quién financia esos ejércitos que requieren presupuestos mayores aun que los ejércitos de cualquier país, porque están en operaciones y tienen que reponer armamento en forma continua. Como si existieran por milagro y fueran mantenidos por las almas caritativas. Se necesitan cientos de millones de dólares todos los días, semanas y meses para mantenerlos. Nadie se pregunta de dónde salieron o quién los financia porque la información masiva los ha naturalizado y de tanto machacar termina por incorporarlos como algo que no requiere explicación.

Primero la información demoniza el blanco, en este caso el gobierno sirio. No se trata de defender ese gobierno, pero sí de poner en duda esa campaña cuyo objetivo es justificar la intervención extranjera. Como parte de esa campaña, todos los días, las agencias difunden masacres y barbaridades supuestamente cometidas por el gobierno al mismo tiempo que aparecen estos ejércitos libres. Las denuncias son usadas para justificar el misterioso surgimiento de estas fuerzas militares. Y luego, para preparar la intervención de las potencias.

El ataque con armas químicas en un suburbio de Damasco, que es usado por Obama para justificar un ataque aéreo, se produjo cuando el gobierno empezaba a derrotar a sus opositores. No había usado antes esas armas, y no parecía necesitado de hacerlo en ese momento. Por el contrario, la oposición sí lo necesitaba para darle un motivo a Obama para acudir en su ayuda. Sin respaldo militar abierto de las potencias, la oposición y su ejército de mercenarios estarían a punto de ser derrotados como hubiera ocurrido en Libia si no invadían las potencias europeas.

La posición del papa Francisco coincide con la del gobierno argentino. No se trata de defender a ningún gobierno, sino de evitar una invasión de las potencias que podría hacer estallar a toda la región.

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