EL PAíS › LO QUE ESTA EN JUEGO DESPUES DE LA CUMBRE DEL G-20 EN SAN PETERSBURGO
La conexión entre los fondos buitre y la crisis del sistema financiero. Por qué los países centrales volvieron a preocuparse por los paraísos fiscales. Las incógnitas que plantea la catástrofe siria. La opinión de Stiglitz y Krugman.
› Por Martín Granovsky
En 1712 Pedro el Grande, el primero de los Romanov, estableció su capital en San Petersburgo. Quería abrir una puerta a Europa. En 1917 cayó el último de los zares, Nicolás II Romanov, y en 1918 la capital pasó a Moscú. Vladimir Putin, que gobierna desde tierra moscovita, acaba de ser el anfitrión del Grupo de los 20 en San Petersburgo. Esta vez la ciudad fue una puerta por donde entraron los problemas irresueltos del mundo, entre ellos la crisis financiera y la catástrofe siria.
El documento final que habla de “guaridas fiscales” en referencia a los paraísos y alegró a la presidenta argentina tiene una raíz en los problemas de los países más desarrollados.
“En los últimos doce meses se fueron de Italia a Luxemburgo 140 mil millones de euros para atesorar dinero fuera de Italia en protección para un eventual derrumbe”, explica el economista Arnaldo Bocco, ex director del Banco Central bajo Néstor y Cristina Kirchner. “Los grandes contribuyentes dejan de serlo en los países donde antes residían, lo cual genera grandes problemas en la recaudación tributaria de los países desarrollados como Alemania y los Estados Unidos”, afirma Bocco.
¿Por qué dentro del G-20 los países desarrollados comenzaron dándole un alto perfil al debate sobre los paraísos fiscales en 2009, bajaron luego el perfil del tema y volvieron a elevarlo en los últimos meses?
“Los paraísos fiscales son el patio trasero del sistema financiero”, dice el diputado nacional por el Frente para la Victoria Eric Calcagno, quien ofrece un dato para entender la magnitud del fenómeno que los expertos llaman “financierización”: “Hace 30 años por un 1 punto de producción había un punto de stock financiero. Hoy por cada punto hay 3,6 de stock”. Los paraísos fiscales quedan articulados con la práctica de los fondos buitre, que según Bocco son estudios de abogados especialistas en comprar títulos de deuda a bajo precio en medio de las crisis para especular con una suba futura.
“Los fondos buitre representan un poder financiero marginal al sistema capitalista”, dice Calcagno. Pero no tan marginal: “Hacen una parte del trabajo más sucio y al mismo tiempo conspiran contra la estabilidad de todo el sistema”.
Para Bocco, paraísos y fondos buitre se relacionan con el lavado de dinero, “porque en el paraíso fiscal se hace residente el grueso de los grandes evasores y el gran dinero de la corrupción”.
El economista sostiene que dentro del G-20 la resistencia al desmonte de los paraísos fiscales está encabezada por Gran Bretaña, que “ejerce una protección sobre los lugares de libre tránsito y sin regulaciones transparentes”. Pero a los países desarrollados cada vez les cuesta más equilibrar las cuentas fiscales, y eso explicaría que cíclicamente la tensión con la existencia de los paraísos aumente.
En parte la baja de recaudación ocurre por la utilización de fideicomisos de existencia discreta alojados en un paraíso. “Con frecuencia un fideicomiso alojado en un paraíso administra los bienes de una familia de fortuna que vive de sus beneficios y no tributa todo lo posible en el país donde reside”, ilustra Bocco.
El ex director del BCRA recomienda seguir con atención un dato que juega en este contexto mundial: quién piloteará la Reserva Federal, el banco central de los Estados Unidos. Una candidatura es la de la actual vicepresidenta, Janet Yellen. Otra es la de Larry Summers, que fue el poderoso consejero de Bill Clinton para las cuestiones financieras.
En un artículo publicado el viernes en The New York Times el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz escribió que trabajó con ambos y antes que a Summers prefiere a Yellen.
“Como autoridad del Departamento del Tesoro durante la administración Clinton, el señor Summers apoyó la desregulación de los bancos, incluyendo el rechazo a la ley Glass-Steagall, lo cual fue clave en la crisis financiera de los Estados Unidos”, dice el texto de Stiglitz. Al abundar sobre Summers escribió el Nobel que cuando Summers fue secretario del Tesoro entre 1999 y 2001 su gran “logro”, entre comillas, fue garantizar que los derivativos, es decir los productos no controlados del sistema financiero, “no fueran regulados, una decisión que ayudó a la explosión de los mercados financieros”.
Según Stiglitz, la desregulación es una de las causas de la desigualdad por cuatro motivos:
- De acuerdo con cómo se las maneje, las crisis son creadoras de desigualdad y pobreza. En la última crisis, los ingresos medios cayeron un 40 por ciento, muchísimos trabajadores perdieron su empleo y la sociedad sufrió el recorte de servicios públicos. En cambio el uno por ciento más rico “disfruta los resultados de la recuperación”.
- La desregulación contribuyó a la financierización de la economía.
- La desigualdad se ve reforzada “por las prácticas abusivas del sector financiero, que prospera a costa de los norteamericanos comunes, a través de préstamos predatorios, manipulación de mercados, abuso con las tarjetas de crédito y aprovechamiento del monopolio del sistema de pagos”. Frente a eso la Fed no usó su enorme poder, que sí utilizó “para fortalecer los balances bancarios a expensas de los ciudadanos comunes”.
- Además de lo que hizo mal, el sector financiero continúa sin hacer cosas como facilitar créditos para las pequeñas y medianas empresas.
Otro Nobel de Economía, Paul Krugman, escribió ayer que cuando a punto de cumplirse cinco años de la crisis de Lehman Brothers, símbolo de la actual gran caída, la administración Obama protagonizó “un gran fracaso”. Krugman lo atribuye al énfasis en la austeridad y no en la creación de empleo y la preservación de los hogares frente al remate masivo.
En este tablero fue que sesionó la última cumbre del G-20 en la que la Argentina y Brasil elevaron su protesta contra los paraísos fiscales y la desregulación financiera que aún gobierna el mundo. En el caso argentino no hubo una cumbre bilateral entre Cristina Fernández de Kirchner y Barack Obama. La Presidenta, por otra parte, eligió personalizar críticas en el colega norteamericano. En el caso brasileño, la revelación de que la Agencia Nacional de Seguridad espió en 2012 a la propia Dilma Rousseff y a sus consejeros sí generó una entrevista a solas. Dilma anunció públicamente el viernes que Obama le había prometido una explicación. También condicionó su programada visita de Estado a Washington a la respuesta, que debería llegarle de aquí al viernes.
Es el mismo período en que el presidente de los Estados Unidos anunciará su decisión final sobre Siria, donde ya hay 90 mil muertos y dos millones de desplazados dentro y fuera del territorio.
“Todo el mundo está a la espera del anuncio de Obama y hoy hay una probabilidad de un 85 o 90 por ciento en el sentido de un ataque sobre Siria en los próximos dos o tres meses”, opina Khatchik Derghougassian, experto de la Universidad de San Andrés.
Una duda es si Obama insistirá o no en su nueva estrategia de convencer al Congreso antes de lanzar un ataque, al parecer una medida necesaria frente al rechazo de 6 de cada 10 norteamericanas, cifra muy alta en un país que ya no tiene conscripción.
“Quiere lograr una mínima ‘legitimidad’”, dice Derghougassian. “Tomar esta decisión le será difícil. No tomarla también porque ya dio su palabra.”
Samantha Power, la flamante embajadora en las Naciones Unidas, reforzó en los últimos días su argumentación ante sectores progresistas.
El viernes dijo en el Center for American Progress que ante la denunciada utilización de ataques con gas venenoso y la parálisis del Consejo de Seguridad por la divergencia entre Washington y Moscú, “no hay un Plan B sin riesgos”. Su Plan A, como sucedió ante la crisis libia, es la intervención militar. “El gobierno debe tomar la responsabilidad por los riesgos y las consecuencias potenciales de su acción”, dicho lo cual prefirió dejar sin detalle alguno la exposición de esos efectos eventuales mientras se concentraba en publicitar la necesidad de una intervención militar inmediata.
La Argentina había votado contra las violaciones a los derechos humanos en Siria en el marco de las Naciones Unidas pero se opone a una acción militar como casi toda América latina.
“Solamente México, Colombia y Chile guardaron distancia y silencio”, dice el analista venezolano Modesto Emilio Guerrero. El resto condenó una invasión o una intervención militar. “Nunca tiene razón para invadir, pero en el caso de Siria tampoco puede sostener lo que dice. El gobierno ruso informa que el gas usado que se encontró tiene olor. Si tiene olor no es militar. Si no, es del gobierno sirio. ¿Y ahora? La Liga Arabe no apoya la intervención militar. La oposición al gobierno sirio está fragmentada y los dilemas son muchos ¿Los Estados Unidos quieren construir un régimen con Al Qaida dentro?”
Derghougassian subraya que “ya hubo un intento para una conferencia internacional, pero las partes no están de acuerdo, lo cual es un problema porque no hay una oposición unida sino varios grupos y los más extremistas no quieren saber nada de llegar a un acuerdo”.
Agrega el experto: “La oposición política del Ejército Libre Sirio, en cambio, quiere modificar el régimen baasista. Mientras, a los islamistas los apoyan Turquía, Arabia Saudita y Qatar. Cada país tiene su propio juego. Arabia lo hace para fisurar la alianza entre Siria e Irán. Turquía encontró en las revueltas árabes la oportunidad de presentarse como una potencia regional”.
El cuadro es complejo y hay grandes actores internacionales tratando de influir. Tal como se informa aparte, el papa Francisco fue ayer el principal. Entretanto, en el Senado norteamericano avanza una propuesta de los legisladores Joe Manchi y Heidi Heitkamp según la cual se le podría pedir al presidente Ba-shar al Assad que Siria firme la Convención sobre Armas Químicas y adopte pasos concretos para cumplirlo en 45 días. Pasado ese tiempo, los Estados Unidos quedarían con las manos libres.
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