EL PAíS › REPRESENTANTES DEL GOBIERNO Y DE LOS ORGANISMOS DE DERECHOS HUMANOS EN LA EX ESMA
Paula Maroni y Leonardo Fossati analizan el uso del Espacio para la Memoria. Cuentan que se están remodelando edificios a partir del Plan Argentina Trabaja. Y que las decisiones se toman entre Nación, Ciudad y organismos de derechos humanos.
› Por Victoria Ginzberg
Stencils, fotos, pinturas, baile, música. Si hoy por la tarde no llueve, todas estas actividades poblarán la plaza central del Espacio para la Memoria que funciona en la ex ESMA. Será el II Encuentro Arte Urbano y Memoria, que cerrará el mes dedicado a la juventud. Se harán 30 murales por los 30 años de democracia y tocarán, entre otros, la Bomba del Tiempo y el Chango Spasiuk. “Que haya una actividad no es novedad, hay actividades todos los días, que haya música, no es una novedad, aquí funciona una escuela de música”, dice Paula Maroni, representante del gobierno nacional en el Espacio. Lo que, aunque tampoco es novedad, sigue abierto, es el debate sobre el uso que se le da al sitio en el que funcionó uno de los más grandes centros clandestinos de detención durante el terrorismo de Estado. Además de su rol institucional, Maroni integra H.I.J.O.S. (su padre está desaparecido). A su lado está Leonardo Fossati, que representa a los organismos de derechos humanos en el directorio de la ex ESMA. También es hijo de desaparecidos y fue apropiado. Recuperó su identidad en 2005. “Hay un debate que no nace ni se termina hoy. Es un debate abierto, que se da también con la práctica”, dice Maroni y a pesar de que ellos padecieron el terrorismo de Estado en su propio cuerpo, ella asegura que “es algo que no deben saldar las víctimas, no debemos decir desde un lugar de verdad absoluta qué debe ser la ex ESMA”.
En la ex ESMA funcionan, entre otras cosas, el Espacio Cultural Nuestros Hijos, de la Fundación Madres de Plaza de Mayo, la Casa de la Militancia, de H.I.J.O.S., el Centro Cultural Haroldo Conti, el Archivo Nacional de la Memoria, el Canal Encuentro y se están reparando los edificios que ocuparán la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas, Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, la Casa por la Identidad, de Abuelas de Plaza de Mayo, la Casa de Nuestros Hijos, la vida y la esperanza, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora y el Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos auspiciado por la Unesco.
Entre las actividades que se hacen regularmente (además de las presentaciones de libros, exposiciones, charlas y debates, obras de teatro y proyecciones de películas) están la tecnicatura superior de periodismo (a través de un convenio entre HIJOS y la Universidad de La Plata) y la tecnicatura popular de música, ideado por la Línea Fundadora de las Madres.
En 2006, cuando comenzaron las visitas al Casino de Oficiales, que es el edificio donde estuvieron cautivos los desaparecidos y se preservó como sitio histórico, 1320 personas recorrieron el lugar. En 2011 fueron más de 17 mil y este año se espera superar las veinte mil, además de que se calcula que en 2013 más de 150 mil personas participarán de las actividades.
“Hay un proceso de recuperación de los edificios. Son 17 hectáreas, 32 edificios que se están recuperando a través del programa Argentina Trabaja, de Desarrollo Social. El 70 por ciento de los que trabajan allí son mujeres que están aprendiendo mientras hacen, transforman el edificio mientras se transforman a sí mismas. Hay talleres donde las cooperativas producen los muebles que se van a usar. A la vez, todas y todos los que trabajan allí –son más de mil personas– hacen las visitas guiadas al Casino de Oficiales, charlas en derechos humanos”, cuentan a Página/12 Maroni y Fossati.
–¿Qué responden a las críticas sobre lo que se hace en la ex ESMA?
P.M.: –El asadito o no asadito... bueno el asadito ya es un concepto. No hay una única manera de respetar la historia, de respetar a nuestros muertos, de reivindicarlos. No hay una Biblia. Es un debate, que en mi mirada se salda con la práctica. Pero hay un debate que sí está saldado: cuando Néstor Kirchner entregó la ESMA ya se destinó para un Espacio para la Memoria y Promoción de los Derechos Humanos. No hacer nada ya no está en discusión. Y lo bien que se hizo en saldar ese debate a pesar de lo que opinaban algunas víctimas. El Estado tiene que pensar por cuarenta millones de argentinos. Claro que es legítimo lo que siente un ex detenido, pero la historia no se puede construir de a uno. La ESMA cumplió una función social antes, y cumple una ahora, diametralmente opuesta. Y es de todos. En la ley de creación del Espacio se dispuso que se gestionen edificios y ya allí empezó a entrar gente, que come, se enamora, se pelea, modifica, vive.
L.F.: –No hacer nada no existe. Si tomás la decisión de dejar vacío un lugar, un edificio, no queda intacto. Si lo dejás hoy, el año que viene está deteriorado. Así también se deterioran las posibilidades. Ahora se llena de vida y también se da cuenta de lo que sucedió en el lugar durante la dictadura. No es una cosa o la otra. En el Casino de Oficiales se cuenta lo que allí sucedía y cómo era la maquinaria de muerte y al mismo tiempo, el mismo día, podés tener una actividad cultural, abierta, gratuita, que por ahí le da visibilidad a otra problemática de los derechos humanos como la violencia institucional o la trata. Se pueden debatir las formas de estas dinámicas, pero debatir que allí no suceda nada es imposible, primero por la instancia en que estamos, pero también porque no existe la nada. Hay 32 edificios que no pueden estar vacíos, eso se acerca mucho más a una plaza, a la posibilidad de que termine con tirar los edificios abajo o cambiarle la función a una parte importante del predio.
–¿Hay un límite? ¿Hay cosas que no se pueden hacer?
L.F.: –Todo lo que pasa en la ex ESMA tiene un consenso que costó muchísimo conseguir. Es una dinámica que cambia constantemente. Es como la memoria, no es algo estático, a medida que se van sucediendo hechos, como los juicios, eso se va resignificando y va cambiando. Lo que se hace se debate. Se presenta en el órgano ejecutivo y se decide por consenso. Y todo el tiempo se analizan y se debaten cosas que se están haciendo. Es el camino que se eligió. Y el lugar para debatir está abierto.
P.M.: –Para hacer cada cosa se tienen que poner de acuerdo la Ciudad de Buenos Aires, a través del IEM (Instituto Espacio para la Memoria), el gobierno nacional y los organismos de derechos humanos. Es un ejercicio que muchas veces uno lo padece, pero es un esfuerzo muy grande de consenso. (En el directorio participan actualmente Abuelas, las dos líneas de Madres, Familiares, Liga Argentina por los Derechos del Hombre, CELS, APDH, Buena Memoria, Fundación Memoria Histórica y Social e HIJOS y hay otros organismos lo integran aunque no concurren activamente.)
–¿Y lo que no se podría hacer?
P.M.: –No se puede cobrar entrada. No se pueden hacer actividades que no tiendan en algún punto a fortalecer los derechos humanos en su sentido más amplio. Quisiera que la sociedad deje de pensar que las víctimas tenemos la potestad absoluta sobre la ex ESMA o lo que fue el terrorismo de Estado. Por supuesto que cada uno de nosotros tiene una opinión fundamentada, sobre lo que sea, y en relación a eso también. Pero porque soy víctima tengo una opinión, no la verdad absoluta.
L.F.: –Hay muchos ex detenidos que trabajan en el predio, toman decisiones y participan de actividades que a otros ex detenidos les parecen un horror. Cada uno lo canaliza como quiere, como puede, con las herramientas que tiene.
–Dicen que hay un proceso dinámico. ¿Hay criterios que van cambiando?
P.M.: –H.I.J.O.S. por ejemplo, no quería un edificio. No sabíamos qué hacer con eso. Y hoy estamos empecinados en dejar ese lugar en pie y usamos la casa desde el día uno en que nos la dieron.
–¿Y por qué fue el cambio?
P.M.: –Es la práctica, es transitar el lugar. Primero fue ocupar un lugar de responsabilidad junto a los demás organismos, en el directorio. Es ir hace diez años todos los miércoles a la mañana. Ver a las viejas, con más de ochenta años, sentadas aunque llueva o haga frío. Y los primeros años era para ver dónde se mudaban las escuelas de la Armada.
–¿Cómo era ir ahí en los primeros años?
P.M.: –Era tremendo porque tenías el predio partido en dos. Teníamos un vallado...
–Me refiero al peso simbólico y real del predio.
P.M.: –Esto es personal. Pero yo generé anticuerpos rápidamente. Cada paso que das ahí es como que le vas ganando a la muerte. Yo soy muy consciente de eso cuando estoy ahí. Nunca me pasa inadvertido dónde estoy, pero en positivo: mirá cómo le estoy ganando a la muerte. Ya a esta altura estoy empecinada.
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