EL PAíS › PANORAMA POLITICO
› Por Luis Bruschtein
El Banco Mundial dice que Argentina es el país de la región donde más creció la clase media, pero en el Presupuesto 2014 que presentó Mauricio Macri se estima que en la Ciudad de Buenos Aires, uno de los más importantes puntos de concentración de la clase media, la economía sólo crecerá el uno por ciento. Los números contrastan. La salud presidencial produjo otros contrastes. Cuando se internó Cristina Kirchner, algunos medios dijeron que en Argentina gobiernan “la incertidumbre” y “el oscurantismo”. Aquí, el contraste fue con la realidad. Otro contraste: Alfredo Bravo, dirigente socialista y luchador por los derechos humanos fue citado por Elisa Carrió.
Según el Banco Mundial, en los últimos seis años la clase media latinoamericana aumentó en 50 millones de personas, o sea un 50 por ciento. En el Cono Sur, este sector social ya representa al 40 por ciento de la población total. Y dentro del Cono Sur, el país donde proporcionalmente más creció la clase media ha sido la Argentina, o sea que es el país de Latinoamérica con la mayor marca en ese rubro, lo que presenta a la Argentina como la sociedad de mayor movilidad social en la región. Según estos índices, una gran cantidad de personas ha dejado atrás la pobreza. No son estadísticas del Indec ni de alguna ONG privada, sino del Banco Mundial.
Cuando el gobierno nacional presentó el Presupuesto para 2014 en el Congreso, la oposición dijo que el índice previsto de 6,2 por ciento de crecimiento del PBI estaba dibujado, que no tenía relación con la realidad y se negó a votarlo. La discusión es válida, pero la reacción fue desmedida, lo cual es normal en situaciones electorales. Entre los bloques de la oposición estaba el del macrismo, que en su propio Presupuesto, el de la Ciudad de Buenos Aires, puso una estimación de crecimiento del PBI de la CABA de sólo el uno por ciento para el 2014.
Es decir, que mientras está en el país donde más crece la clase media, donde se baten records de venta de automóviles, la Ciudad de Buenos Aires, con el tránsito desbordado por la cantidad de vehículos, prácticamente no crecerá. Irá a contrapelo del resto del país. A contrapelo incluso de los pronósticos menos optimistas del FMI, que casi triplican a nivel nacional lo estimado por el macrismo.
La salud presidencial fue un tema sobresaliente esta semana. La Presidenta se golpeó la cabeza en agosto. El sábado pasado decidió hacerse ver por una cefalea. Entre agosto y el sábado no hubo información porque todos presumían que la salud de la Presidenta estaba bien. El sábado, cuando se fue a controlar, tampoco hubo información hasta que no hubo un diagnóstico, lo cual resulta lógico: sin diagnóstico no hay mucho para decir. El sábado a la noche se conoció el primer informe sobre el hematoma subdural y sobre los 30 días de reposo que tomaría la mandataria. Se planteó como una medida preventiva. Pero al día siguiente los síntomas fueron más fuertes y la Presidenta volvió con los médicos. Esta vez cambió el diagnóstico. Se indicó que debía internarse al día siguiente para operarse el martes a la mañana. La información acompañó este proceso con los cambios que se fueron produciendo. Si hubo desfasaje, fue de una o dos horas en relación con los hechos, lo cual es comprensible. Como también lo es que la oposición haya reclamado por más información en esos lapsos cambiantes porque la salud presidencial es una cuestión de Estado y, por lo tanto, forma parte de la agenda pública.
La información oficial sobre el tema estuvo dentro de un marco aceptable. Y, en general, la oposición mantuvo también una actitud discreta. El contraste lo puso la oposición mediática, que quiso ofrecer un escenario dramático de secretismo que no hubo. La edición del diario español El País, asociado en la Argentina con Clarín y La Nación, desplegó titulares con calificativos alarmistas, como que Cristina se internaba “en medio del oscurantismo”, que en Argentina gobernaba “la incertidumbre”, otro título era “El peor presidente” y otro “El vicepresidente aplaudidor”. Las notas decían que sólo un círculo cerrado que rodea a la Presidenta sabía lo que sucedía, que no había información, que la información trascendía solamente a través de versiones o sospechas. Ninguna de esas afirmaciones era cierta, todo estaba forzado. Toda la edición de ese periódico parecía planteada para tergiversar la realidad, para desinformar. El contraste es que la manipulación de los hechos por parte del diario fue para criticar una supuesta manipulación por parte del Gobierno.
El País tiene un antecedente negro en estas situaciones. Ese medio publicó en su tapa una foto truculenta y amarillista que no agregaba un gramo de información cuando el entonces presidente venezolano Hugo Chávez se había internado en Cuba. La imagen mostraba a Chávez inconsciente, postrado en una camilla, sin cabello, con la cara hinchada y entubado, a la salida de una intervención quirúrgica. Era una imagen denigrante en una situación de vulnerabilidad para cualquier persona. La foto iba acompañada por un texto pomposo que decía que ante la “opacidad” con que se había tratado la enfermedad de Chávez, ellos publicaban esa foto del mandatario y así mostraban a ese ser devastado y deforme.
La publicación de la fotografía por sí sola expresó la intención de denigrar a Chávez. Lo gracioso fue que la foto era falsa. Se trataba del fotograma de un video de otra persona que estaba en la web desde hacía mucho tiempo. El diario quedó en evidencia. Tuvo que pedir disculpas por haber quebrantado su propio manual de estilo. Los editores españoles se dejaron engañar por un truco tan evidente porque la imagen respondía a sus deseos, a su mirada ideológica, más que a un interés profesional. Lo mismo sucede en todas las coberturas que hace esa publicación española sobre América latina. Predomina la mirada ideológica reaccionaria por sobre la actitud profesional. La imagen virtual que ofreció El País, como expresión más exagerada esta vez, y lo que sucedió realmente, fue otro contraste en la semana.
Hubo contrastes en el debate de los candidatos porteños por TN. Sobre todo en las lecturas que hicieron los medios y opinólogos. Para algunos ganó Juan Cabandié, para otros, Sergio Bergman, y en el Grupo Clarín están los que también apuestan por Elisa Carrió. Pero hubo otro contraste cuando Elisa Carrió citó a Alfredo Bravo. Cuando se habló de derechos humanos, Carrió citó a un Bravo que, según ella, salía en defensa de Clarín y en contra de las Abuelas, algo que nunca se supo que hubiera hecho el veterano dirigente socialista. No es ético citar a personas que no pueden confirmar ni desmentir porque ya están muertas.
No es ético ubicar a Bravo, que murió en el 2003, en una actitud que se contradice con su trayectoria. Carrió fue declarada persona no grata por las Abuelas de Plaza de Mayo y fue expulsada de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos que en su momento encabezó Alfredo Bravo. Fue expulsada por la forma en que defendió los intentos de los abogados del Grupo Clarín para evitar que se hicieran los análisis de ADN a los hijos adoptivos de Ernestina Herrera de Noble. Claramente, los textos de adopción mostraban datos falsos y las fechas coincidían con el momento en que se produjo la mayoría de las apropiaciones de niños durante la dictadura. Las Abuelas tenían razones fuertes para pedir el análisis de ADN de Marcela y Felipe Noble. Si se los hubieran hecho en un principio, cuando se planteó, el conflicto no se habría extendido ni se hubiera llegado a las medidas compulsivas contempladas por la ley.
Pero durante diez años, los abogados pusieron todo el peso y la influencia del Grupo Clarín para oponerse sistemáticamente a que se realizaran las pruebas. Misteriosamente, cuando el abogado Gabriel Cavallo empezó a trabajar para Clarín y la ex directora del Banco Nacional de Datos Genéticos Ana María Di Leonardo se convirtió en la asistente técnica, el Grupo Clarín accedió a que se hicieran los análisis. Carrió fue expulsada de la APDH por defender el privilegio del Grupo Clarín para no acatar la ley. Alfredo Bravo nunca estuvo en ese lugar y nunca se enfrentó con la APDH ni con las Abuelas. Por eso no es ético por parte de Carrió haberlo citado en ese contexto. El contraste está entre el discurso eticista electoral de Carrió y actitudes concretas como esta que toma en la vida real.
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