Mar 26.11.2013

EL PAíS  › NUEVA DECLARACIóN DE LA SOBREVIVIENTE SILVIA LABAYRú EN EL JUICIO DE LA ESMA

La mujer como “botín de guerra”

La ex detenida habló de violencia sexual, relató el paso de Dagmar Hagelin por el centro clandestino y reveló tareas de inteligencia de los marinos entre funcionarios de la Embajada de Estados Unidos, en las que participó el abogado Gonzalo Torres de Tolosa.

› Por Alejandra Dandan

Uno de los abogados querellantes le preguntó a Silvia Labayrú si en la ESMA existía un trato diferencial entre varones y mujeres. “¿Trato diferencial? Por supuesto”, dijo ella. “Las mujeres éramos ‘botín de guerra’, nuestros cuerpos eran considerados de esa manera, es algo muy habitual cuando existe violencia sexual. El considerar a las mujeres como ‘botín de guerra’ es un clásico de todas las historias represivas, es casi parte de una cultura de la guerra, y ésta no fue una excepción. Hubo muchas variedades y formas. Sí, hubo un tratamiento diferencial entre secuestrados hombres y mujeres, evidentemente.”

Silvia Labayrú declaró desde la embajada argentina en España. Su testimonio se escuchó a través de una pantalla en la sala de Comodoro Py donde se sigue el juicio a los marinos. Ella estuvo un año y medio en la ESMA y su imagen es recordada por muchos sobrevivientes. Estaba embarazada y era “la secuestrada más joven”, como ella misma se nombra. Cuando cayó, en diciembre de 1976, no existía todavía la “pieza de las embarazadas” y los marinos la pusieron en una de las cuchas del tercer piso, con el resto de los detenidos. Un día eso cambió. Uno de los guardias se acercó hasta el pañol de la ESMA y sacó de ahí una de las camas robadas en los operativos de secuestro. “La imagen era felinesca”, dijo Martín Gras hace unos meses, en su declaración más reciente. “En medio de todo eso apareció una cama de bronce tipo cama de la abuela, y ahí estaba una postal del embarazo en medio de Capucha.”

Silvia dio a luz a una niña “diezmesina” en la ESMA. No la trataron médicamente en todo el embarazo. En el parto la asistió el obstetra Jorge Magnacco y la ayudaron dos detenidas. Fue obligada a realizar trabajo esclavo y entre otras tareas la obligaron a presentarse como la hermana de Alfredo Astiz cuando se “infiltró” entre las Madres de Plaza de Mayo y el grupo de familiares que se reunía en la iglesia de la Santa Cruz, doce de los cuales fueron secuestrados y desaparecidos en la ESMA. Silvia, que ya declaró numerosas veces, respondió preguntas sobre temas pendientes. Mencionó a muchas víctimas que vio en el centro clandestino, entre ellos a Dagmar Hagelin. Lanzó por primera vez una denuncia sobre tareas de inteligencia del GT entre funcionarios de la Embajada de Estados Unidos y también habló del ser mujer en la ESMA como si fuese la primera vez.

“¿La pregunta es si eso era cotidiano? Sí, lo era. Tuve conocimiento de muchos casos, el uso del cuerpo de las mujeres como ‘botín de guerra’ fue bastante evidente y cotidiano. Tuvo diversos formatos, desde las violaciones más clásicas al ’chantaje sexual’. Hubo violaciones continuas en Capucha City a secuestradas sobre las colchonetas. Desde esos casos hasta distintas modalidades de abuso, de apropiación de los cuerpos de las secuestradas, de una más que de otra, porque hacían su selección personal.”

Dagmar

Uno de los tramos importantes de su testimonio fue sobre Dagmar Hagelin. Dagmar tenía 17 años cuando fue secuestrada. Era de nacionalidad sueca, su caso despertó las protestas de la comunidad internacional y pese a ser muy nombrada por los sobrevivientes, son pocos los testimonios directos que existen para situarla en ese lugar. El testimonio de Silvia no sólo es importante porque la vio en el CCD, dicen los fiscales, sino porque además mencionó una prueba directa sobre Alfredo Astiz y el momento del “traslado” de Dagmar.

“La vi en la ESMA y la conocí fuera de la ESMA unos meses antes de caer porque ella militaba en la zona oeste de la provincia (de Buenos Aires) junto con mi cuñada María Cristina Lennie”, explicó. La madre de Dagmar y su pareja eran jefes de la organización en la zona, dijo Silvia. Un día, María Cristina llegó con Dagmar a casa de Silvia porque estaba intentando esconderla y no tenía dónde dormir. “Cuando la llevaron herida a la ESMA, a nosotros nos tenían trabajando en unos cuartitos en el sótano, muy pequeños. Y en un momento en que se abrían las puertas de la enfermería, ella estaba sentada en la cama con un vendaje en la cabeza.”

Astiz les contó que participaron muchas personas en el operativo porque en realidad esperaban capturar a una de las dirigentes de Montoneros buscadas por el GT. Ellos sabían que ella tenía una cita en esa casa ese día. En la ESMA, Silvia dice que supo que aquella dirigente no acudió a la cita, sino que fue Dagmar, que era su secretaria. “Las dos tenían algún parecido. Dagmar también era rubia y cuando se acercó a la casa le dieron el alto y ella salió corriendo. Ahí Astiz le dio a la cabeza y un tiro la rozó. La capturaron, pero ella llegó a la ESMA consciente.”

Dagmar estuvo varios días en la enfermería. “Al poco tiempo se supo que era sueca y que su padre estaba haciendo reclamos internacionales y que era muy activo.” Acosta decía que se había armado un escándalo y aparentemente estaban en un dilema. Como consecuencia del disparo, Dagmar seguía consciente, pero perdía el equilibrio. El GT la llevó a una habitación. “Lo que escuché es que tenían la opción de liberarla o trasladarla, lo que todos sabemos lo que significa. Al cabo de un mes, un día nos dijeron que se la llevaron y no volvimos a saber nada más.” Durante todo ese tiempo jamás le hicieron otros tratamientos ni la llevaron a un hospital.

Derian

El dato político más significativo fue la denuncia sobre la infiltración del GT entre funcionarios de la Embajada de Estados Unidos. Silvia seguía hablando detrás de la pantalla. “Había extrañas actividades de infiltración”, dijo ella cuando le preguntaron por la relación entre Cancillería y el GT. “Una vez me obligaron a participar de modo muy extraño, porque nunca entendí mi función, en una especie de operación de infiltración que era para perseguir o investigar actividades supuestamente de la representación de Estados Unidos en Argentina. Y también de Patricia Derian, que era la secretaria de Derechos Humanos.”

Derian era una de las funcionarias norteamericanas que impulsaba la inspección al país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

“En esos meses (Derian) hizo una visita a Argentina para investigar las violaciones de los derechos humanos. Y esto en el Grupo de Tareas levantaba ampollas y les parecía intolerable, y se hizo una acción de infiltración”, explicó. “Me obligaron a ir a la embajada argentina, había colas de personas que querían entrevistarse con ella. Ellos hacían relevamiento de la zona y de las personas en las colas. Habían concentrado la actividad en manos de civiles, entre ellos del ‘teniente Vaca’ (Gonzalo Torres de Tolosa), creo que era abogado y una mujer, que creo llamaban María Elena, de unos 30 años, muy bella y de un alto standing social, y organizaban cómo iban a ser las actividades de infiltración en torno de la embajada y en torno del embajador. Participaba en estas actividades el teniente Astiz.”

El rol de Vaca fue otro de sus aportes. La defensa viene diciendo que el único dato que existe para imputar al abogado y civil Gonzalo Torres de Tolosa es el libro de Scilingo, y como Scilingo es imputado no sirve. El testimonio de Silvia lo ubica en medio del GT como cualquier operativo: “Era una persona gruesa. Corpulento pero bajo. El me entró a la ESMA a mí. Varias veces. Era alguien muy cercano a Acosta. Entraba y salía de la ESMA” y aclaró mas tarde: “Como si fuera miembro del GT”.

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