EL PAíS › OPINION
La previsibilidad de la historia, todo un problema. El papa Francisco, un ejemplo adecuado. Repaso de sucedidos de 2013, tendencias y albures. Escenarios de política económica para el verano. La paritaria docente, un desafío que se renueva. Las convenciones colectivas, el arranque. Relación entre la Nación y las provincias, un primer pacto. Y algo sobre el Mundial.
› Por Mario Wainfeld
La abdicación de Benedicto XVI y la asunción del papa Francisco estuvieron entre los hechos históricos más relevantes del año pasado. Por ahí fueron los más importantes, el tiempo ayudará a calibrarlo mejor. En cualquier caso (que se sepa), nadie los vaticinó. Los escenarios más calificados y variados para el 2013 ignoraban tamaños sucesos. Es un buen ejemplo tomado de la vida real para graficar qué difícil es hacer presagios. La pluri causalidad, la dialéctica, las limitaciones de los analistas... todo empaña las bolas de cristal.
Hay periodistas especializados en economía que se hacen un picnic cuando llegan las fiestas de fin de año evocando los anticipos fallidos y hasta ridículos de un selecto conjunto de gurúes. Para Página/12 ese irónico repaso es una tradición.
Sin embargo, lo que llamamos realidad no es puro azar ni mero caos. Las tendencias pueden delinearse con antelación, aunque sin certezas absolutas. Llamamos “escenarios” a esos diseños generales.
Una vez producidos los hechos (incluyendo a los ignorados por los profetas) es factible desentrañar la lógica que los desencadenó, en todo o en parte. Ese ejercicio, imprescindible intelectual o políticamente, se menoscaba con el mote de “diario del lunes”. Los susodichos diarios, caramba, son imprescindibles para reflexionar, recapitular y obrar.
Con el diario del lunes o con los posteriores al 31 de diciembre puede repasarse lo que pasó en el año, con su variada carga de previsibilidad.
Así por ejemplo, las elecciones en países vecinos de América del Sur corroboraron los escenarios más factibles. Las victorias de los presidentes Rafael Correa y Michelle Bachelet eran la hipótesis más posible. Podía fallar, claro... esta vez no ocurrió. En Venezuela la secuencia fue más zigzagueante. El fallecimiento del presidente Hugo Chávez era una tragedia esperable, su fecha un alea. Nicolás Maduro se impuso en las presidenciales por menos margen que el que se suponía pero en los comicios locales de fin de año mejoró su distancia respecto de la oposición.
En Argentina era clavado que el Frente para la Victoria (FpV) no podía conseguir los votos necesarios para tentar la reforma constitucional. Debía ganar dos elecciones: la parlamentaria por un margen amplio y la de la eventual Convención Constituyente con mayoría absoluta. El sabó no contenía esas barajas, aunque hubo muchos que se entretuvieron o sacaron ventaja agitando esa quimera.
El veredicto popular en las parlamentarias, en cambio, sorprendió lo suyo. El oficialismo no tenía cómo repetir los guarismos de 2011, estaba “condenado” a bajarlos. Pero sí podía aspirar a una suma total mayor a la que obtuvo, a primar en más provincias, a ganar en Buenos Aires. Las victorias de la oposición en Capital, Santa Fe o Mendoza eran altamente posibles. La irrupción y la cosecha de Sergio Massa no estaban escritas de antemano. El kirchnerismo mantuvo la primera minoría de los apoyos y el control del Congreso, pero sufrió un revés que hubiera sido evitado con honores logrando 4, 5 o 6 puntos porcentuales más en el acumulado nacional. Esos márgenes, aunque no tremendos, pueden ser decisivos. La política fluctúa con cambios en los bordes.
Absolutamente azarosos fueron los padecimientos de salud de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, que la alejaron de la campaña y de la gestión, motivando un ulterior cambio de estilo en el manejo del gobierno. Demarcan virajes e hitos para los dos años venideros: surgieron de improviso, consecuencia de un albur.
Las trágicas inundaciones en Buenos Aires no figuraban en ninguna agenda. Los problemas por la falta de suministro de energía eléctrica, en cambio, se podían ver venir en general aunque se ignorara su causa más inmediata: las temperaturas record.
Las vicisitudes de la política económica y social no estaban inscriptas en la piedra pero sí comprendidas en cualquier cuadro de situación sensato.
La huelga feroz de policías provinciales fue toda una novedad pero sus causas son consabidas y se remontan a muchos años atrás. Hoy día, forman parte del paisaje del porvenir.
Alertados con estos datos, tentemos un esbozo de algunos aspectos centrales de la política doméstica este verano. No para augurar qué pasará, con minucia. Sí para consignar que algo pasará respecto de esos temas.
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Ejes del verano: Los primeros pasos y resultados del nuevo equipo económico, las negociaciones colectivas (en particular las de los docentes en sus dos niveles) y la situación económico-financiera de las provincias serán comidilla de todo el año, arrancando ya a todo vapor.
Las variables económicas de los primeros años del kirchnerismo eran toda armonía y sinergia: las constelaciones se ordenaban bien, por así decir. Ahora, el cuadro es otro. Antaño, el incremento del Producto Bruto Interno (PBI) redundaba en mejora de la balanza comercial... ahora eleva más las importaciones que las exportaciones. La inflación sostenida durante muchos años genera tensiones crecientes. Las reservas bajaron mucho.
El acuerdo de precios es un primer test para Economía. Tiene un formato distinto a medidas tomadas en el anterior tramo de la administración: mayor sofisticación, acaso “más Estado” y menos personalismo de funcionarios. Pero un gobierno estable siembra sobre tierra que él mismo aró: los jugadores grandes o pequeños y la gente de a pie conservan memoria de lo anterior, tienen reflejos condicionados, disponen de un haz de triquiñuelas o respuestas. Sus expectativas no nacen de cero, ni mucho menos.
En ese contexto y, como es regla desde 2003, la puja distributiva será un núcleo central. “Adivinarlo” es bastante más accesible que intuir el advenimiento de Francisco. Pero proyectar en detalle su desarrollo es, de nuevo, peliagudo.
La existencia de instituciones estables, con su cadencia de reglas y tiempos prefijados, facilita la tarea. En Argentina hay convenciones colectivas regulares desde hace diez años, todas con aumentos de salarios. Es el país de la región con más trabajadores sindicalizados, por abrumadora distancia. Cuando se comparan institucionalidades se suele subestimar a éstas que son relevantes para amortiguar las injusticias del sistema capitalista. Es adecuado alabar cómo platica el presidente Sebastián Piñera con su opositora Bachelet tras las elecciones. Y remarcar las diferencias con la política argentina. El cuadro exige ser completado repasando otras aristas de la institucionalidad: por ejemplo la amplitud de la educación pública o de los derechos de sindicatos y trabajadores.
No todo son rosas en estas pampas. Los trabajadores informales son un tercio de la clase, cifra estática desde hace años. Un punto de crecimiento del PBI no mueve mucho la respectiva aguja...
El tironeo con la inflación es una preocupación constante. Desde hace dos años, por lo menos, el Gobierno ansía “bajar la nominalidad” de los aumentos, tras un 2011 muy expansivo. No se estipula un techo inamovible para las paritarias, como explica el ministro de Trabajo Carlos Tomada año a año. Sí hay un afán de contener “remarcaciones” de todo tipo, que se torna ilusorio mientras aumenten los precios de artículos de primera necesidad o de los suntuarios a los que acceden los laburantes más aventajados.
Las convenciones colectivas germinan más en otoño que en verano, pero los aprontes y declaraciones las anteceden bastante. Se alardea, se regatea de antemano.
Usualmente el puntapié inicial, el primer caso testigo es la paritaria nacional docente. Esta vez la anticiparon los conflictos policiales en casi todas las provincias. Con métodos imbancables se consiguieron incrementos acaso justos pero mal paridos y cerrados peor. A poco andar, se advierte que muchos están desacoplados. En Chaco, el gobernador Juan Carlos Bacileff Ivanoff anunció que no se podrá cumplir lo firmado porque los agentes ganarían más que los suboficiales. En Entre Ríos también se bosqueja una renegociación, que los uniformados comienzan a resistir.
Como fuera, el listón se subió desde modo inédito y antes que de costumbre.
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Reparación y entuertos: Uno de los flagelos del modelo neoliberal fue la provincialización de funciones sociales y educativas, de prepo y sin correlato en reasignación de recursos. La paritaria nacional docente surgió como reclamo de los gremios del sector que se plasmó en la etapa kirchnerista. Es un mecanismo complejo, que combina dos niveles de negociación: el nacional establece un piso para todos los maestros argentinos.
Es una flor de invernadero muy difícil de conservar. Como en tantas facetas funcionó de modo bastante satisfactorio en los primeros años. En los dos más recientes no hubo acuerdo entre el Estado nacional y las cinco centrales sindicales que se acodan a la mesa: cuatro responden a la CGT mientras la Ctera reporta a la CTA que lidera Hugo Yasky.
Las tratativas no llegaron a buen puerto, la salida legal aunque desdichada fue un laudo de la autoridad política que dejó disconformes a todos. Se viene, entonces, de dos fracasos sucesivos, un tercero sería aciago.
La secuela del mal acuerdo fueron tensas negociaciones en las provincias y una seguidilla de paros que afectaron el año lectivo en muchas de ellas.
La intención de las partes es evitar que se repita: no será sencillo.
La experiencia alecciona, por eso en el Palacio Sarmiento se piensa en renovar los mecanismos. En 2013 el acuerdo nacional dejó a los maestros rezagados detrás de los compañeros estatales de la Unión de Personal Civil de la Nación (UPCN). En 2014 arrancan muy debajo de los policías.
La inflación se ha reconocido siempre en los hechos aunque no en las palabras. De ahí que hayan quedado en el desván hipótesis de acuerdos bianuales, insostenibles en la coyuntura. Por el contrario, el oficialismo analiza con más atención la hipótesis de plasmar un convenio semestral, revisable en su momento. La contrapartida tan enojosa como pragmática sería la reapertura a mediados del año. La ventaja tendría el discreto encanto de lo accesible e incluiría iniciar el año lectivo en condiciones relativamente normales.
Las tratativas arrancan a tranco lento, sin que haya plenarios prematuros, muy condicionados por la necesaria sobreactuación de los paritarios y la presión de los medios. El calendario deseado por el Gobierno es cerrar trato, con acuerdo, a más tardar el 20 de febrero.
La pelota pasaría a las provincias, cuyos gobernadores claman por las dificultades. Buenos Aires, como es de manual, es el territorio con más problemas (aunque a ninguno le faltan), por su tamaño y por su asfixia financiera.
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Destreza, fortuna y otras yerbas: El 2012 amaneció con el magnicidio del gobernador rionegrino Carlos Soria, a manos de su esposa. La vida privada incidió en la esfera pública, de modo terrible e inopinado. Un “cisne negro” de aquellos, con secuelas formidables en la vida política provincial. Imprevisible, acaso único. No deja aprendizajes colectivos ni escarmienta para el futuro.
El atentado contra el gobernador santafesino Antonio Bonfatti es, en cambio, un síntoma sistémico. Por eso introdujo por primera vez al narcotráfico como ítem de campaña y será un punto central en las políticas públicas.
Pasemos un poco al fútbol, para aliviar la síntesis sin renegar del mensaje. El gran año del papa Francisco coronó con el campeonato obtenido por San Lorenzo. Vaya a saberse si fue mera casualidad, un milagro direccionado o la suerte que acompaña a quienes están con buena estrella. Nicolás Maquiavelo, el gran precursor, discurría sobre la alquimia entre las destrezas del Príncipe, la fortuna, las reacciones del pueblo. Las combinaciones no excluyen el viento de cola o las temporadas de sequía pero el núcleo de la legitimidad es la capacidad de quienes gobiernan. En sistemas democráticos se la pone a prueba a diario, los mandatarios revalidan (o no) minuto a minuto.
¿Será este el gran año de la Selección y de Lionel Messi? Se develará a partir de junio, un mes que puede distender un poco, si los resultados se van dando bien. Los conocedores explican que solo un puñado de equipos (por ahí seis de los veinticuatro, ocho como mucho) tienen posibilidades ciertas de salir campeones. A los demás les queda la fantasía de un batacazo entre imposible o improbable. Pero discernir a priori un campeón seguro aun entre los favoritos se emparienta más con la timba que con la ciencia. Habrá que esperar que ruede la pelota y ver cómo juega cada cual.
Quieras que no, esta columna discurre sobre eso, en otras ligas.
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