Dom 05.01.2014

EL PAíS

Entreveros de provincias

El nombramiento de Jorge Capitanich como jefe de Gabinete confortó a los gobernadores, “del palo” u opositores. Muchos lo explicitaron, otros callaron por razones tácticas pero, en general, un ministro jefe con mayores competencias delegadas es una buena nueva para ellos. La condición de gobernador allana el trato, permite dialogar en un dialecto común con quien conoce el paño y los problemas.

Claro que de política e intereses hablamos: las buenas reuniones son solo un prerrequisito valioso. El primer encuentro se celebra, al segundo se llega con números y “deberes hechos”, se saluda la continuidad. La tercera vez, como mucho, surge la pregunta consabida de los intercambios, que los peronistas sintetizan en una frase-slogan: “¿dónde está la mía?”.

El pacto de refinanciación con quita de la deuda de las provincias al fisco nacional es un buen comienzo práctico. En su momento, el Estado nacional ayudó a todos los territorios a cancelar las cuasi monedas, con un esfuerzo financiero notable. La deuda es sideral, se ha venido regulando durante los gobiernos kirchneristas.

Ahora se firmó un plazo de gracia de tres meses, que posibilita “pasar el verano” en un país donde el corto plazo gravita por demás. Y se rediseñan los pagos ulteriores, que los “gobernas” aspiran a seguir pedaleando.

Salvo el cordobés José Manuel de la Sota, aficionado a mostrarse díscolo, los gobernadores valoraron la movida. Se sumó el único radical-radical que sobrevive, el correntino Ricardo Colombi, aunque sin privarse de agitar el espantajo de volver a emitir una cuasi moneda local... después de marzo.

El gobierno nacional resucitó una cláusula que existía en el acuerdo original, que es auditar los manejos y las cuentas locales. A los ojos del cronista no es una facultad exorbitante aunque su cumplimiento es endiablado y jamás se ejercitó a ultranza.

Los gobernadores rezongan por la injerencia central, mientras cosechan los beneficios del convenio.

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La etapa es ardua para “el interior”. El resurgir de las economías regionales ulterior a 2002 o 2003 ha sufrido vicisitudes arduas. En un primer momento resultaron muy rentables las exportaciones de comodities de todo tipo, sin alcanzar jamás los réditos de la soja pero bastando para mejorar las economías locales. Los márgenes se han estrechado. El primer reflejo fue culpar a la supuestamente baja cotización del dólar. La crítica debió ser, por lo menos, incompleta ya que tras una devaluación anual superior al 30 por ciento persisten muchos de los problemas. En ese terreno, como en tantos el devenir del “modelo” exige soluciones complejas, de “sintonía fina”, irreductibles a una sola variable.

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Desde 2003 los gobernadores e intendentes han ejercido amplia supremacía electoral, tendencia que, claro, reconoce excepciones. Desde 1989 en adelante ser gobernador es un escalón fantástico para acceder a candidaturas presidenciales con chances. Aun en el variado tablero de las parlamentarias de 2011, la condición de local primó en las competencias, mucho más que en el Fútbol para Todos.

Cada provincia es un mundo que el mapa electoral ayuda a desentrañar un poco. En trazos gruesos, el empleo público y sus estribaciones “se comen” una ración alta de los respectivos presupuestos. El 2014 arranca difícil, tras la extendida sedición policial que convulsionó a la sociedad y al esquema salarial común. Reacomodarse será un karma cotidiano, las tratativas con los docentes vienen con una carga adicional.

De cualquier forma, la hipótesis de este cronista es que, en principio, no habrá rebeldías, “ligas federales” ni fugas en masa de los dirigentes del Frente para la Victoria. “En principio”, pues depende del desempeño económico del gobierno nacional, de un new deal con las provincias, de atender (no sin pulseadas ni conflictos) a las demandas territoriales.

Hay un interés compartido en mantener la gobernabilidad, en la que se asienta la legitimidad de todos los gobernantes. La enunciación incluye a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y a los que lideran las provincias. El federalismo real es muy complejo, plagado de artimañas y zonas de tensión pero el interés nacional y el destino común existen.

En suma, cuando de política democrática se trata no todo es jugar al TEG, dibujando alianzas o secesiones en un tablero. Uno es el territorio nacional, una es su población sí que atravesada por desigualdades regionales y sociales que se han reconfigurado en la última década sin desaparecer.

La estabilidad y el manejo de las riendas del Estado han sido el recurso de los gobernantes, de sus desempeños depende mantener la estabilidad. No es sencillo pero hay convergencia de intereses... hasta un punto.

Desde luego, ese escenario está sujeto a todas las peripecias de la realidad, previstas de antemano o surgidas del azar o lo inesperado. Y la hipótesis del cronista, aun con su grado de condicionada y relativa, expuesta a todos los riesgos que acechan a los vaticinios, mencionados en la nota central.

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