EL PAíS › OPINION
› Por Alfredo Zaiat
El frente externo y su exteriorización en el mercado cambiario es un escenario de mucha tensión, y lo seguirá siendo. No es novedad para los dos gobiernos de CFK. En el primero y en la mitad del segundo convive con una corrida permanente. La pérdida de reservas por más de 90 mil millones de dólares en esos seis años fue financiada en gran parte con el superávit del comercio exterior ante el casi nulo acceso al mercado voluntario de crédito internacional. A lo largo de ese período, coincidentes con el despliegue de una aguda crisis internacional en las potencias que aún perdura, el panorama externo fue desmejorando por la confluencia de un menor dinamismo exportador, aumento de las importaciones –en particular las energéticas–, mayor flujo de divisas por turismo al exterior y el pago de deuda con reservas. El año pasado hubo además retención de cosecha, especulación de las grandes exportadoras de cerealeras, adelanto y sobrefacturación de importaciones, y la autorización de un mayor giro de utilidades al exterior. La tendencia para los dos últimos meses del año pasado posteriores a las elecciones de medio término orientaba a una aceleración de la pérdida de reservas y desborde en la cotización del denominado dólar blue. Era la apuesta-deseo de consultores de la city y de sectores del poder económico. El nuevo equipo económico ganó esa primera pulseada crucial para la estabilidad con una batería de medidas financieras y cambiarias. El triunfo provisorio de la troika Kicillof-Capitanich-Fábrega lo reflejan los propios medios dedicados a exacerbar expectativas negativas cuando dejaron de publicar la evolución de las reservas en primera plana desde que dejaron de caer, se estabilizaron y comenzaron una lenta recuperación. En el comienzo del nuevo año el frente de batalla se trasladó al dólar blue.
La cancelación de vencimientos de deuda con reservas es una medida que permite ampliar los márgenes de autonomía de la política económica, además de la optimización financiera de recursos públicos. El último informe de FIDE hace una estimación del costo de intereses adicionales que hubiera implicado cambiar esa estrategia por la recomendación de la ortodoxia de regresar al mercado de deuda a lo largo de 2013. Indica que la tasa de interés que hubieran exigido acreedores privados para suscribir deuda argentina no habría bajado del once por ciento en dólares, en base al riesgo país calculado por el Banco JP Morgan, mientras que las colocaciones de reservas en la banca internacional perciben una remuneración de apenas el 0,25 por ciento anual. El documento ofrece entonces cuál hubiera sido el recorrido de matriz ortodoxa: “tomando nuevos préstamos para atender los vencimientos, el stock de la deuda pública no habría bajado, el nivel de reservas tampoco y los pagos anuales por intereses, de ahora en más, se habría incrementado en unos 1600 millones de dólares”.
Debería bajar bastante el riesgo país, que el viernes se ubicó en 793 puntos, para que el regreso de Argentina al mercado de crédito voluntario no sea una pesada hipoteca a futuro.
La política de desendeudamiento de todos modos ha sido el año pasado una exigencia máxima ante las tensiones en el frente externo detalladas arriba. Se requiere entonces eludir un abordaje superficial de lo que sucedió con las reservas para no adjudicar a la gestión de Mercedes Marcó del Pont al frente del Banco Central la responsabilidad por la salida de dólares porque, como destaca el informe de FIDE, si se transita ese sendero “automáticamente –como una cosa trae la otra– se aconsejaría volver al mercado financiero privado para tomar préstamos que permitieran atender los servicios de los próximos ejercicios y fortalecer ese stock”. En el año que acaba de terminar, el 70 por ciento del retroceso de las reservas es explicado por la utilización de dólares acumulados en el Banco Central para pagar deuda. Hasta en el último día hábil de 2013 hubo pago de deuda: la entidad monetaria con la nueva conducción de Juan Carlos Fábrega desembolsó 527 millones de dólares por intereses del bono Discount.
Dadas las condiciones del frente externo y las consiguientes presiones en el mercado cambiario local, el equipo económico busca activar otras fuentes de ingreso de dólares para eludir las exigencias de tasas altas de acreedores privados para prestar. Trabaja en ese sentido por varias vías:
- Incentivando una mayor liquidación de divisas del complejo agrario,
- fomentando el aumento de las exportaciones,
- intensificando la sustitución de importaciones además de limitaciones ordenadas a las ramas automotriz y electrónica de Tierra del Fuego,
- apostando al ingreso de capitales para la compra de acciones y bonos debido a sus atractivos rendimientos,
- esperando la movilización de los miles de millones de dólares billetes existentes en la plaza local,
- buscando el financiamiento externo para obras de infraestructura públicas y también privadas,
- prorrogando el blanqueo de capitales para seguir tentando inversiones vía el Cedin y el Baade, y
- recibiendo los dólares por la colocación de deuda de YPF, además de capitales de petroleras para participar de la explotación del yacimientos de hidrocarburos no convencional Vaca Muerta.
Este camino heterodoxo de alejar la restricción externa (escasez de divisas), que irrumpe en ciclos de crecimiento elevado en una estructura productiva desequilibrada (sector primario proveedor de dólares y sector industrial demandante de esos dólares), viene acompañado con movimientos del Gobierno dirigidos a mejorar la relación con los organismos multilaterales de crédito: negociación para cerrar el default con el Club de París, nuevo Indice de Precios al Consumidor en línea con la exigencia del FMI, además del muy probable regreso de la revisión anual de la economía bajo el Artículo IV de esa institución, la cancelación de deuda por juicios perdidos ante el Ciadi, tribunal arbitral dependiente del Banco Mundial y acceso a línea de créditos del BID y el BM. Otros dos capítulos de ese flanco son el acuerdo de indemnización con la española Repsol por la estatización de YPF y la negociación con los fondos buitre iniciada por otros fondos buitre amigos de Argentina para cerrar la historia del default, mientras el país continúa la batalla jurídica, quedando la última carta ante la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos.
Con este conjunto de iniciativas el equipo económico está abordando las urgencias de la coyuntura para evitar una crisis del sector externo, que reconoce cuestiones históricas. Para acercarse a esta cuestión crucial esquivando las visiones pesimistas, algunas genuinas y otras intencionadas, viene al rescate una nota publicada por Matías Vernengo en el blog “Naked Keynesianism”, que plantea el interrogante “¿Argentina está al borde de una crisis externa?”. El economista argentino de la Universidad de Utah, Estados Unidos, descarta esa situación por varias razones. Explica que el superávit de la cuenta corriente ha disminuido hasta registrar un signo negativo, pero equivale a apenas el cuatro por ciento de las exportaciones. Porcentaje que está lejos de ser “desesperado” al considerarlo muy por debajo de los niveles de crisis, cuando el déficit de cuenta corriente es superior al 60 por ciento de las ventas externas. Describe que parte de la ansiedad se asocia a la caída de las reservas del Banco Central de poco más de 50 mil millones de dólares en 2011 a unos 31 mil millones, stock que “tampoco está en un punto crítico”. Propone una combinación de controles de cambio (“que han estado en vigor y no han sido particularmente eficiente”, critica) y mayores tasas de interés para detener los flujos de salida. Como no prevé un default técnico por la demanda de los fondos buitre, un shock externo por el empeoramiento de la crisis en Estados Unidos y Europa seguido de un reflujo de capitales de los denominados países emergentes, y ni una fuerte caída de los términos de intercambio que provocaría el descenso del valor de las exportaciones, considera muy poco probable una crisis de la balanza de pagos en Argentina. Por el contrario, estima que el escenario internacional esperable es una lenta recuperación en los países centrales, con cantidades significativas de liquidez global y mantenimiento de los precios de las materias primas. Para Vernengo, “el problema de Argentina, como también para muchos países de la región, es la estrategia de desarrollo de largo plazo, y no el equilibrio de corto plazo de la balanza de pagos”.
El informe de FIDE transita esa misma línea aconsejando que “muchas veces el relumbrón de un fenómeno económico (reservas y dólar) oculta que, por debajo de hechos en apariencia evidentes (la escasez de divisas), laten otras tendencias que deben ser tenidas muy en cuenta (la Estructura Productiva Desequilibrada) para entender mejor lo que está ocurriendo en la superficie y, en consecuencia, no errar a la hora de establecer el diagnóstico y tomar las decisiones correctas de política económica”.
Esto significa superar la dependencia de las divisas provenientes de exportaciones de productos primarios junto a la necesidad de diseñar una política de sustitución de importaciones articulada con el objetivo del desa-rrollo industrial para que el frente externo deje de ser un limitante del espacio político de gestión de los gobiernos.
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