EL PAíS
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Brinzoni: ser y parecer
Por Ernesto López *
El domingo pasado, los lectores de Página/12 nos enteramos de un nuevo paso en falso del general Brinzoni. Miguel Bonasso informaba en una nota, que el general, en una reunión con el banquero Werthein, había criticado con dureza al presidente Duhalde y había anticipado la disposición del Ejército a intervenir en la represión de eventuales desbordes sociales. Brinzoni –y Werthein– reconocieron posteriormente que la reunión había existido, pero negaron el contenido que le había adjudicado Bonasso. Versiones tan encontradas sobre el mismo hecho, abren densas nubes de sospecha, que al tenor de la información disponible hoy, uno no tiene más remedio que almacenar en su fuero interno.
Pero más allá de los dimes y diretes, lo que sí puede externarse es la preocupación por la equívoca concepción que Brinzoni parece tener sobre su función. ¿De dónde sacó que dentro de sus tareas está recibir a cualquiera que le solicite audiencia? Es difícil creer que mandar de visita al entonces secretario general de la fuerza a la CGT o concederle una entrevista a Menem es, apenas, el inocente fruto de una política de puertas abiertas. Tan difícil como aceptar que detrás de su decisión de hacerse representar por un abogado neonazi, hubo sólo ingenuidad.
Y ahora Werthein. Justo cuando el centroderecha viene pidiendo pista “a paso redoblado, tambor batiente y banderas desplegadas”, con la obvia intención de imantar a los uniformados. Son demasiadas casualidades.
Brinzoni, como la mujer del César, tiene que ser y parecer. En un contexto como el actual debería parecer más, todavía. Debería cuidarse como de mearse en la cama, a riesgo, si no, de confirmar todas las sospechas.
Tengo la impresión de que su crédito llegó al límite: tenemos ya suficiente con la densidad de agujero negro de la crisis de la política nacional, como para además tener que soportar de buen grado las veleidades de un general.
* Especialista en sociología militar.