EL PAíS › REPORTAJE A ALDO FERRER
› Por Javier Lewkowicz
El viernes por la noche, después de la agitación de las últimas jornadas, Aldo Ferrer recibió en su casa a Página/12. “Hay una crisis de expectativas”, advierte, y sugiere anunciar mesura en el frente fiscal y monetario. Ferrer propone recuperar la confianza del ahorrista local más que pedir préstamos en el exterior y sugiere que la devaluación podría no tener un impacto tan directo en la inflación.
–¿Cómo evalúa la serie de iniciativas que el Gobierno tomó en el último tiempo?
–La respuesta del Gobierno a través de los controles y el blanqueo no dio resultados. Finalmente se entró en esa política de ajuste gradual del tipo de cambio a una velocidad mayor que el aumento de precios y, por último, los últimos días este salto tan grande, que refleja el reconocimiento de que era imposible seguir administrando un tipo de cambio sobrevaluado en condiciones de restricción externa y pérdida de reservas. La escasez de divisas fue agravada por la apreciación cambiaria prolongada y por una situación macro que se fue deteriorando. Esta crisis de expectativas se monta sobre una situación real de desequilibrio, pero coexiste con una economía real que está desendeudada, tiene un nivel de actividad y de empleo relativamente alto, hay un escenario de exportaciones relativamente bueno, estabilidad institucional, división de poderes.
–¿Cuál es el riesgo?
–Me parece que en esta circunstancia vuelve a aparecer el conflicto del proyecto de país. Porque desde la perspectiva neoliberal, esto es el resultado de haber hecho una política de otro signo. Y entonces esto le va a dar mucho espacio a la crítica neoliberal y también a la externa, porque la forma en que la Argentina resolvió su tema de deuda externa despertó un gran resentimiento en los mercados financieros. El tema está en cómo se da una respuesta a esta situación de una manera consistente con un proyecto industrial, de inclusión social, de reafirmación de la soberanía. El riesgo es que sigan perdiendo reservas, que no se estabilice el mercado y que se descontrole la negociación salarial. Creo que esta situación exige un replanteo del manejo de la restricción externa. Hay todo un tema de manejo político, de diálogo. Hace falta establecer una plataforma más amplia y consensuada.
–¿Cuál debería ser la estrategia económica a seguir en este escenario?
–En primer lugar, esto no se arregla con controles. Los controles son necesarios, pero sirven cuando la situación macro es consistente. Los controles en una situación de de-sequilibrio generan un cuadro que no se compadece con una situación de economía de mercado. Yo creo que ahora tiene que haber una estrategia de fortalecimiento de la macro en el campo fiscal y monetario. Hay problemas de subsidios, no de exceso de gasto público, pero sí de calidad del gasto, ha habido un aumento de la presión tributaria que no es exagerada pero que tiene un límite.
–¿Esas medidas fiscales no serían recesivas?
–No necesariamente, porque esa idea de seguir bombeando el gasto cuando la economía funciona en altos niveles de actividad tampoco se justifica, además en una situación de restricción externa. Yo diría que el problema acá no es el nivel de actividad. El riesgo es el desorden. Que esto se descontrole. Y en materia cambiaria, una posibilidad es desdoblar el mercado: tener un mercado para las transacciones financieras y turismo, un dólar que lo vaya determinando el mercado, y otro mercado comercial controlado con la intervención del BCRA. Y tratar de lograr algo que para mí es alcanzable: el reingreso de fondos de residentes que están fuera del circuito, en el colchón o fuera del país. Hasta ahora eso fue difícil porque está muy confuso el sistema. Un manejo adecuado del régimen cambiario en materia financiera, el incentivo a depósitos en dólares con una tasa de interés atractiva, pueden estimular el reingreso de fondos, frenar la fuga de capitales y configurar un escenario más positivo. Si la macro y la negociación salarial es prudente, es probable que el aumento de precios no absorba totalmente la devaluación y que haya una mejora de la competitividad.
–Una posibilidad que se baraja es conseguir crédito externo.
–El costo de ese apoyo del exterior es muy grande, tarda en llegar y ciertamente no es una solución resolver el problema de divisas con deuda, porque eso ya lo hemos vivido. Hay que tratar de normalizar la situación del Club de París, pero pensar que el problema se va a resolver por ahí es equivocar el camino. Yo pondría más énfasis en la recuperación de fondos argentinos que pueden ser atraídos a reincorporarse al sistema productivo. La confianza se puede recuperar. Hay muchísima más plata ahí que lo que podamos conseguir afuera pasando la gorra.
–¿Es esperable que la inflación suba?
–No lo sé, porque ahora con el régimen que había y con la percepción de la restricción externa, la inflación alcanzó el nivel más alto en los últimos tiempos. No necesariamente esto tiene que aumentar la tasa de inflación, que ya es muy alta. Es probable que parte del ajuste en los precios por el cambio en la paridad cambiaria ya haya sido incorporado porque en alguna medida el dólar paralelo influenció en el comportamiento de las firmas.
–¿Cuáles son los tiempos que se barajan en estas situaciones, en términos de decisiones políticas y respuesta en los agentes?
–Acá todavía hay espacio. No estamos en un nivel de desequilibrio masivo. Incluso el hecho de tener un bajo nivel de endeudamiento nos da un margen de maniobra. El riesgo es que la cosa se ponga tensa y entremos en un desequilibrio extremo. Pero los cambios de expectativas suelen ser bastante rápidos. Yo diría que si se logra configurar algo distinto, no me sorprendería que en un plazo relativamente breve se logre aplacar este escenario tan pesimista. Creo que es muy difícil pensar que esto se pueda alcanzar gradualmente. Esto no puede ser gradualista, tiene que ser un planteo orgánico que provoque un cambio en el corto plazo. Con medidas creíbles que no van a ser fáciles, porque implica reducir subsidios, ajustar precios. No se pueden construir el desarrollo y la inclusión social en el marco del desorden.
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