EL PAíS › OPINIóN
› Por Rodolfo Mattarollo *
Ha llegado a su fin el 28 de febrero último la Misión de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur) de solidaridad y cooperación con Haití, establecida en respuesta al trágico terremoto del 12 de enero de 2010.
Estuve a cargo de esta misión como representante especial de la Secretaría Técnica de Unasur en Haití. Fui designado, a propuesta de Néstor Kirchner, primer secretario general de Unasur y del presidente Rafael Correa Delgado, de Ecuador. Para facilitar el cumplimiento de mis funciones, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner me otorgó el rango de embajador.
Yo había estado antes en Haití, durante cinco años, del ’95 al 2000, por aquel entonces como director ejecutivo adjunto de la Misión Civil Internacional ONU-OEA en Haití (Micivih).
Para muchos defensores de los derechos humanos, la Micivih cumplió un papel casi legendario como sustento teórico y práctico del primer proceso penal por violación de los derechos humanos en la historia de Haití. Pero a ese gran logro siguió un retroceso. El proceso fue anulado por la Corte de Casación alegando motivos formales.
Al cabo de este nuevo período posterior al terremoto, en medio de la tragedia haitiana, se abre paso una profunda esperanza de que avancen en la demolición del muro de la impunidad los primeros que están llamados a hacerlo, los hombres y las mujeres de Haití.
En forma discreta o en forma abierta y pública, según las circunstancias, Unasur en Haití, realizando una interpretación activa de su mandato de “refuerzo institucional”, contribuyó decisivamente a posibilitar la investigación y eventual procesamiento de Jean Claude Duvalier, el último dictador paradigmático de la primera tierra tocada por Colón a su llegada al Nuevo Mundo –la isla de la Hispaniola– por crímenes de lesa humanidad, por su naturaleza imprescriptibles.
En efecto, la Cámara de Apelaciones de Puerto Príncipe acaba de fallar en ese sentido luego de una ardua y prolongada batalla política, jurídica, mediática y ética, cuyos resultados finales aún están sometidos a los fuertes ciclones de la política local. Me tocó decir más de una vez que esa lucha por los derechos humanos, de la que parte de Europa occidental fue en ciertos sentidos vanguardia después de la Segunda Guerra Mundial, ya bajo las dictaduras militares, la asumían diversos países sudamericanos.
Cuando la primera víctima de la dictadura de Duvalier se levantó de su sitio para prestar declaración en las recientes audiencias realizadas ante la Cámara de Apelaciones de la capital Puerto Príncipe, se hizo un súbito silencio que contrastaba con el ruido y el desorden alimentado por los abogados del ex dictador con anterioridad.
Ese silencio se prolongó durante la declaración que prestaba ese primer querellante en esta primera audiencia oral y pública y se pudo decir que, en ese clima de inesperada solemnidad y respeto, muchos de los presentes se sintieron tocados por la brisa de la historia. ¿Se estaría llegando por fin al umbral de la justicia en Haití?
* Ex embajador de Unasur en Haití.
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