EL PAíS
› OPINION
Otra vez con los demonios
› Por Luis Bruschtein
Si los guerrilleros que vinieron en la llamada contraofensiva hubieran muerto en enfrentamientos o hubieran sido apresados y juzgados en el marco de la ley, no tendría por qué haber militares o represores perseguidos por la Justicia.
En estos casos, lo que sanciona la Justicia es que los guerrilleros fueron secuestrados, torturados y desaparecidos, sus propiedades fueron robadas y muchos de sus hijos pequeños fueron arrebatados a sus familias para cambiarles la identidad y entregarlos a familias de militares.
En la lógica de las organizaciones guerrilleras, éstas concebían que estaban en guerra. Lo cual no significa que efectivamente hubiera un estado de guerra. Durante toda esa época, la guerrilla se esforzaba por ser reconocida como parte beligerante en un conflicto armado. Las Fuerzas Armadas, a su vez, les negaban rotundamente esa condición y las calificaban como “bandas armadas”. La represión a “bandas armadas” no significa una guerra. Durante esos años, las Fuerzas Armadas negaron que hubiera una guerra, incluso cuando la guerrilla tuvo amplio respaldo popular.
La idea de que estaban en una situación de guerra simplemente porque ellas la habían declarado, fue uno de los grandes errores de concepción de las organizaciones guerrilleras, al igual que el militarismo y el vanguardismo. Pero la guerrilla era sólo una expresión en el marco de un país altamente movilizado y politizado, con una larga tradición en los sectores populares de defensa de sus intereses y derechos. Esas luchas coincidían a veces y podían haber sido capitalizadas por las agrupaciones guerrilleras, pero sus concepciones las llevaron a un camino de aislamiento. Así, la represión a la guerrilla se convirtió en una excusa para disciplinar a todo el cuerpo social, desde la educación, la cultura, sectores de la Iglesia, los movimientos obrero, villero, estudiantil y campesino hasta los partidos políticos. Y el método fue el terror. La represión a la guerrilla fue parte de ese contexto y fue usada para difundir el máximo terror en todos los niveles.
La idea de los dos demonios enfrentados en una guerra sucia donde la mayoría de la población no tenía nada que ver, no es verdadera. La represión se dirigió a todos los niveles de la sociedad, incluidos los restos de una guerrilla que ya había sido derrotada políticamente antes del golpe. Toda la sociedad fue víctima del terrorismo de Estado.
Los comandantes empezaron a hablar de guerra sucia cuando advirtieron que debían retirarse del poder. Y en los juicios por violaciones a los derechos humanos se convirtió en su principal argumento, cuando en realidad se trataba de un concepto que siempre habían rechazado. Esa misma explicación sobre los dos demonios con que los represores intentaron justificarse fue absurdamente tomada luego por la sociedad civil por su debilidad para juzgar a los responsables de ese terrorismo de Estado del que había sido víctima. Es absurdo equiparar el terrorismo de Estado con la guerrilla. La guerrilla nunca tuvo la responsabilidad del Estado ni el monopolio de la fuerza pública ni la milésima parte del poderío militar del Estado. Y todo ese poderío fue aplicado, en cambio, por la dictadura sobre la sociedad civil para crear un estado de terror.
La detención de Roberto Perdía y Fernando Vaca Narvaja y el pedido de captura de Mario Firmenich, los tres sobrevivientes de la conducción de Montoneros, parece una forma de justificar la detención de los represores, sobre todo porque el motivo es bastante endeble ya que ninguno de los militantes que participaron en esa contraofensiva mesiánica fue obligado a hacerlo. Estas detenciones, en un proceso en el que se avanza en la declaración de nulidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y el juzgamiento al terrorismo de Estado, tienen el aspecto de una vuelta a esa famosa teoría de los dos demonios. La guerrilla fue usada como excusa para el golpe de Estado, después como excusa para la violación a los derechos humanos y finalmente como justificación para detener a los represores, y todo eso cuando ya había sido derrotada o prácticamente derrotada. Es totalmente falso justificar el juicio al Terrorismo de Estado equiparándolo con la guerrilla.