EL PAíS › UNA MUESTRA CON LA BúSQUEDA DE LA ABUELA MARíA ISABEL CHOROBIK DE MARIANI
En el hall de la Biblioteca Nacional se inauguró la exposición itinerante en la que hay fotos y cartas que cuentan la historia de Chicha Mariani y sus intentos por recuperar a su nieta, secuestrada durante la última dictadura.
› Por Ailín Bullentini
La foto de una beba recostada en una silla mecedora azul y blanca, cachetona, sonriente, protegida del sol por las ramas de un frondoso jardín, se repite en diferentes tamaños y formatos. Está ampliada y en tamaño carnet; encabeza almanaques y folletos; se convierte en postal, mural, portada de libros. Esa bebé, Clara Anahí Mariani Teruggi, congelada para siempre en sus tres meses de vida, es el denominador común de la muestra itinerante que lleva su nombre y que resume, en varios documentos, elementos y fotografías, el camino que su abuela paterna, María Isabel Chorobik de Mariani, recorrió para buscarla. Uno que aún no termina de construirse porque Clara Anahí, como otros 400 nietos arrebatados durante la última dictadura cívico militar, no aparece. La muestra itinerante llegó ayer al hall de entrada de la Biblioteca Nacional.
El recorrido en exhibición fue creado hace aproximadamente un lustro por miembros de la Asociación Anahí, el organismo de derechos humanos que Chicha Mariani fundó cuando se fue de Abuelas de Plaza de Mayo, espacio que ayudó a fundar. Su compañera incansable en esta nueva etapa fue Elsa Pavón, quien continúa a su lado. “La muestra es una forma más de intentar llegar a Clara Anahí. Con las fotos de ella de bebé, de su familia, deseamos llegar a ella donde quiera que esté”, introduce Pavón, quien asegura haber llevado la exhibición “por todo el país”.
Las fotos de Daniel Mariani y Diana Teruggi sonríen desde una tela, en blanco y negro que inaugura la exhibición. La misma tela aloja las fotos y los nombres de los otros cuatro hombres que fueron acribillados en la casa de la joven pareja, en la calle 30, en La Plata, por una patota de las “fuerzas conjuntas” de la última dictadura, el 24 de noviembre de 1976. Varias fotografías de aquella casa, del estado en que quedó tras el ataque, de las marcas de los tiros en la fachada y de los destrozos de su interior también testifican en el recorrido itinerante sobre aquel día en el que la nieta de Chicha, de sólo tres meses de vida, fue robada.
Los registros fotográficos son más amplios, ofrecen una ventana hacia el antes de aquel punto de inflexión trágico y otra hacia los años que vendrían. Dan cuenta de meses felices, cuando el nacimiento de Clara Anahí o los primeros arrorrós de abuela Chicha y abuelo José –el papá de Daniel–, y del aprendizaje en plena lucha, luego, con años venideros de marchas, encuentros con otras mujeres en la misma situación, el nacimiento de Abuelas, algunos viajes con el reclamo por los bebés robados por los milicos a cuestas.
Pero no sólo de fotos está hecha la muestra itinerante, que también cuenta con elementos testigo de la espera de la abuela. La máquina de escribir en la que Chicha tipeó las primeras cartas pidiendo por su nieta. Los pañuelos blancos que utilizó a lo largo de los pasos dados, algunos bordados, otros pintados a mano alzada, algunos de regalo, otros con ausentes ajenos y aún así tan propios. Las muñecas que compró, año tras año, con la esperanza de poder acompañar su niñez, envueltas en nylon transparente, fechadas y ubicadas geográficamente. Y, desplazada en tres gigantografías, la carta que esa abuela le escribió a esa bebé arrebatada, esperada, imaginada, al cumplirse cinco años de su nacimiento. “Clara Anahí, mi chiquita, hoy 12 de agosto es tu cumpleaños. Cumples cinco años, mi vida, y yo sólo puedo imaginarte”, afronta la realidad la abuela que no dejó de ejercitar jamás su imaginación. Son, hoy, casi 38 los años que lleva en ese plan, mientras el otro, el de la búsqueda incansable, no le devuelve negativos.
“Me sigue emocionando y sobrecogiendo como el primer día la búsqueda de Chicha. La ausencia de ella la siento injusta más que ninguna. Ha sido una leona buscando a nuestros chicos y la de ella nunca apareció”, confesó Pavón, que pudo reencontrarse con su nieta en 1984. Que ese pedazo de historia, aquel que cuenta el recorrido de Chicha y que grita desde allí mismo un constante “Clara Anahí, te estamos esperando”, sea exhibido en lugares como la biblioteca –lo hizo en centros culturales, espacios de organismos de derechos humanos– es importante para la búsqueda. “En lugares como éstos transita mucha gente, incluso de otros países. Y realmente no sabemos dónde está, por lo que es una puerta para que alguien más la vea o ella misma se reconozca de chiquita... En fin, esos caminos que tiene Dios y el destino para acercarnos a nuestros chicos”, concluyó Pavón.
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