Dom 04.05.2014

EL PAíS  › OPINION

Mayos de todos los tiempos

Movilizaciones separadas de aliados de ayer. Moyano convoca con dificultades propias o causadas por la parentela. Cuarenta años del último 1º de mayo con Perón. Lo que vino después, qué fue de la vida del Estado benefactor. La clase trabajadora, hoy día. Algo sobre igualdad, impuestos y derechos sociales.

› Por Mario Wainfeld

Los grandes embotellamientos urbanos del fin de semana largo no los produjeron los piquetes de movimientos sociales o gremiales. Fueron motivados por el recital de Violetta, que congregó a una muchedumbre de porteños y agrió la cotidianidad de otros muchos. Los medios audiovisuales dominantes apenas rozaron los embotellamientos pero no les dieron micrófono a los automovilistas perjudicados. Amarretearon la palabra “caos” que tiene raíz en la dictadura y que les gusta tanto: la reservan para las protestas de los morochos. Tampoco “quisieron preguntar” sobre el cachet de la artista, afán que los atrapa cuando de recitales K se trata. Este cronista aclara que los espectáculos populares, masivos y gratuitos le parecen (en principio) bien ya que permiten un esparcimiento no siempre accesible para multitudes. También es lógico que los creadores cobren por su actuación, que les resta potenciales auditorios en otras convocatorias. Lo único que se cuestiona acá es la eterna doble vara con que se miden circunstancias similares.

Circula en un carril similar el conflicto entre el sindicato de camioneros y la empresa Techint. Hace tres años, apenas ayer, el secretario general de la CGT opositora, Hugo Moyano, hubiera gozado del privilegio de ser tapa de los diarios hegemónicos. La fotito de su cara hubiera ornado los semaforitos rojos y, acaso, hubiera merecido una caricatura con las manos ensangrentadas. Ahora, como los antagonistas forman parte del frente republicano anti kirchnerista, se reversiona una categoría maoísta: el conflicto es leído como una contradicción secundaria en el campo del pueblo. Por lo tanto, se lo oculta todo lo que se puede.

El hombre no ayuda. No es novedad: siempre fue un protagonista despectivo de la opinión pública. A menudo parece que disfruta hiriendo sensibilidades de sectores medios o ciudadanos en generales. Hugo no cambió, sí el contexto. Por lo pronto, tiene ambiciones políticas proselitistas a las que dispara un tiro en los pies a diario.

La familia no coopera, por ponerlo con ternura. Su hijo Pablo anuncia torrentes de sangre para ilustrar un conflicto gremial con la Municipalidad de Quilmes. Augura, más macabro que inteligente, “uno, dos, tres muertos”. Por ahí no dijo “seis, siete, ocho” para no provocar alegría y repeticiones en el programa homónimo. De cualquier modo su verba exaltada lo alejó hasta del papá, que no es precisamente melindroso ni parco en hipérboles.

El viraje de Hugo Moyano a la política arroja, hasta acá, un saldo desolador. Uno de sus enconos con el Gobierno fue la magra cantidad de lugares en la lista de diputados. Le iban quedando dos, su hijo Facundo y Omar Plaini. El canillita (no taaan parecido al inmortal personaje de Florencio Sánchez) le sigue reportando gremialmente mientras transita hacia el “espacio” del gobernador Daniel Scioli. Fue candidato con Francisco de Narváez pero se suma al conjunto que piensa que las listas no son un compromiso de pertenencia, sino un transfer al Congreso.

El 1º de mayo y sus estribaciones, de las que se hablará en el apartado siguiente, muestran divisiones en la variopinta coalición que participó en el paro general de abril.

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Cada cual con su Plaza: Ya durante la jornada de la huelga, Moyano y sus adláteres mostraron fastidio por el modo en que se repartía el capital simbólico. Estaban convencidos de que el éxito de la medida lo había garantizado el paro de transporte mientras los cortes o piquetes de la izquierda le restaban centralidad y mérito a la CGT. El problema no era sólo quién capitalizaba o cuánto: tenía que ver con que Moyano congregaba pero no conducía a sus aliados. Todos se detestan, los une el furor anti oficialista y poco más.

Mientras los compañeros de ruta (desde Luis Barrionuevo hasta la izquierda clasista, pasando por la CTA de Pablo Micheli) clamaban por escalar con los paros, “el Negro” hacía sus cuentas. Le daban diferente. Esas divergencias se traducirán en este mes.

La izquierda citó a la Plaza histórica el 1º de mayo. La CTA opositora irá por su lado el jueves 8. Y las huestes de Moyano-Barrionuevo tratarán de colmarla el 14 de mayo. La fragmentación estaba cantada.

A Moyano tampoco lo solaza la yunta con Barrionuevo, un impresentable que disfruta siéndolo. Allegados del jefe cegetista despotrican por lo bajo o en off the record: calculan que Luisito suma poco en la calle. Dicho de modo simbólico: participa en el asado, suele hablar como si se embriagara pero aporta poca carne.

El desafío es alto para Moyano porque los actos “cuentan las costillas”. Y debe precaverse de desbordes en las calles que ni sus protectores mediáticos podrían disimular plenamente. Hábil en el espacio público, el camionero sabe que para anticipar problemas hay que movilizar laburantes y militantes evadiendo que se sumen lúmpenes y barras. Se puede, desde ya, con mucha organización... pero con Luisito de copiloto no está asegurado. Habrá que ver.

El rumbo futuro se irá viendo. En el corto plazo Moyano esquivó otro paro general y tal vez la tregua del Mundial le permita patearlo para más allá de junio. Claro que la tribuna en la plaza entusiasma: a veces el orador se delira y se embreta solo. Habrá que ver.

Desde luego, la división del gremialismo opositor no obsta a que sus acciones afecten al oficialismo. Queda por dilucidarse el cuánto y el cómo.

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Aniversario y recorrido: Se cumplieron cuarenta años desde el último 1º de mayo con el presidente Juan Domingo Perón en la Casa Rosada. Ese acto dramatizó y anticipó el fracaso del tercer gobierno del líder justicialista, prenunciado trágicamente el 20 de junio de 1973 en Ezeiza.

La perspectiva histórica devela que faltaba poco más de un mes para que Perón se despidiera de su pueblo desde el histórico balcón. Se llevó en los oídos la más maravillosa música y dejó una de tantas frases imbatibles del discurso político. Murió el 1º de julio, dos meses después de apostrofar a los imberbes y de elogiar al movimiento obrero. Designó como heredero al pueblo y dejó como albaceas a la vicepresidenta Isabel Perón y al ministro José López Rega.

Menos de un año después llegaría el Rodrigazo. Fue el sacudón local que tradujo el fin de los “treinta años gloriosos” transcurridos desde el ’45 en buena parte de Occidente y en la Argentina. Los procesos fueron simultáneos, lo que es muy significativo para quienes leen la historia en clave parroquial. Pero también fue notable el altísimo nivel comparativo que alcanzaron acá el Estado providencia, las conquistas sociales y la distribución del ingreso.

El contexto propicio se empiojaba pero fue necesaria la acción deliberada en sentido contrario para desbaratar tanto progreso. La dictadura y su represión tuvieron en la mira los logros esenciales del primer peronismo que se sostuvieron, con vicisitudes, hasta su tardío regreso sin proscripciones. El neoliberalismo de los gobiernos surgidos en 1989 y 1999 completó una faena perversa.

La recuperación y la reparación demoraron hasta el siglo XXI. El kirchnerismo emprendió el camino opuesto, generando millones de puestos de trabajo y recreando una institucionalidad diferente. De cualquier forma, la historia no admite regresos lineales ni repeticiones. La estructura actual de la clase trabajadora es muy diferente a la de antaño, aun con tanto terreno recuperado. Si se suman a los desocupados y a los informales, se tiene un primer trazo: 40 por ciento de los laburantes sin acceso a derechos esenciales.

La diversidad de ingresos acrecienta la desigualdad interior de la clase trabajadora. Sobre ese esquema novedoso y arduo deben pensarse las acciones públicas del futuro. Un debate complejo del que poco se habla ya en plena campaña electoral.

Un abanico de políticas sociales inimaginables en los años dorados es parte de la solución, que no toda. La Asignación Universal por Hijo (AUH) es la piedra basal. Clama en la coyuntura por un aumento que subsane su pérdida de valor adquisitivo a manos de la inflación de los últimos meses. Y en lo institucional por la instauración de un mecanismo de ajuste automático y pautado, que de-saliente acciones discrecionales y asegure previsibilidad.

El programa Progresar, cuya implementación encuentra dificultades previsibles desde el vamos y no por ello menos severas, es otro derecho incorporado que va en el mejor sentido.

En estos mismos días, el sindicato de los aceiteros firmó su convenio colectivo. Es la crema de la clase, dada la prosperidad del sector empresario y la representatividad de sus dirigentes. Según informan éstos, el salario mínimo supera los diez mil pesos lo que al unísono es meritorio y revelador de la severa diferencia que existe en el abanico salarial.

Ante tanta desigualdad, los trabajadores con ingresos elevados deben tener el deber de ser solidarios con sus más desfavorecidos hermanos de clase. No sólo hablando de ellos, sino también tributando. Por eso, cree el cronista, es injusto reclamar la abolición del “impuesto al trabajo”, mal apodo del Impuesto a las Ganancias.

Esta enunciación general no convalida el demasiado bajo mínimo no imponible actual ni la sensatez de la descangayada escala respectiva. Ni tampoco implica negar la necesidad de una reforma impositiva progresiva que, todo lo indica, ya no formará parte de la agenda del Gobierno actual.

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Más marchas, más Plazas, más cuestiones: Una movilización de trabajadores de la economía popular agitó las calles porteñas. Se dieron cita entre otros colectivos campesinos, empresas recuperadas, cooperativas, cartoneros. Son nuevas modalidades de trabajo y organización. Emergieron como estrategias de supervivencia desde el año 2000, encontraron cobijo y respaldo estatal en la etapa actual pero sin alcanzar los niveles de otros compañeros. La movida sumó a agrupaciones kirchneristas y opositoras, lo que da cuenta de la vastedad del movimiento social y de un buen grado de autonomía relativa.

La militancia kirchnerista se juntó en un plenario de tono convalidatorio aunque, aseguran los asistentes, con alto nivel de participación y debate.

El oficialismo prepara uno de sus actos habituales en los 25 de Mayo, combinando movilización política y recital de artistas populares. La capacidad de convocatoria del kirchnerismo sigue siendo alta, muy distante a la de sus rivales políticos.

La disputa por el espacio público es consustancial al sistema democrático, muy particularmente en la Argentina. De cualquier manera, como lo probaron los hechos del ’74, expresa una parte de la sociedad.

Claro que ese sector es minoritario, casi por definición. Las mayorías populares se expresan cabalmente en la elección de las autoridades que es un puntal que se sostiene desde 1983. Una continuidad jamás vivida.

Las preferencias políticas generales con vistas a las presidenciales, intuye este cronista, no han variado tanto desde octubre del año pasado. Se han reordenado, eso sí, con el surgimiento de candidaturas presidenciales en el FpV y la conformación del Frente Amplio Unen. Su devenir sigue abierto, sujeto a la destreza de los protagonistas y a los desempeños del Gobierno, que en democracias instaladas suelen ser decisivos para que el pueblo elija a sus sucesores.

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