Dom 24.08.2003

EL PAíS  › PORQUÉS Y MATICES DE LA BRONCA CON EL VICEPRESIDENTE

Los límites de la cancha

En el gabinete hay dos posiciones: los ministros bonaerenses están fastidiados con Scioli; los santacruceños, enojados. Las razones llegan hasta el posible daño al juicio por 17.000 millones.

› Por Martín Piqué

“No quiero un gabinete de tontos, donde todos piensen igual”, fue lo que dijo Néstor Kirchner cuando ya nadie pudo ocultar el primer desacuerdo serio entre sus ministros. Aquella frase respondía a un contexto particular –la discusión sobre la indexación de los créditos hipotecarios– pero podría ser usada para describir lo que piensan los funcionarios del choque con Daniel Scioli. Todos coinciden en que el episodio “no da para más” pero las diferencias surgen, inevitables, cuando se les pide que digan cuáles fueron los errores del vice. Algunos sostienen que Scioli no sólo se equivocó en sus dichos sobre las tarifas y la anulación de las leyes de impunidad, sino que también erró al reunirse con las “corporaciones” que el Presidente había ignorado. Otros sólo cuestionan que haya planteado sus críticas “en el escenario equivocado”.
La diferencia de interpretación tiene alguna relación con la procedencia de los ministros –Santa Cruz o Buenos Aires–, lo que a su vez explica las visiones de Kirchner y su aliado Eduardo Duhalde sobre el episodio que conmovió más al Ejecutivo desde su asunción, el 25 de mayo. Respetando sus banderas en los derechos humanos y la relación con las privatizadas, o quizá por su construcción de poder, el Presidente expresó su disgusto ante las críticas públicas de Scioli y sus contactos con el establishment. En cambio, cerca de Duhalde las críticas al vice se concentraban sólo en sus dichos y en la oportunidad y el escenario que eligió para hacerlos. “Si quiere construir por centroderecha que lo haga, pero no a costa del Gobierno”, argumentaba ayer un ministro resumiendo esa opinión.
Otro era el análisis que se escuchaba entre los exclusivos socios del círculo áulico presidencial. “Scioli debe expresar el interés general. Las corporaciones tienen sus voceros, sus negociadores. El no puede desconocer que se está negociando con el Fondo. O que hay una estrategia (del Gobierno) para enfrentar los juicios en la Ciadi (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones), el organismo arbitral de Washington”, analizaba un funcionario de primera línea ante Página/12. Se refería a un tema muy delicado para el Gobierno, los juicios por 17.000 millones de dólares que las privatizadas iniciaron al Estado argentino por la violación de sus contratos. Los reclamos se presentaron ante el Ciadi, un tribunal con sede en Washington que depende del Banco Mundial.
En la negociación por el aumento de tarifas, las dos partes en pugna –el Estado en representación de los consumidores, las empresas en beneficio de sus intereses– tienen un par de cartas para ejercer presión: el Gobierno, la revisión de los contratos; las privatizadas, los juicios por el costo de la devaluación que tramitan en el extranjero. Fueron los tratados bilaterales heredados de la gestión menemista, en los ‘90, los que permitieron que esas empresas pudieran acudir a un tribunal arbitral extranjero en el caso de que surgiera un conflicto con el Estado argentino. Esa pesada herencia podría costarle al país 17.000 millones de dólares si ganan sus juicios las 20 compañías que demandaron a la Argentina.
Una de esas empresas es la española Telefónica, para la que trabaja la consultora Marcos Victorica y Asociados, que lidera el lobbista Marcos Victorica (ver página 13). A él recurrió Scioli para hacer una gira exploratoria por Estados Unidos. Esas vinculaciones no cayeron nada bien cerca del Presidente, como contó a este diario un funcionario del riñón del santacruceño. “Scioli no podía ignorar eso. Kirchner sabe lo que es el poder pero tampoco rehuye los conflictos”, remarcó. Tanto fue el enojo presidencial que el jefe de Estado no se preocupó por los efectos negativos que podían traer las renuncias en medio de una dura negociación con el FMI.
Las consecuencias llegaron, inexorables, pero no fueron tan drásticas como algunos temieron. El dólar se movió hacia arriba, pero dentro del margen de los 3 pesos que prefiere el Ejecutivo para dar competitividad. De cualquier forma, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, salió adesmentir que el cruce entre el Presidente y el vice hubiera complicado a la economía. “El fantasma debe ser despejado. Hay que ver el contexto macroeconómico en el que la Argentina está evolucionando más que bien. La decisión del Presidente ha dejado en claro que el Gobierno tiene un solo discurso, objetivos muy claros y, en pos de esos discursos, ninguno va a ceder. Vamos a trabajar en ello”, dijo.
La dimensión de los efectos negativos pudo evaluarse recién ayer, luego de que terminara la semana bancaria. El viernes, todavía se comentaban los llamados que había recibido Roberto Lavagna desde el Exterior, en los que le transmitían preocupación por el choque con Scioli. “El ejercicio de autoridad se interpretó, más bien, como una muestra de debilidad del Gobierno”, repetía en San Vicente un dirigente del PJ bonaerense, al tanto de los diálogos que había entablado el ministro. Esa frase fue desmentida desde el riñón del propio Kirchner, con el argumento de que la fórmula Kirchner-Scioli nunca fue una alianza como la que expresaban De la Rúa-Alvarez.
Pero lo que sí es innegable es que hasta el martes último, en el seno del Gobierno, convivían dos proyectos distintos de construcción de poder. El de Kirchner, obviamente, y el de Scioli, cuyos movimientos habían contado con varios guiños del duhaldismo hasta que cayó en desgracia. Pero en la provincia sólo atribuyen sus errores a sus dichos públicos y no a su esfuerzo por ocupar un espacio en el centroderecha del peronismo. Por eso, Scioli se preservará en el Senado hasta que pasen las elecciones del 14 de septiembre.

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