EL PAíS
› EL GASTRONOMICO PERDIO POR SEIS PUNTOS LA ELECCION EN CATAMARCA
El voto castigo contra Barrionuevo
El Frente oficialista impuso a Brizuela del Moral sobre Liliana Barrionuevo, candidata-muleto de su hermano senador. Los que ganaron hablaron de un castigo por la quema de urnas en marzo.
› Por Felipe Yapur
Desde Catamarca
La plaza 25 de Mayo, la principal de la capital provincial, estuvo cubierta de humo. Esta vez no se trataba de gomas y urnas quemadas, como en el pasado 2 de marzo: lo producían los puestos de choripán que alimentaban a simpatizantes justicialistas y del gobernante Frente Cívico y Social. Al final, la plaza quedó para los oficialistas, que festejaron retener el gobierno con Eduardo Brizuela del Moral. La elección fue difícil y al cierre de esta edición daba un margen de apenas seis por ciento. Luis Barrionuevo masticó bronca cuando le confirmaron la derrota de su hermana Liliana, la candidata muleto del justicialismo vernáculo. Se quedó encerrado en casa, seguro de que su destino es el ostracismo político.
El triunfo del Frente es la mejor noticia que podía recibir el gobierno de Néstor Kirchner: es la derrota de uno de sus máximos enemigos internos en el PJ. De todas formas, la derrota de Barrionuevo no fue aplastante y le permitirá retener la conducción del justicialismo local. Claro, se quedó con las ganas de por lo menos recuperar la capital provincial. Pero esto no fue lo peor; a nivel nacional el resultado lo dejará arrumbado en un rincón oscuro, al desarmarse su sueño de armar un frente de gobernadores del PJ para pelearle el poder a Kirchner.
Al momento de reconocer la derrota, Barrionuevo destiló su bronca al sostener que en Catamarca “no estuvo la mano del Presidente sino la plata que mandó durante la última semana”. Aseguró que se compraron conciencias: “La prueba son los 300.000 bolsones que envió el Gobierno, las chapas, los colchones y el cemento. Todo esto posibilitó el triunfo del Frente Cívico”. Y agregó que “también ayudaron los 570.000 pesos que trajo Alicia Kirchner”. Fiel a su estilo, el gastronómico aseguró que “el candidato en Catamarca del Presidente era Brizuela del Moral” y puso en duda que vuelva a postularse como gobernador.
Poco después de las 22, el gobernador electo llegó a la casa de gobierno. Parco como siempre, indicó que el resultado era una ratificación de confianza a la gestión del Frente. “Fueron 12 años de vivir en paz y eso es importante para los catamarqueños”, señaló. Para el triunfador, no sólo la gestión fueron las razones del triunfo, también influyeron los hechos de violencia que obligaron a suspender los comicios de marzo. “Creo que la gente conoció de verdad quién es el señor Luis Barrionuevo, pero ahora es hora de gobernar, de concretar el cambio que necesita la provincia”, dijo y agregó que “los que quemaron las urnas son indignos y deben irse de Catamarca”.
Mientras Brizuela confirmaba su triunfo, en la puerta de la casa de gobierno los frentistas se apretujaban con banderas argentinas y la del partido, blanca, verde y roja. Esperaron pacientemente a que alguno de los candidatos apareciera en el balcón. Gritos y aplausos se escucharon cuando la dupla ganadora salió a saludar. Los autos que pasaban hacían sonar sus bocinas. Adentro, Brizuela se abrazaba con Castillo, quien había recibido momentos antes un llamado desde la presidencia. Desde la puerta de la sede central del PJ, a 20 metros de la casa de gobierno, miraban con envidia.
A las nueve de la noche, en el centro de cómputos del PJ, el clima era de derrota. Los operadores de Barrionuevo forzaban la lectura de los datos para mantener el optimismo de los presentes. Así estuvo hasta que Raúl Jalil, uno de los más estrechos colaboradores del sindicalista, confirmó con voz de ultratumba a este diario que “no hay caso, perdimos. Por poco, pero perdimos. Si bien hicimos una buena elección en la capital, el dadivazo de Kirchner nos sacó el interior”.
Al momento de votar, el ánimo de Barrionuevo era el de su acostumbrada belicosidad. Entonces caracterizó de “dictador” al gobernador Castillo porque “dejó a la provincia devastada, pero en dos años la pondremos depie”. Claro, no olvidó al presidente Kirchner, cuando le preguntaron si sería un inconveniente la falta de apoyo presidencial ante un virtual gobierno justicialista: “Es problema de él si no me apoya. Estoy seguro que se va a dar cuenta que necesita el PJ para poder gobernar”.
El gremialista buscó mantener la calma durante todo el día de ayer. Durante el almuerzo que mantuvo con sus principales colaboradores, el sindicalista intentó mostrarse de buen humor. Hizo bromas y comió con fruición el asado que le prepararon. El escenario de la derrota no estaba en su análisis. Según confiaron algunos de los comensales, pensaba –en caso de triunfar– reflotar la liga de gobernadores justicialistas para “encarrilar a Kirchner”, frase que sus colaboradores festejaban con entusiasmo. “No estoy nervioso”, repetía y agregaba que “sufro más cuando juega Chacarita”. Al final, aceptó a desgano hablar sobre una posible derrota: “Yo no pierdo. En todo caso la derrotada es mi hermana. Pobre Liliana, a qué parrilla la mandé”.
Para recuperar la alegría de los amigos, el sindicalista senador prefirió concentrarse en las proyecciones positivas. Les aseguró que el candidato a intendente de la capital era la carta de triunfo. “El chango (Hugo) Argerich será la sorpresa que, sumado el resultado del interior, desbancaremos a estos corruptos”, dijo y volvieron las risas. Se imaginó como ministro de Gobierno. “A mí no me gusta trabajar”, sorprendió y se produjo un largo silencio. Rápido, el senador aclaró: “No me gusta trabajar como legislador. Me cansa escuchar a 50 boludos haciendo discursos parecidos”, señaló y los comensales volvieron a masticar.
Mientras Barrionuevo se empanzaba con carne de vaca y cerdo, el gobernador Castillo se comía las uñas en la casa de gobierno. El mandatario saliente se resistió toda la tarde a leer los bocas de urna que le acercaban sus allegados. “Esperemos, esperemos. En este momento la taba está en el aire”, repitió una y otra vez. Recién se distendió cuando pasadas las 18 sus colaboradores le dictaron por teléfono los datos que arrojaban las planillas de los fiscales de escuelas que consideraban testigos. “Bueno, ya está, ganamos”, dijo y respiró aliviado. Brizuela, en tanto, había abandonado el hotel donde pasó la tarde para descansar en su domicilio.
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