EL PAíS
› CON LAS PRIMERAS CIFRAS MACRI SALIO CON UN DISCURSO PARA EL BALLOTTAGE
“Una ciudad con movilidad social ascendente”
Las primeras cifras le daban una ventaja de más de 8 puntos sobre Ibarra, pero a medida que avanzó el escrutinio, la diferencia se fue achicando y quedó a menos de cuatro puntos. Cuando salió a saludar, ensayó un discurso de tinte más progresista para la segunda vuelta.
› Por Fernando Cibeira
En un clima festivo, Mauricio Macri elaboró un discurso con tres ejes para el ballottage: tirar consignas de tinte progresista para seducir al electorado esquivo habló de impulsar “la movilidad social ascendente”, evitar mostrarse como un opositor al gobierno de Néstor Kirchner y repetir hasta el cansancio que el 70 por ciento de los porteños habían votado en contra de la reelección de Aníbal Ibarra. En lo concreto, cerca del candidato se hablaba de un posible acuerdo con Ricardo López Murphy mientras que lo demás aparecía más en el aire como la posibilidad de conquistar al electorado supuestamente “antipolítica” que había elegido a Luis Zamora. Macri mostró un esfuerzo encomiable: “Para que ningún porteño pase hambre”, lanzó, ya zamorizado.
“Hay que aprender a respetar a los que no piensan como nosotros”, sostuvo Macri en su salida para anunciar su victoria, cerca de las 22. Al estilo americano, lo acompañaron explosiones de papelitos que caían del techo de la sede partidaria de Compromiso para el Cambio, en Chacabuco y Alsina. En el mismo tono aggiornado se mostró ajeno al menemismo y amigable con la Rosada, aunque elogió la “autonomía” con la que había votado el distrito, en referencia a los apoyos de dirigentes nacionales que recibió Ibarra.
Habló de la década en la que se puso en práctica un modelo económico con “algunos rasgos de modernidad pero al mismo tiempo la corrupción y las destrucción de las instituciones que produjeron una gigantesca exclusión social inaceptable”. Y dijo que si llegaba a la jefatura de gobierno “no sólo nos vamos a poner a disposición del gobierno nacional y del presidente Kirchner, sino que vamos a trabajar juntos”.
Mezclado entre el público y la prensa, Jorge Argüello calculaba entre cinco y seis la cosecha de diputados nacionales del macrismo, una lista que encabezó Jorge Vanossi. De esos, aseguraba, los tres peronistas se sumarían a las huestes del kirchnerismo: él, Lucrecia Monti y Cristian Ritondo. El alineamiento de los otros era un misterio.
Desde las 18, y luego a cada hora, como un cucú, el jefe de campaña de Macri, Juan Pablo Schiavi, bajó a dar un parte invariablemente triunfal en base a datos propios, obtenidos de las siempre un poco misteriosas mesas testigo. El primero de esos sondeos daba al presidente de Boca ganando por 4,3 puntos, una cifra que luego se reveló muy cercana a la realidad.
Las salidas estaban precedidas por la versión del hit de Memphis La Blusera, “La Bifurcada”, con la letra cambiada. El “si te vas no voy a llorar” del estribillo era para Ibarra, muy festejado por las chicas top de Compromiso para el Cambio. Al final de la noche, escuchar por enésima vez el tema se convertía en una tarea difícil.
Diferencia psicológica
Entre dato y dato, quienes esperaban con ansiedad los nuevos números hablaban de una diferencia “psicológica” si la diferencia terminaba siendo de cuatro o de cinco puntos. “Si es de cinco, da la sensación que es muy difícil de descontar en tres semanas”, comentaba un dirigente que conoce el distrito palmo a palmo luego de haber integrado por años la estructura del PJ Capital. Otro dirigente, también justicialista, anticipaba que tirarían puentes directamente hacia López Murphy antes que a Patricia Bullrich, quien basó su campaña en las críticas a Macri.
El clima del búnker era deliberadamente descontracturado. El candidato llegó a media tarde y pasó por el primer piso, el destinado a la prensa. Jugó al metegol con sus colaboradores y luego se encerró en el piso superior con su mujer y sus hijos a esperar los resultados. Su compañero de fórmula, Horacio Rodríguez Larreta, quería convencer que los pobres habían elegido a Macri. “En las zonas más humildes nos votó casi el 50 por ciento”, sostenía. El tiempo muerto entre los bocas de urna y los datos oficiales siempre da para todo. Aquí, los veteranísimos ex arqueros Amadeo Carrizo y Antonio Roma subieron a saludarse arriba del escenario, se supone que para demostrar que River y Boca estaban con Macri. Entre la gente se mezclaban la ex modelo Teresa Calandra y el fiscal federal Carlos Stornelli, el dirigente justicialista Eduardo Rollano y el radical Jorge Enríquez.
A las 21.30 hubo un llamado de concentración en la oficina de Macri: había que salir a dar la alarma porque no se estaban difundiendo datos oficiales. “No hay registro en la historia política argentina”, exageró Schiavi. Lo que les costaba explicar era que uno de los eslabones en los que se demoraban los datos era el Correo Argentino, cuyo propietario es Franco Macri, a la sazón padre del candidato.
Pero casi al mismo tiempo que la alarma, aparecieron los primeros números, bastante favorables al empresario. En los pisos superiores, con la asesoría del consultor César Mansilla y sus dirigentes más cercanos, Macri garabateó su discurso orientado a captar a los electores ajenos. Detrás se veían los afiches de “Buenos Aires unida”, que será uno de los lemas que buscará instalar a partir de hoy. El tono del empresario seguirá siendo “pum, para arriba”, colocándose en el rol de víctima de agresiones que ayer aclaró ahora va a dedicarse a contestar con tranquilidad.
También pidió un “mano a mano” con Ibarra se supone que en un debate pero para discutir los mejores proyectos. Los puntos que tocó, uno por uno, fueron de sus flancos débiles. Dijo que no era un enemigo de lo estatal sino que su ilusión era la de recrear un estado “fuerte e inteligente”. Parafraseando a Kirchner, hasta se animó a calificar su modelo como el de la “producción y el trabajo”.
“Si te vas, no voy a llorar”, insistía el estribillo de Memphis y las chicas top hacían la ronda. “Ahora la campaña empieza de nuevo. En un momento pensábamos que sacaríamos más votos, pero con el peso que hubo del otro lado no nos podemos quejar”, decía un macrista.