Lun 25.08.2003

EL PAíS  › OPINION

Primer test

› Por Horacio Verbitsky

A tres meses de su asunción, Néstor Kirchner ha logrado los más altos porcentajes de adhesión popular que se recuerden. No por casualidad ese fenómeno sucedió al periodo de mayor desprestigio de los representantes políticos. Tema por tema, Kirchner ha expresado posiciones diferentes y en muchos casos antagónicas con las que defendieron los gobiernos anteriores. Ha practicado, además, un estilo de relación directa con sectores populares que nunca antes habían tenido acceso a un presidente. A esa desacostumbrada sintonía con anhelos profundos de la sociedad pudo sumar las holgadas mayorías legislativas del Partido Justicialista en ambas cámaras del Congreso, lo cual le permitió doblegar resistencias en asuntos críticos, como la nulidad de las leyes de punto final y de obediencia debida o el juicio político a los jefes de la mayoría automática en la Corte Suprema de Justicia.
El desafío para el presidente es construir una base de sustentación menos dependiente de los liderazgos tradicionales del justicialismo. Eso implica convertir en poder institucional el poderoso influjo personal que Kirchner ejerce sobre públicos muy diversos. Ayer ese objetivo se puso a prueba por primera vez en las urnas. La mayor curiosidad del primer turno electoral es que en los dos distritos que votaron para elegir a sus gobernantes, Kirchner apoyó candidatos que compitieron con los que presentó el Partido Justicialista: Liliana Barrionuevo en Catamarca y Mauricio Macri en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Por distintas razones, uno y otro son emblemáticos de la perversa relación entre política y negocios que caracterizó a la última década y, por lo tanto, de aquellos hábitos con los que el gobierno nacional declara su intención de romper. Barrionuevo es la hermana del sindicalista gastronómico cuya expulsión promovió en vano Cristina Fernández de Kirchner del Senado y con éxito Néstor Kirchner del PAMI. Macri, uno de los mayores concesionarios de servicios públicos de la Ciudad Autónoma, que han derivado en litigios administrativos y judiciales.
Las cifras que se conocían al cierre de esta edición sugerían un resultado mixto: una victoria y una derrota de los candidatos que en forma explícita apoyó el Poder Ejecutivo Nacional. El peso de ambos distritos es distinto y también fue diferente el grado de involucramiento personal de Kirchner en la campaña. Por ahora, no podrá computar el saldo a su favor, si bien el desenlace de la elección porteña recién se dirimirá cuando Macri y Aníbal Ibarra compitan en la segunda vuelta, para la que todas las encuestas arrojan una diferencia holgada en favor del actual jefe de gobierno.
Ni la derrota de Barrionuevo ni la de Ibarra pueden analizarse al margen de la lógica de sus respectivos distritos. El Frente que consagró a Eduardo Brizuela del Moral rige Catamarca desde que la movilización popular produjo la caída en desgracia de la dinastía Saadi. Macri llevó en sus listas a candidatos justicialistas designados por Miguel Angel Toma y Felipe Solá, uno adversario y el otro renuente aliado del gobierno nacional. El 14 y el 28 de setiembre, con la segunda vuelta porteña y las elecciones misioneras en las que se medirán los candidatos de Kirchner, Carlos Rovira, y de Eduardo Duhalde, Ramón Puerta se completará este primer test electoral. El primer balance demuestra la dificultad de endosar un liderazgo nacional a candidatos locales, sobre todo cuando no forman parte de una fuerza organizada y coherente en función de objetivos compartidos.

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