Dom 31.08.2003

EL PAíS  › REPORTAJE A RICARDO LAGOS, PRESIDENTE DE CHILE

“El 11 de septiembre hablaré en La Moneda”

En una conversación con Página/12 Lagos adelantó el contenido del discurso que pronunciará a 30 años del golpe de Pinochet y el suicidio de Salvador Allende. También habló de Kirchner, el Alca y Lula.

› Por Martín Granovsky

El viernes, el presidente chileno Ricardo Lagos fletó su avión y aceptó viajar a Calafate con su colega argentino Néstor Kirchner en el Tango-01. Discutió políticas, intercambió información y contó anécdotas con Kirchner y con Cristina Kirchner (los tres ya usan el nombre y el tuteo para comunicarse) y a mitad de camino dialogó con Página/12.
–¿Coincide con la política de derechos humanos de Kirchner?
–El presidente Kirchner entendió que en este ámbito tenía que apurar el tranco y lanzó un conjunto de definiciones. Cuando yo dije que admiraba su política quise afirmar un reconocimiento al modo en que encaró un tema duro y difícil. Solo reconocí un hecho.
–En Chile, presidente, también parece haber un destape. El almirante retirado Jorge Arancibia acaba de admitir que en el buque “Esmeralda” la marina torturaba.
–Arancibia no hizo otra cosa que reconocer algo que ya estaba en el informe de la Comisión Rettig (el Nunca Más chileno). Lo que ocurrió, simplemente, es que muchas cosas están saliendo de la penumbra porque 30 años después el país se está enfrentando con una nueva realidad. Se ve en los programas de televisión, en las revistas, en los diarios, en las radios. Como se dice, no hay mañana sin ayer. Pero no hay una historia única respecto de las causas.
–Se discute sobre los hechos.
–Los chilenos discuten sobre todo, y obviamente nunca habrá acuerdo sobre las causas. No hay una historia oficial. ¡Si todavía debatimos las causas de la revolución francesa...! En la discusión sobre el pasado algunos quieren poner el énfasis en las causas y otras en las consecuencias. A mí me parece que ambos elementos son legítimos.
–¿A qué se refiere usted con “consecuencias”?
–En Chile hubo violaciones. La sociedad chilena unánimemente dice “nunca más”. Ese “nunca más” pasa también por el modo en que se aborda cada tema. Hay violaciones que son crímenes de lesa humanidad, por ejemplo.
–Como presidente, ¿usted qué quiere en derechos humanos?
–Es fácil decirlo: que la Justicia avance y se conozca la verdad. Como gobierno también nos corresponde el tema de las reparaciones. En última instancia serán simbólicas. No hay forma de reparar a aquel que fue ejecutado. No hay forma de reparar al familiar de alguien que fue desaparecido y sigue desaparecido. No se sabe dónde está.
–La reparación significa que el Estado se hace cargo jurídicamente de su responsabilidad.
–Claro. Y de cuatro tipos. Están los familiares de los ejecutados o de los detenidos-desaparecidos. Ellos ya tienen una pensión, que proponemos aumentar en un 50 por ciento. También proponemos que determinados parientes pasen a tener derechos que antes no tenían. Están los exonerados de cargos públicos. Algunos están recibiendo pensión. Hemos ampliado los plazos. Están los exiliados. Se dieron facilidades para los que regresan a Chile. Y están los presos políticos. En nuestra última propuesta prometí crear una instancia que estableciera cuántos son los presos políticos y cuáles fueron las condiciones de cada uno, y establecer las formas de una reparación. Será austera y también simbólica, pero hay que hacerse cargo de ella.
–¿El gobierno planea un límite, un tope o un punto final a las investigaciones sobre derechos humanos?
–No. Es imposible poner un punto final. Y la sociedad chilena no lo aceptaría de ninguna manera. Quiere, eso sí, que las investigaciones terminen lo antes posible. Para eso hay jueces especiales y recibió mayores atribuciones por ejemplo el servicio médico legal. Los juicios avanzaron muchísimo. Días atrás estuve en la zona austral, en Coyhaique. Me contaban que había siete casos que están prácticamente aclarados. Si podemos avanzar, será muy importante.
–El 11 de septiembre se cumplen 30 años del golpe de Augusto Pinochet y de la muerte de Salvador Allende. ¿Usted hablará, presidente?
–Sí, hablaré en la Moneda.
–¿Y qué dirá?
–Hablaré de estos 30 años. Y también de lo que pasó allí ese día, por supuesto. Estamos trabajando en la apertura de la puerta de Morandé 80. (Una puerta lateral del palacio de gobierno que Pinochet tapió). Le doy un sentido republicano, de apertura. La abriré para el 11 de septiembre. Morandé 80 era la puerta por donde entraba el ciudadano presidente a la Moneda y salía de la Moneda. Se construyó a comienzos del siglo XX, cuando el presidente vivía en el sector privado del palacio presidencial. Así, si el presidente entraba y salía por razones privadas, la guardia no tenía necesidad de rendirle honores. Es un simbolismo del sistema democrático. Y si fuimos capaces el 11 de marzo del 2000, cuando asumí, de abrir las puertas de la Moneda para que la gente pudiera transitar por el medio del palacio todos los días, me pareció que a 30 años del golpe abrir Morandé 80 era el símbolo del restablecimiento de nuestras tradiciones republicanas.
–Es la puerta por donde el 11 de septiembre del ‘73 fue sacado el cuerpo de Allende, ¿no es cierto?
–Sí. Y por allí entró Allende ese día. Y por allí salieron los colaboradores del presidente Allende, muchos de los cuales después murieron. Hay una foto histórica en las que se los ve en el piso.
–¿Qué dirá usted sobre Allende?
–Mire, hay dos presidentes en la historia de Chile, José Manuel Balmaceda y Allende, que se suicidaron. En el caso de Balmaceda, por una guerra civil dejó la Moneda en agosto de 1891, cuando su mandato presidencial terminaba el 18 de septiembre. Se fue a la legación argentina y una vez que concluyó su mandato terminó con su vida. Haré una reflexión sobre la soledad de ese momento. Esa frase tan fuerte de su último discurso, cuando dice: “Pagaré con mi vida la lealtad que me entregó el pueblo”. Son cosas que nos tienen que hacer meditar profundamente, más allá de las causas. Nos harán entender a todos lo que ha pasado en estos 30 años. También tendrá que ser una reflexión acerca de cuánto hemos avanzado y cuánto nos queda por avanzar desde ese momento.
–¿Habla de la reforma política que aún no terminó?
–A mí me gustaría ser optimista. Me gustaría pensar que tenemos un buen entendimiento sobre aquellos enclaves que a mi juicio no tienen una marca democrática, como el Consejo de Seguridad Nacional o como la forma de remover a los comandantes en jefe...
–Cosa que todavía no puede hacer el presidente.
–...o también la composición del Senado con senadores designados o vitalicios. Hay un alto grado de consenso en introducir criterios democráticos. Que si hay un consejo sea asesor, que los comandantes puedan ser removidos por los mandos civiles, que el congreso sea íntegramente elegido. Hay todavía una discrepancia sobre el sistema binominal, un punto alrededor del que es difícil llegar a un acuerdo. En todo caso, si podemos llegar a los otros temas y dejar pendiente el último, eso marcaría un gran avance.
–¿Por qué en sus discursos en la Argentina usted habló tanto de la coordinación entre los países de América latina? ¿Qué busca exactamente?
–No es una referencia burocrática a la simple necesidad de la consulta, es una reflexión política que también nace de la experiencia. América latina puede y debe jugar un rol. En el Consejo de Seguridad la coordinación con México fue fundamental para tomar una decisión difícil.
–¿Habla de no convalidar la guerra unilateral en Irak?
–El conflicto de Irak debía ser enfrentado con valores fundamentales para nosotros los latinoamericanos. Es cierto que allí uno representa al propio país, pero nuestra actitud fue muy importante. Esperamos hacer lo mismo el año que viene con Brasil, y luego lo harán Brasil y la Argentina cuando seguramente entre al Consejo. Así demostramos que al final, ante el hecho de que los cinco miembros permanentes no fueron capaces de asumir suresponsabilidad, la decisión cayó en otro sector. Y si eso es válido en el Consejo de Seguridad, con cuánta mayor razón podríamos coordinar en la próxima reunión de Cancún, sobre comercio. En transgénicos Estados Unidos estará más de acuerdo con América latina. En legislación antidumping probablemente Europa y Japón estén más cerca. La clave es que tengamos claridad como bloque, y que lo vayamos hablando. América latina tiene que hacer valer su peso. Y América del sur tiene que avanzar mucho en integración por razones geográficas: física, eléctrica, energética, de corredores bioceánicos...
–¿La Argentina, Brasil y Chile tienen una misma idea sobre el ritmo conveniente para el Alca?
–Depende de qué querramos abordar. Un Alca posible es uno limitado a aranceles. Otro Alca es el que incluya inversiones, servicios financieros y compras de gobierno. Si no, habrá un Alca cojo. Y lo mismo en Mercosur. Podemos discutir metodología en gastos de defensa o políticas comunes en turismo. Eso nos permitirá enfrentar mejor el Alca. Ahora, también los intereses son distintos. Brasil puede tener la percepción de que es más importante el mercado interno y en ese caso mirará de otro modo el Alca que Chile, un país con un mercado interno tan pequeño que mira con mayor interés el comercio exterior.
–Usted tiene una relación estrecha con Lula. ¿Piensa que se convirtió en un conservador?
–(Sonríe) No. Una vez en una reunión dijo: “Al término de mi presidencia espero volver a poder tomarme una cerveza con mis compañeros de la metalurgia, de donde yo partí, como un presidente que tenía que gobernar para todos los brasileños pero que en ese rol debía dar un espacio importante a los trabajadores”. Creo que él buscó, tal vez por una forma compleja y difícil, poder bajar las tasas de interés que debía pagar Brasil por la deuda, y para eso realizó un ajuste... fuerte. Ahora está en condiciones de cosechar la tasa de interés menor, la caída del riesgo país de Brasil y por lo tanto podrá tener una situación fiscal más holgada. Como dicen algunos, optó por ir de menos a más.
–¿Chile quiere negociar varios Alcas?
–Mi prioridad es que discutamos, tengamos claro qué queremos entre nosotros y coordinemos. Si nos satisface, adelante, y avancemos en antidumping o subsidios agrícolas. En otros procesos de integración, como el europeo, unos países dieron facilidades a los otros. Eso pasó en carreteras.
–Cuando dijo que no se puede negociar sobre la base del hambre ¿habló en apoyo de la Argentina en medio de la negociación con el Fondo?
–Hablé de situaciones en las que se colocan a los países. Busquemos políticas anticíclicas y no procíclicas (el ciclo es la fluctuación económica que se refleja en depresión, expansión, auge y recesión). Los países desarrollados hacen políticas anticíclicas. En Chile pudimos hacerlas sobre la base de la decisión de tener un superávit estructural del 1 por ciento. Si no hay política anticíclica surge el círculo vicioso. Usted está mal. Lo obligan a hacer un ajuste mayor. Porque hace un ajuste mayor tendrá una caída mayor. Y aumentará el desempleo.

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