EL PAíS › PANORAMA POLITICO
› Por Luis Bruschtein
El fútbol tapó todo lo demás. El mundo sigue andando, pero no se nota. La política entró en una zona de sombras, aunque nunca se puede ir del todo y al final el fútbol se impregna con ella. O por lo menos en parte. Clarín, La Nación y en general los medios opositores mostraron la hilacha, enfurecidos por la difusión gratuita de los partidos por la Televisión Pública en alta definición. No era para menos: el primer partido tuvo picos de 40 puntos de rating, de los más altos en la historia de la televisión. Cuando los grandes medios detectaron un DT kirchnerista, inmediatamente empezaron a hablar de internas en la Selección. Y a Maradona, que es uno de los principales comentaristas del Mundial, lo metieron en un mambo con Rocío, su última relación, que lo acusó de maltratos. Pero sus dos ex mujeres, las madres de sus hijos, salieron a defenderlo y dieron a entender que la ex novia mentía. Para estos medios, que han perdido el negocio del Mundial, la televisación gratuita es circo y demagogia. La furia por la televisación pública, las internas contra Sabella y el tole-tole de mujeres que le armaron a Maradona mostraron otra forma de hacer política a través del fútbol. La política no se fue, pero ahora juega a la pelota.
“La Cámpora quiere copar el negocio de la televisión por cable.” El título enojadísimo que apareció casi calcado en muchas de las publicaciones de la gran corporación, que se forma cuando se trata de defender intereses de esta familia de empresas, respondía al anuncio del Gobierno de repartir decodificadores de televisión digital abierta en miles de bares, restaurantes y otros lugares públicos. En la mayoría de los países, la alta definición se vende como un paquete aparte. La decisión del Gobierno arruinó ese negocio, que hubiera limitado a los televidentes según su condición social. Hubo notas en Clarín y La Nación. Se dijo que con el gasto se podría haber alimentado a los pobres durante un mes, que el Gobierno llenaría el Mundial de publicidad oficial antes, durante y después de los partidos. No hubo publicidad durante el juego sino antes del partido, y lo que ahorra con esa publicidad amortiza gran parte del gasto. La decisión del Gobierno hizo que los pobres puedan ver los partidos del Mundial, pero enfureció a los grandes operadores privados y alimentó la guerra que sostiene con las grandes corporaciones mediáticas.
Sabella había contado sus simpatías juveniles por la Jotape, su respeto por Hugo Chávez y por las medidas sociales del oficialismo. Fue un golpe para la campaña que quiere mostrar a un gobierno incapaz de motivar alguna empatía, y menos en el fútbol, un ambiente que tiene una tradición más bien conservadora en política. Y cuando tuvo que descartar atletas que podrían haber revistado en el equipo, hubo titulares de que Messi y otros jugadores se habían mostrado disconformes con las decisiones del DT. Había mal clima con Sabella, decían, un estado casi de rebelión entre los jugadores. Nada de eso sucedía, era todo puro invento. Así, como al pasar, la Selección pasó a convertirse peligrosamente en zona de combate, lo cual es una especie de adelanto de lo que podría llegar a suceder si no tiene un buen desempeño en Brasil.
En el programa De zurda, que conduce con Víctor Hugo Morales en la Televisión Pública, Maradona fue claro: “Soy cristinista de la primera hora, critique quien me critique”. Lo dijo matándose de risa, sabiendo que tiene un costo. Y terminó con los grandes medios amplificando la acusación de su ex pareja Rocío, que fue a comer con Mirtha Legrand y recorrió los programas de chimentos, tratando de aprovechar los cinco minutos de fama que le dejó esa relación. Las acusaciones nunca fueron más allá de declaraciones para los medios, ruido mediático y trapos sucios.
Claudia, la madre de sus hijas, y Verónica Ojeda, la madre de su hijo más chico, las dos mujeres con las cuales convivió muchos años, salieron a defenderlo, a explicar que nunca tuvo comportamiento violento. Los programas de chimentos se ensañaron, sugirieron barbaridades, fueron desmentidos por las hijas de Maradona y al poco tiempo apareció un video “porno” trucho en las redes, protagonizado, supuestamente, por su hija Dalma, según se desparramó por Internet y en los medios chimenteros.
Todo lo que se asuma mínimamente próximo al Gobierno tiene que ser despedazado y difamado sin piedad, tiene que ser presentado como algo bizarro o sucio. Hacía tiempo que no se hablaba de Maradona con tanta saña. Se anunció el programa con Víctor Hugo y otra vez el Diez fue noticia.
Cuando fue campeón con Estudiantes, Sabella era un gentleman, pero dijo que había sido medio zurdo en los ’70, cuando tenía pelo y era joven, y pasó a ser un troglodita. “Qué desilusión –decía un periodista de Mitre–, yo pensé que era un buen tipo y ahora me enteré de que es kirchnerista.” El DT nunca dijo eso. Solamente afirmó que simpatizaba con los gobiernos que adoptaban medidas de distribución de la riqueza.
La popularidad del fútbol tiene algunas consecuencias inusitadas. Entre ellas que, de la nada, la publicidad se vuelve “nacionalista”. Todo se satura de banderas, himnos y declamaciones de amor a la patria, algo que es ajeno a la publicidad, y se nota. Hay un patriotismo futbolero que no representa el mismo fenómeno por fuera del fútbol. Es peligroso confundirlo. Una cosa es ese nacionalismo en el fútbol, con su amor a la camiseta; otra el nacionalismo militar de bandera, himno y poco pueblo y menos patrimonio, democracia y cultura, y otra el nacionalismo como expresión de un pueblo que reafirma su identidad y su patrimonio en democracia. Muchas veces se han intentado confundir estas expresiones, sobre todo en los gobiernos que son todo lo contrario.
El Mundial genera ilusiones y fantasías. Una de ellas es que decide la marcha política de un país. Y está demostrado que no es así. Que incide en el momento que dura. No cambia la historia, que se mueve con otros determinantes. Igual, los planes de los políticos se posponen hasta después y, en Argentina, es la previa al lanzamiento, se calientan los motores para las campañas presidenciales de 2015. Cuando termine el Mundial lloverán denuncias desde la oposición, los medios opositores tratarán de imponer sus candidatos, habrá paros de las centrales opositoras y los precandidatos harán sus mejores esfuerzos por sobresalir. Empezará realmente el último tramo del gobierno de Cristina Kirchner y de la durísima disputa dentro del oficialismo y en la oposición por la sucesión democrática.
Algunos políticos hacen un paréntesis, otros tienen sus entradas para el Mundial, como el jefe de Gobierno de la CABA. Mauricio Macri no tiene competidor interno, es el único candidato de su espacio y se toma nuevas vacaciones; seguramente Sergio Massa hará lo mismo. En el oficialismo y en el FAP-Unen habrá competencia, los principales candidatos prefirieron quedarse. De todos modos, los que tienen acceso a las canchas para asistir en vivo a los partidos son los menos, constituyen una elite muy reducida, comparada con la población mundial. En un país como Brasil, donde la población negra o mulata es mayoritaria, todos los que mostraban las pantallas en la ceremonia de inauguración eran blancos de buena situación económica. No se parecía en nada a la tribuna en un partido de campeonato local, donde los sectores populares son mayoría.
En contrapartida, se espera que el 70 por ciento de la población mundial verá los partidos por televisión, o sea 5 mil de los 7 mil millones de habitantes del planeta verán las transmisiones o querrán hacerlo si tienen acceso. El Mundial pasado fue visto por un público acumulado de 26 mil millones de personas y la final, por 700 millones. La asistencia a los estadios necesariamente está limitada por los espacios físicos, pero la televisación puede llegar a todo el mundo. Facilitar el acceso a las emisiones, hacerlo igualitario con alta definición incluida, es una forma de democratizar al eliminar discriminaciones injustas en una actividad que convoca a toda la sociedad.
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