EL PAíS › EL ACTO INSTITUCIONAL POR EL ANIVERSARIO DEL ATENTADO A LA AMIA
Con la consigna “ni un día de olvido”, la ceremonia en la calle Pasteur repitió rituales de memoria pero pareció preocupada sólo en criticar el Memorándum con Irán. El cierre fue un video del papa Francisco.
› Por Sergio Kiernan
En lo que ya es un ritual de dos décadas, el acto institucional que recuerda el atentado contra la AMIA frente al edificio reconstruido en la calle Pasteur comenzó con una fuerte sirena a las 9.53. Exactamente a esa hora, el lunes 18 de julio de 1994, una bomba demolió la vieja sede de la institución social comunitaria que estaba festejando su centenario. Entre los que estaban en el edificio, en los departamentos y locales de enfrente, y en la calle, hubo 85 muertos y centenares de heridos. Como se recordó en la ceremonia, fue el peor atentado terrorista en la historia del país y el mayor ataque antisemita en el mundo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Con veinte años de impunidad, sin culpables externos ni responsables penalmente condenados por el encubrimiento armado por el gobierno de Carlos Menem, el acto tuvo un tono de dolor y recuerdo, pero no consignas claras. El público que llenaba las cuadras de Pasteur hasta Corrientes y se esparcía por las laterales, después de pasar barreras de seguridad que este año incluían ómnibus escolares cruzados en cada bocacalle, repitió “presente” ante cada uno de los nombres de las víctimas, cuya lectura ya es otra tradición. Mario Pergolini anunció las adhesiones pero no mencionó a los varios políticos presentes. El primero en hablar fue el vicepresidente de la AMIA en ejercicio de la presidencia, Ralph Thomas Saiegh.
Ante un silencio perfecto, Saiegh definió el atentado como “contra nuestra Argentina, representada por la AMIA” y dijo que la bomba había dejado el país “mutilado”. Luego de explicar que todos “soñamos con tener un aniversario con un recuerdo íntimo”, dijo que tal cosa no es posible “porque no hubo justicia. Ni un solo imputado, ni una pista nueva sobre la conexión local del atentado”. Saiegh reclamó que el fiscal especial Alberto Nisman recibiera “todos los elementos que necesita” para investigar el caso. El reclamo se refiere tanto a los funcionarios del gobierno menemista que ayudaron a encubrir la historia de cómo se organizó el atentado, en complicidad con el mismo presidente de la DAIA Rubén Beraja, como a los locales que ayudaron a los terroristas a armar la bomba y llevarla al lugar. En este sentido, Saiegh dijo que Carlos Telleldín, acusado central de este segundo aspecto, “sabe mucho” y puede hablar cuando sea juzgado.
Lo que vino después fue el comienzo del verdadero tema del acto, la crítica vocal al Memorándum de Entendimiento con Irán y al canciller Héctor Timerman. Con una vehemencia ausente hasta el momento, Saiegh reclamó que Interpol busque “activamente” a los sospechosos iraníes y destacó que la AMIA había calificado al documento firmado con Teherán como “inconstitucional e inútil”, algo confirmado “por el fallo de la Cámara Federal”. El funcionario comunitario terminó reclamando que el Congreso derogue el memorándum. Recibió un tibio aplauso.
El siguiente orador fue Alfredo Leuco, que recordó lo que había dicho en el décimo aniversario, cuando contó la historia de la víctima más joven del atentado –un chico de cinco años que pasaba por la puerta con su madre– y de la más vieja, un inmigrante polaco de 73 con muchos años en el país, que buscaba empleo en la bolsa de trabajo de la AMIA. El primer aplauso del acto vino cuando Leuco definió a la impunidad como “algo nada casual”, sino “la construcción más nefasta que hizo el Estado argentino”. El periodista definió el memorándum como “un pacto nefasto, incomprensible” y acusó a Timerman de “alta traición”. Ya embalado, Leuco hasta abundó que “un canciller no judío no se hubiera atrevido a tanto”.
Luego de que cantara Julia Zenko, habló en nombre de los familiares Luis Czyzewski, que comenzó diciendo que “la vida no sigue” y que en estos veinte años “aprendimos a vivir con una mochila en la espalda” y con “el peso de los recuerdos”. Después de esta introducción, Czyzewski se dedicó a lapidar el memorándum, que llamó “inconsulto” y “creado en secreto”. Para el familiar, “parece que el Gobierno no se dio cuenta de con quién negociaba” y por eso cometió “un gravísimo error diplomático” que nos deja “en el patio de atrás del mundo”. Según Czyzewski, Irán simplemente quería “que Interpol levantara las alertas rojas” y cuando eso no ocurrió tiró el pacto “al tacho de basura”. “Los muertos piden justicia, no acuerdos”, continuó, preguntándose por qué el caso AMIA no se trataba como el de Malvinas o los fondos buitre, trabajando en cada foro internacional posible para lograr apoyo en la acusación contra Irán.
Czyzewski terminó con una lista de exigencias que incluía ponerle fecha al juicio a los acusados por la conexión local, revertir el reconocimiento legal del partido del neonazi Alejandro Biondini y exigir que la DAIA “explique qué habló con Timerman”. De paso, el familiar repudió a Carlos D’Elía, al que calificó de antisemita, y citó al papa Francisco.
Justamente, fue el pontífice argentino el que cerró el acto, hablando por un video grabado en un celular, en Roma, por Claudio Epelman, presidente del Congreso Judío Latinoamericano. El ex arzobispo porteño hizo llegar “mi cercanía a la comunidad israelita argentina y a todos los familiares de las víctimas” de un atentado que calificó como “una locura; el terrorismo solamente sabe matar, no sabe construir, destruye”. Francisco agregó que “Buenos Aires es una ciudad que necesitaba llorar, que todavía no había llorado lo suficiente. A riesgo de caer en un lugar común, lo repito: nos hace falta llorar”.
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