EL PAíS
› MACRI APUESTA FICHAS A LOS VIEJOS PUNTEROS RADICALES
Tras el voto country, el voto Coti
Norberto “El Beto” Larrosa, puntero de Pompeya y habitué de la Justicia desde la causa de los ñoquis del Concejo Deliberante, es una de las nuevas estrellas del macrismo. El armado de Enrique Nosiglia. La política abierta y los trucos para trampear el comicio si el otro se distrae un ratito.
› Por Martín Granovsky
La gran esperanza blanca de Mauricio Macri para mañana no es el voto country sino algo más palpable que vecinos de pro volviendo del Tortugas para salvar del peligro rojo a Buenos Aires: los punteros radicales que responden a Enrique Coti Nosiglia y están dispuestos a jugarse por la nueva política.
La figura estelar de los nuevos dirigentes es Norberto “El Beto” Larrosa, puntero de Pompeya. Larrosa fue uno de los primeros buscados en la causa de los ñoquis, uno de los grandes escándalos del Concejo Deliberante, que se inició cuando la Justicia comenzó a investigar la situación de casi 700 personas que revistaban en planta transitoria, sin efectividad y sin un régimen laboral claro. La pesquisa abarcó a quienes no trabajaron nunca pero sabían que eran parte de una estafa al Estado y a los que, sin trabajar, ni siquiera se enteraron de que no lo hacían. Fue el caso de una mujer que conoció su condición de supuesta empleada del Concejo cuando recibió la liquidación de una AFJP en su casa. Inició una demanda porque estaba desempleada y alguien usaba su nombre.
Radical de toda la vida, “El Beto” nunca logró pasar el día sin hacer nada. Durante el gobierno militar Larrosa no estuvo lejos del Partido por la Democracia Social de Emilio Massera. Con la democracia volvió a la política full time. Un puntero, después de todo, es una mezcla de lobbyista de parroquia y jefe de hinchada, y Larrosa conoce el paño como pocos. Ejemplo de la movilidad social ascendente (ver fotos), casi un profesional, es disciplinado cuando se alinea. Lo fue en tiempos de Raúl Alfonsín, siguió siéndolo con Fernando de la Rúa y ahora, vacante la jefatura suprema, su máxima referencia es Nosiglia.
En la primera vuelta, “Coti” jugó a varias puntas. Algunos viejos nosiglistas fueron con Aníbal Ibarra: Gabriela González Gass, Facundo Suárez Lastra, el secretario de Seguridad Enrique Carelli. Cristian Caram, que se quedó con el sello de la UCR, es compañero de Marcela Larrosa, hija de “El Beto”. Con Caram se alineó Roberto Vázquez, que en la antigüedad jugaba con Jesús Rodríguez. Vázquez, hoy, mira con más simpatía a Macri que a Ibarra. Nito Artaza fracasó como candidato, pero se encargó de castigar a Néstor Kirchner y perdonar a Macri, de quien es amigo personal. Macri parece haber dividido su amor por la nueva política en dos actos. En el primer acto jugó fuerte con los punteros peronistas: Diego Santilli; el ex presidente del Concejo Deliberante en la Administración Grosso, Jorge Argüello; y Cristian Ritondo, una de las caras del ex jefe de la SIDE Miguel Angel Toma. Todos tuvieron su premio en puestos legislativos. La nueva política se completó en los últimos días con los punteros radicales. Nosiglia conversó el apoyo a Macri por lo menos con Larrosa y Caram. ¿También con Vázquez? Y Macri, ¿estuvo en la reunión? ¿O solo participó al final palmeando el hombro de los muchachos? Apostaron a Macri Rafael Pascual, ex presidente de la Cámara de Diputados bajo De la Rúa. También la vicejefa de Gobierno Cecilia Felgueras, el ex concejal Enrique Benedetti y el ex senador delarruista José María “Pepe” García Arecha.
Los punteros cubren todo el sur de la ciudad, desde la Boca a Lugano. Hablan de planes trabajar, que los tendrían, dicen, como gestores, consiguen alguna bolsa más de comida, alguna chapa, y todo en medio de una actividad política tradicional: entregar casa por casa un sobre con la boleta de Macri, asegurarse de que en esa casa no haya quedado la boleta de Ibarra. A los radicales, les dicen que Macri no es una maravilla, pero es menos malo que Ibarra, culpable de haber desbancado a la mayoría de los radicales en el gobierno porteño.
Un puntero es un especialista en política territorial y en votos. Conoce todos los trucos. Los limpios y los sucios. Los malpensados imaginarán que un puntero aplica los dos. Error: muchas veces un puntero no quiere jugar sucio; y muchas veces quiere pero no puede. Una recorrida de Página/12 por el submundo de la política permitó recoger cómo es la tecnología básica:
- Voto asegurado modelo uno. El elector va a un comité o a una casa donde entrega su documento y espera. Alguien lejanamente parecido (total, las fotos del DNI siempre son irreconocibles) vota en su lugar y vuelve. El elector se va a su casa. Ya “votó”.
- Voto asegurado modelo dos. El elector recibe medio billete de, digamos, 50 pesos. Al final del día, el puntero verifica si el escrutinio de una mesa encaja más o menos en su estimación previa. Si no, no paga. Si sí, entrega la otra mitad.
- Llenando la urna. Puede resultar que las autoridades de mesa, si son afiliados que se disciplinan a una línea, canten antes del comicio su condición. En ese caso, y si además están dispuestos a alguna trampita, firmarán sobres iguales a los reglamentarios, les pondrán la boleta propia adentro y los guardarán hasta el día de la elección. Ese día, ante una pequeña distracción de los fiscales del adversario, pondrán los sobres adentro. El truco puede repetirse al final, o en cualquier momento de la tarde. Ningún fiscal entrenado descuida un lema: al baño, solo si hay reemplazo. La trampa sirve para embarrar el recuento, o para aumentar las impugnaciones, o para jugar otra vez con el cansancio ajeno. El fiscal que no sacuda la urna al principio y que saque los ojos de la ranura entre 8 y 18 pecará cuando menos de ingenuo.
Conviene aclarar que toda esa tecnología electoral –importante cuando la votación viene cabeza a cabeza– ya fue utilizada en la Argentina. Que la nueva política se ponga en práctica mañana depende solo de la voluntad propia y de la atención ajena.