EL PAíS
› OPINIONES SOBRE LA MANERA EN QUE SE NEGOCIO CON EL FMI Y LA ETAPA QUE SE ABRE
Reflexiones sobre un acuerdo
Cuatro puntos de vista sobre lo que se logró y lo que faltó en la larga negociación con los acreedores institucionales. Con diferencias, el balance de situación y perspectivas sobre lo que puede venir ahora para nuestra castigada economía.
Aldo Ferrer *.
Ahora, las herramientas
Todo negociador que se respete nunca supone que está en manos de la contraparte porque, en ese caso, no hay negociación alguna. Sólo cabe pedir instrucciones y firmar donde le ordenan. Argentina debe negociar sin ignorar la magnitud de la deuda pero sin olvidar que, al fin y al cabo, solo se puede recuperar a partir del buen empleo de sus recursos. Que no son pocos. El nuestro es el octavo país del mundo por su dimensión territorial, la cual contiene una de las más ricas dotaciones de recursos naturales. Es excedentario en áreas críticas como energía y alimentos, y los valores de su cultura son universalmente reconocidos. El país está así en condiciones de ponerse de pie con sus propios medios e integrarse a la globalización del comercio, la tecnología, las finanzas y las inversiones, preservando el comando de su propio destino.
Al sobrevivir las consecuencias de la estrategia neoliberal, Argentina se está reencontrando con su destino nacional. Reflexiones provenientes desde diversas esferas, entre ellas, las del Grupo Fénix de la UBA, están contribuyendo a una comprensión realista de nuestros problemas, posibilidades e inserción en el mundo. Este estado de opinión emergente se refleja en las negociaciones de los acuerdos con el FMI de enero último y el que acaba de anunciarse. En ambos casos, el país sostuvo una postura flexible para alcanzar el entendimiento e intransigente en la defensa de objetivos considerados irrenunciables. Es un cambio drástico sobre las negociaciones anteriores fundadas en el supuesto de la impotencia y subordinación inevitables del país, acuerdos que, en definitiva, resultaron incumplibles por ser incompatibles con la realidad.
Habrá que esperar la publicación de la carta de intención para un análisis minucioso de los contenidos del acuerdo y sus consecuencias. La información disponible hasta ahora sugiere que el entendimiento contribuye a normalizar las relaciones financieras con el exterior y, junto a la negociación de los papeles en default, puede configurar un monto y cronograma de servicios de deuda compatibles con el desarrollo del país.
Lo más importante no es el superávit primario, sino la tasa de crecimiento. Las previstas parecen menores a las posibles, particularmente en esta fase de puesta en marcha de la economía que sigue operando con un 30 por ciento de capacidad productiva ociosa, alto desempleo y un extraordinario y transitorio superávit en el balance comercial. Dado que la política fiscal debe generar un superávit primario, no es un instrumento válido para la indispensable expansión de la demanda agregada. Los otros instrumentos (precios relativos, tipo de cambio, política monetaria, reforma tributaria, políticas activas para incentivar la inversión y el cambio tecnológico) resultan esenciales. En todos estos terrenos, el acuerdo con el FMI y la propia política del Gobierno, abren interrogantes que deben resolverse para que el país acelere el ritmo de su recuperación, expanda el empleo, abata la pobreza e inicie un camino de largo plazo de desarrollo con equidad.
* Economista.
Eric Calcagno (h) *.
“Köhler pestañeó antes”
La revista The Economist, tradicional intérprete del pensamiento neoliberal, tituló así su comentario sobre el acuerdo entre el FMI y la Argentina: “Köhler pestañeó antes que Kirchner”. Los sorprendió, porque es costumbre que los presidentes de los países subdesarrollados negocien a ciegas y sólo pregunten dónde deben firmar; o que si abren los ojos, enseguida bajen la mirada frente al gesto autoritario del “patrón”. Esta vez no fue así. Primero, porque no necesitamos que nos presten dólares, sino que no se lleven los que generamos nosotros (en 2001 salieron 16.000 millones de dólares; y en 2002, 20.000 millones). Segundo, porque las exigencias del Fondo Monetario Internacional son absurdas: imponen más ajustes, después de cuatro años de recesión; se refieren a temas que marcan una intromisión inaceptable en los asuntos internos argentinos, tales como el aumento de las tarifas y la compensación de los bancos. Tercero, porque no tienen formas de represalia, en las que ellos no pierdan más que nosotros. Si la Argentina no pagaba, dejábamos de recibir refinanciaciones (fondos frescos que de todos modos no vienen); pero a ellos se les arruinaban sus cuentas y sus directivos tendrían que explicar su “mala praxis” económica durante la convertibilidad.
Todavía no se conocen las cláusulas detalladas del acuerdo. El peligro que existe es que el superávit primario del 3 por ciento para pagar deuda pueda ahogar la recuperación. Para ello es esencial que desaparezca una cláusula que está en el acuerdo stand by de enero de 2003, por el que se fija un techo al presupuesto. El motor de arranque para salir de la recesión es un mayor gasto público: si debemos dedicar el 20 por ciento del presupuesto al pago de intereses y el 40 a seguridad social, van a escasear los recursos para la obra pública (sólo el 5 por ciento del presupuesto del 2003) y la promoción social. Se deben asignar nuevos recursos para financiar las dos exigencias mayores: redistribución de ingresos y reindustrialización. Esto puede hacerse aún si se asignan 12.000 millones de pesos para el pago de la deuda, si se aumentan o se reasignan los recursos fiscales. En un esclarecedor artículo de José Sbattella, vemos que es posible recaudar 9.500 millones de pesos anuales (suma que alcanza para un programa de inversión pública), mediante el ahorro por eliminación de la comisión de las AFJP, la restitución de los aportes patronales totales, un impuesto de 1 por ciento a las operaciones bursátiles y un impuesto del 30 por ciento a la renta financiera. Claro que estas medidas fiscales suponen una reforma de fondo: nada menos que la captación de parte importante de la renta de la que se apropia el sector financiero. Recordemos que el hecho definitorio del pasaje de la Argentina agraria a la industrial fue la captación por el Estado de la renta de la exportación de cereales (IAPI mediante). De modo análogo, debe captarse ahora una parte sustancial de la renta del sector financiero, para financiar la reindustrialización y la recuperación de la infraestructura. Sólo así terminará la hegemonía financiera y prevalecerá el sector productivo, y lograremos que ese bendito “superávit primario” lo paguen aquellos que son responsables del endeudamiento.
* Economista.
Carlos A. PErez *.
Lo que no va a pasar
Pasó todo lo esperado en la relación Argentina-FMI. No hay motivos para festejar pero sí para estar tranquilos. A principios de mes era difícil que el acuerdo se firmase antes del 9 y por lo tanto resultaba improbable que se pagase el mismo martes 9. Sin embargo, era considerable la probabilidad de que existiera en definitiva un nuevo acuerdo Argentina-FMI. La importancia de la firma del acuerdo se debe a que el tiempo de transición (entre el no-pago y el “virtual” acuerdo) terminó siendo mínimo. El nuevo arreglo es muy parecido en calidad al recientemente terminado mini-acuerdo. Fue avalado parcialmente, no requiere de fondos frescos, los compromisos fiscales son de corto plazo y casi con seguridad (y a diferencia de la mayoría de mega-acuerdos anteriores) serán sobre-cumplidos. Luego la bondad del nuevo acuerdo pasa más por lo que evita, que no es poca cosa: el riesgo de inestabilidad financiera-cambiaria con reaparición de la inflación y de la recesión y por ende aborta un deterioro aun mayor de los indicadores sociales.
A partir del acuerdo, la Argentina podrá seguir transitando el actual sendero de estabilidad de corto plazo con reactivación de la economía. Seguirá habiendo estabilidad inflacionaria, financiera y cambiaria, y la mantención de la recuperación económica seguramente ayudará a disminuir la todavía preocupante tasa de desempleo. La “prudencia” fiscal continuará existiendo, aunque el nivel y horizonte del superávit primario comprometido seguramente postergarán la “efectiva” reestructuración del endeudamiento público.
El nuevo acuerdo no sólo es “bueno” por lo que evita, además es el tipo de arreglo (sobre todo de corto plazo) que el “actual” momento sociopolítico de la Argentina tolera. Ya no hay lugar para políticas económicas extremas ¿o acaso se puede amortizar la totalidad de nuestra deuda pública sin aplicar quita alguna o dolarizar las tarifas públicas casi triplicando los actuales valores para así respetar los contratos? Tampoco se puede ir hacia el otro extremo en el ejercicio de nuestra política económica, la apertura irrestricta de grifos, tanto el monetario como el fiscal, casi con seguridad dispararía una corrida financiera que terminaría dañando aún más a nuestra ya castigada sociedad. El acuerdo (con compromisos fiscales muy acotados, sin mención del tema tarifas y con compensaciones a los bancos en lista de espera) es consistente con la necesidad de fortalecimiento político del Presidente en el medio de la presente maratón electoral. Hay 2 condiciones indispensables para avanzar en el campo económico, por un lado la mantención de la relación entre el FMI y la Argentina, y por otro un Presidente con un incuestionable liderazgo político.
Sin embargo, más allá de esta segunda mitad de año y por fuera del acuerdo, el Gobierno deberá avanzar –siempre respetando la emergencia social– en la ejecución de las reestructuraciones (la del sistema financiero, la de la deuda pública y la de los servicios públicos) y reformas (la solvencia fiscal intertemporal y la competitividad económica sustentable) todavía pendientes, si la Argentina pretende pasar de la actual reactivación a un proceso de crecimiento económico que sea sostenido con el correr del tiempo.
* Director ejecutivo de Fundación Capital.
MartIn Hourest *.
Planteo, respuestas y problema
El proceso de negociación con el FMI presentó algunos elementos auspiciosos como la incorporación de objetivos de crecimiento económico y distribución de la riqueza, el hecho de que no se hayan asumido compromisos nominales mas allá del 2004 (básicamente en materia de superávit fiscal y evolución de las reservas) así como también la negativa a incluir ajustes de tarifas y compensaciones a bancos en el texto del acuerdo. Conviene tener presente que este acuerdo se firma en un contexto internacional caracterizado por atisbos de deflación mundial, riesgos crecientes de inicio de un ciclo de insolvencia y descrédito del papel del Fondo, que viene de auditar y aprobar el desempeño de las políticas económicas argentinas durante los últimos 12 años. Ahora bien ¿qué problema presenta la economía argentina y qué soluciones aporta este acuerdo?
Como problema central de la economía y la sociedad argentina la presente distribución de la riqueza (que sumerge a más de la mitad del país a la pobreza) que explica la desindustrialización, el desempleo, la incapacidad de sostener un proceso de crecimiento con satisfacción de necesidades, la ausencia de autonomía nacional y la vulnerabilidad externa se ve agravada por lo que surge de los compromisos asumidos. Efectivamente, asumir la meta de un superávit del 3 por ciento del PBI, con un 7,4 de inflación y el congelamiento y monitoreo sobre las reservas para el año 2004 significa:
- Apelar a un nuevo ajuste a la baja de los salarios estatales, jubilaciones y prestaciones sociales ya que el gasto se mantiene congelado en términos nominales, pero se reconoce un aumento de los precios, en cuya estimación puede estar incorporado un incremento selectivo de tarifas. Hay que resaltar que desde el shock devaluatorio los salarios perdieron no menos del 25 por ciento.
- Mantener un nivel de inversión pública que no supera al 1,2 por ciento del PBI (40 por ciento por debajo de los mejores años de la década de los 90), lo que además implica que la creación de empleo no alcanzará a 200.000 puestos de trabajo (50.000 menos que el crecimiento de la población).
- Convalidar el proceso de intromisión del FMI en el manejo de la política monetaria y de mantenimiento del proceso de fuga de capitales. Toda vez que el nivel de reservas esperado para el año 2004 es similar al del presente año y no capta el saldo comercial esperado para el período, lo que implica que cada dólar que entre saldrá para pagar compromisos financieros o para solventar la salida del excedente económico.
- Consentir la centralidad de los organismos multilaterales en la cuestión de la deuda, ya que no se apeló al principio de corresponsabilidad de los acreedores, no se estableció el planteo de “colaborar para cobrar” a los Estados de los países centrales receptores de los capitales fugados y se destinan casi dos tercios del superávit primario para pagar los intereses de menos de un tercio de la deuda.
Remedios como superávit fiscal y abandono de las políticas activas sólo se recetan para la periferia, mientras que en los países centrales la cuestión del desempleo y la recesión los hace convivir con déficit fiscales superiores a 3 por ciento del PBI. Si el acuerdo con el FMI se postula como la condición necesaria para acceder a flujos crecientes deahorro externo conviene recordar que Argentina necesita, antes que eso, que la riqueza se radique aquí y se distribuya con justicia.
* Economista de la CTA.