EL PAíS
De caretas y caguetas
› Por Osvaldo Bayer
El de la provincia de Buenos Aires ha sido solo un comicio para pasar a la historia. Como ningún otro documento va a describir en el futuro la inmoralidad de nuestra sociedad. Como segundo y tercer candidatos más votados aparecen dos delincuentes. Uno de ellos ya perteneciente a la galería de los gangsters a mano armada, el subcomisario Patti; el otro un ex militar que en su tiempo juró la obediencia a las instituciones democráticas y se levantó contra ellas para hacer su negocio. Un homicida y un traidor a la democracia, ayer hubieran podido pasar a gobernar la provincia más grande de los argentinos. Y todos se callaron la boca: desde los mandatarios a la Justicia y a los custodios de la Constitución. Todos aceptaron esa posibilidad, todos. Ningún candidato dijo: yo no me presento a las elecciones mientras dos delincuentes de esa categoría participen de las mismas. ¿Dónde dejamos la Constitución, dónde dejamos el honor ciudadano? Patti asesinó por la nuca; Rico puso en juego a los soldados contra las instituciones democráticas y hasta es responsable de la muerte de un soldado en esa irresponsable acción de los cuadros que dicen defender a la Patria. Y los argentinos no reaccionaron, tampoco. Ya había ocurrido la monstruosa elección del gobernador Bussi, una figura tan degenerada que hasta no dejó de matar a los mendigos para “limpiar la provincia”. Lo acaban de elegir intendente de la capital tucumana a pesar de que posee en su haber –no en su conciencia, que no la tiene– centenares de ejecuciones de jóvenes sin juicio previo. Los hizo “desaparecer”, como se usa en el léxico de estar tierras.
Rico, el que se levantó a sangre y fuego contra la República, se presentó de cuerpo gentil para ver si gobierna parte de esa República. ¿Cuál es el grado de confusión que reina en la ciudadanía argentina? Hoy es fácil de calcular cuántos argentinos creen que deben ser gobernados por uniformados que tuvieron el sí fácil para matar y hacer desaparecer la democracia. Lo mismo los que votaron a Patti, aunque aquí ya en un grado de degeneración y delito mucho más avanzado. Votaron la mano dura, votaron para que desaparezcan las villas, y los negros de mierda que son todos chorros y sucios. A Rico-Patti y Patti-Rico los votaron los que quieren un país “limpio” y gente que quiere vivir tranquila en sus countries. Votaron por ellos los que tienen la mano fácil para adornar a los vigichorros del tiro fácil que matan a adolescentes porque todo adolescente que anda por ahí de noche es sospechoso. Queremos tranquilidad y calles limpias. Ni cabecitas ni bolitas, Argentina, Argentina. Como cuando Uriburu que hizo fusilar a cuanto italiano que tuviera cara de anarquista. Qué tiempos aquellos: De Leopoldo Lugones con la hora de la espada y de Lugones (hijo) con la picana eléctrica. Rico-Patti y Patti-Rico. Prohombres argentinos. Tiro en la nuca y a desaparecer.
La gente de bien tuvo ayer su momento de paz y bien. Poder poner ese voto en las urnas. Rico. Patti. Orgullo de sentirse argentino hasta la médula de los huesos. Patti antes de preguntar, tiraba. Un ejemplo más de la heroica bonaerense. Rico siguió la línea ejemplar de Uriburu, el de los mostachos, de Onganía, del general Ballantine, el inolvidable héroe de Malvinas y de Videla, el gran desaparecedor a quien la historia de los countries reivindicará. La línea que mostraba que a los políticos se los echaba de la Rosada con veinte cadetes del Colegio Militar. Esa historia nacional es la que forjó tipos fuertes como Rico-Patti y Patti-Rico. Que no se juntaron porque para Patti, Rico es un careta, basta con solo mirarle la cara. Y no daba para los afiches. Y para Rico, Patti es apenas un cana cagueta.
Ayer no triunfamos pero las cosas irán para peor. Este es un país desocupado, de manera que Kirchner no lo va a poder levantar. Más desocupados, más bronca de los que saben lo que es una vaca, los que saben lo que son las aguas corrientes, la bolsa y el teléfono. Y va a llegar elmomento. La solución será Rico-Patti, o Patti-Rico, o no será ninguna. Podrá haber justicia nuevamente y todos los compañeros perseguidos saldrán a la luz y se reunirán enfrente de lo de Videla en la iglesia castrense, y comulgaremos en gloria ya con nuestras condecoraciones de generales. La Argentina será lo que querían nuestros próceres. Sus héroes surgidos en la guerra contra el marxismo internacional podrán ya, con orgullo, pasear sus Schäferhunde alemanes por las barrancas y a ir a misa los domingos a las doce en la Inmaculada de Belgrano. Y lo vamos a invitar a Rattín, el centrohalf que derrotó a la reina y que hubiera cambiado con gusto su pantaloncito corto por un uniforme de cabo primero. Ayer salimos segundo y tercero, dentro de cuatro años, primeros, los pueblos sean unidos. Nos juntaremos dentro de cuatro años, después de varias partidas de truco, y tomaremos el mando en nuestros gloriosos uniformes. Pero eso sí, en la fórmula primero el marrón terroso, y después el disfrazado de cana, con botas, como usa el cagueta.
Será el gran día del retorno, inauguraremos el monumento a Videla al lado del general Roca, el héroe que limpió para siempre la Patagonia de indios chilenos. Camps también tendrá su monumento en la Universidad de La Plata, mirando el horizonte, al lado de monseñor Plaza, que estará rezando el rosario. Ustedes se ríen. Ayer empezó el largo camino, no tan largo. Nos votan los verdaderos argentinos.