Mar 16.09.2003

EL PAíS

Ibarra les devolvió “el corazón a su lugar” a los funcionarios K.

En el entorno del Presidente siguieron, desde Santa Cruz, paso a paso el comicio porteño. Diferencias con Solá. Río Gallegos.

› Por Fernando Cibeira

“El corazón nos volvió a su lugar”, describió ayer un miembro del entorno de Néstor Kirchner respecto de cómo habían recibido la noticia del triunfo de Aníbal Ibarra en la ciudad de Buenos Aires, una elección en la que el Presidente había apostado incluso más de lo que le aconsejaban. Con la amplia victoria de su pollo, el jefe de la SIDE, Sergio Acevedo, en Santa Cruz, Kirchner se dedicó a seguir con ansiedad las alternativas de la pelea porteña hasta el desahogo final. La mancha de un día victorioso 99 por 100 resultó la intendencia de Río Gallegos que, ayer quedó confirmado, terminó en manos radicales. Anecdótica en el entramado nacional pero incómoda en lo personal, la derrota en el pago chico presidencial se justificaba por una combinación de errores de quienes estuvieron en el cargo y de quienes aspiraban a ocuparlo.
Cerca de Kirchner se adjudicaban buena parte de los 11 puntos –sumaban los 4 que le había sacado Mauricio Macri en la primera vuelta y los 7 de la victoria del domingo– de la remontada de Ibarra en las tres semanas que mediaron entre una elección y otra. “Ahí jugó muy fuerte la imagen del gobierno nacional y el impacto que tuvo el acuerdo con el FMI”, explicaba un dirigente muy cercano al Presidente.
Los hombres de Kirchner recién ayer tenían la tranquilidad suficiente para elaborar un análisis. El domingo prevaleció la adrenalina de seguir hora a hora las novedades que llegaban de la Capital Federal. El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, transmitió por teléfono tres cortes de boca de urna, todos favorables a Ibarra pero por una diferencia tan pequeña que sólo servían para llevar más nervios que serenidad. Las pulsaciones bajaron a niveles normales recién con la aparición de las ya famosas mesas-testigo que hicieron abdicar a Macri.
El festejo íntimo se prolongó hasta tarde en la residencia de la gobernación junto a Cristina, Acevedo, el gobernador Héctor Icazuriaga y el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini. El entorno de Kirchner consideraba a Macri el puntal de un sector de derecha en reacomodamiento al que suman al santafesino Carlos Reutemann y al misionero Ramón Puerta. De ahí tanta alegría.
Con los números sobre la mesa, también concluyeron que si bien Felipe Solá se había impuesto por una gran diferencia en la provincia de Buenos Aires, su cosecha de votos había estado “por debajo del promedio” del PJ bonaerense. Una lectura de la que puede deducirse que la gente del Presidente no parece muy dispuesta a compartir espacios de poder con Solá. Luego de un inicio de relación idílico, Kirchner y el gobernador bonaerense mantienen un vínculo personal tenso.
El Presidente volvió ayer a las 18 a la Capital junto a su mujer, la senadora Cristina Fernández de Kirchner, su hija Florencia, su hermana, la ministra Alicia Kirchner, y Acevedo. En el entorno presidencial destacaban que la victoria del jefe de la SIDE había sido la más amplia conseguida por un gobernador en Santa Cruz –71 por ciento a 27– y que en diputados nacionales la diferencia fue todavía mayor, lo que le había permitido conseguir las dos bancas en juego.
Tanto optimismo no alcanzaba a disimular la decepción por lo sucedido en la intendencia de Río Gallegos, no sólo la ciudad natal del Presidente sino también el cargo desde el que comenzó a cimentar su popularidad cuando lo ocupó en 1987. Lo que explican en la provincia es que quienes vinieron después de Kirchner no hicieron lo que se dice una buena tarea. El último intendente justicialista, Héctor Aburto, debió renunciar al cargo a los dos años evuelto en denuncias por irregularidades.
Con el sistema de ley de lemas, el PJ presentó el domingo cuatro candidatos entre los que se destacaban el reemplazante del renunciante Aburto, Juan Carlos Villafañe, y Franciso “Batata” Mansilla, el dueño del taller al que Kirchner suele ir a comer asados con sus amigos. La cuestión fue que Villafañe y Mansilla se pelearon los últimos días de campaña por el apoyo presidencial, disputa que terminó espantando votantes. Lacuestión fue que el radical Héctor “Pirincho” Ronquel –ex intendente durante la dictadura– se adjudicó la intendencia en alianza con el menemismo por una diferencia mínima: mil votos.

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