Mié 03.12.2014

EL PAíS  › OPINIóN

La política de la transformación

› Por Por Vicente Battista *

La singular historia de Ada Falcón es archiconocida y no sólo por los amantes del tango. Yo no sé que me han hecho tus ojos, un magnífico documental, estrenado en 2003 y dirigido por Sergio Wolf y Lorena Muñoz, y el unitario “Te quiero” de la serie Lo que el tiempo nos dejó, que difundió Telefe en 2010, dan cuenta de la azarosa vida de aquella notable cantante, apodada La Emperatriz del Tango, quien a los 35 años, luego de actuar en tres películas y de ser una de las figuras más cotizadas del momento, vendió su casa de tres pisos en Palermo Chico, sus dos automóviles y se recluyó como hermana terciaria en un convento de monjas franciscanas cordobés. A partir de ese día se llamó a silencio, un mutismo que no impidió descubrir que había sido Francisco Canaro quien la llevó a la clausura monacal: el músico y la cantante habían mantenido un romance de diez años; bastó que ella advirtiera que él no se iba a separar de su legítima esposa para, sin pensarlo dos veces, vestir los hábitos. Ante una situación de desconcierto, Hamlet le recomienda a Ofelia que se recluya en un convento, aunque el vocablo “nunnery” también podría interpretarse como “burdel”. La Emperatriz del Tango siguió el consejo del príncipe de Dinamarca y a su manera la prensa amarilla sintetizó las palabras de Shakespeare: “Puta a los 20, monja a los 40”, anunciaron algunos diarios de la época.

Hoy corremos peligro de vivir un hecho similar, aunque en este caso no se trataría de un desengaño amoroso sino de numerosos desengaños políticos. Tampoco se trata de una cantante sino de una múltiple diputada, célebre por su costumbre de armar agrupaciones políticas que poco después ella misma se ocupa de demoler. Su última acción se llevó a cabo hace pocos días. Fiel a su hábito, se marchó del frente que ella había fundado y antes de que se apagara el batifondo de su partida, tildó de corruptos y narcotraficantes a quienes hasta la semana anterior habían sido sus virtuosos compañeros de fórmula. Un rato más tarde buscó el teléfono de un político a quien hasta ese momento había tildado de stupid. Se sabe que hubo un llamado, que cruzaron algunas palabras cordiales y si bien todavía no se sentaron a beber el consabido café, es posible que muy pronto la señora diputada milite en el partido que dirige el señor jefe de Gobierno. Si se registrara esta circunstancia, nadie duda de que semanas más tarde se marchará dando un portazo.

¿Y después qué? Por los pasillos de la política circulan dos conjeturas dignas de tenerse en cuenta. Una de ellas sostiene que nuestra desencantada legisladora podría integrar algún grupo de ultraizquierda: aún se recuerdan aquellas encendidas arengas que pronunció en los meses en que fue progresista. La otra conjetura no es del todo descabellada. Hubo un tiempo en que la inestable parlamentaria colgó de su cuello un enorme crucifijo, tenía una sola y definitiva respuesta para quienes le preguntaban la causa de su metamorfosis: “La Virgen Santa me susurra consignas en el oído”, afirmaba con esa convicción que sólo brinda la fe. Tantas desilusiones podrían despertarle aquel misticismo dormido, ya hay quienes aseguran haberla visto rondando algún convento del interior del país. ¿Estará siguiendo los pasos de Ada Falcón? Una medida que ciertamente inquietará a las más altas autoridades del Vaticano: temen que a poco de ingresar al claustro, nuestra diputada devenida hermana terciaria se marche dando un portazo, rompa su voto de silencio y derroche diatribas en contra de las altas autoridades eclesiásticas, el papa Francisco incluido.

Todo es posible en el alucinante mundo de la mediática diputada.

* Escritor.

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