EL PAíS › OPINION
› Por Verónica Torras *
¿Qué tienen en común los detenidos-desaparecidos de la última dictadura cívico-militar, María Soledad Morales, José Luis Cabezas, los muertos en los atentados a la Embajada de Israel y a la sede de la AMIA, Marita Verón, Axel Blumberg, Carlos Fuentealba, Mariano Ferreyra, Julio López, Luciano Arruga, los fallecidos en la tragedia ferroviaria de Once, en la explosión de la fábrica militar de Río Tercero, en República Cromañón, Luciano Arruga, Maximiliano Kosteki, Darío Santillán, Angeles Rawson y Alberto Nisman?
Puestos en una serie indiferenciada en el video de la Corte, fueron definidos como “nuestras víctimas, nuestras tragedias”. Resulta evidente que, más allá de sus diferencias personales, las circunstancias en que murieron, en los casos en que éstas han podido investigarse y hemos llegado a tener una verdad pública al respecto, son incomparables. Muertos a manos del terrorismo de Estado con cadáveres aún insepultos; desaparecidos en democracia sin que se conozca aún quienes son los responsables; asesinados por balas policiales; o por patotas sindicales con complicidad policial; víctimas de atentados con participación de grupos y/o estados extranjeros; o de complejas redes de delito; muertos por negligencia en la gestión privada y deficiencia en los controles públicos; mujeres violentadas; casos aún no esclarecidos.
La simetría consiste en transformar su igualdad en tanto seres humanos, dignos como toda persona de respeto y conmiseración al momento de su muerte, en igualdad de las formas en las que murieron, confundiendo situaciones de naturaleza muy diferente. Como si el acto de rendir homenaje a su memoria eximiera al Estado de discriminar aquello que diferencia unos eventos mortales de otros, alimentando una confusión que es todavía más inaceptable viniendo del poder encargado de ofrecernos mediante su tarea específica esa necesaria claridad y distinción.
Como sabemos, el video iniciaba su larga serie con el reclamo de los familiares de desaparecidos y asesinados en el marco del terrorismo de Estado para culminar con la foto del fiscal Alberto Nisman, sobre cuya muerte no hay todavía conclusiones certeras de la Justicia. ¿Será cierto, como anticipó La Nación, que ya estaba en ese compilado de imágenes la clave de qué Cámara asumiría la denuncia de Nisman y para qué? ¿De qué otra forma deberíamos interpretar ese altar de cinta continua construido de antemano por la cabeza del propio poder encargado de investigar?
* Licenciada en Filosofía por la UBA. Fue directora de Comunicación del CELS entre 2005 y 2010. Actualmente coordina el Programa Memoria en Movimiento de la Secretaría de Comunicación Pública.
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