EL PAíS › OPINION
› Por Mario Wainfeld
El diputado socialista Hermes Binner resignó una escuálida precandidatura presidencial. Fue el candidato opositor más votado en 2011, a años luz de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Había quedado segundo con un caudal de votos digno de un tercero... pero llegó al podio. No supo conservar su lugar, ni cimentarlo mínimamente. Fue mejor intendente que gobernador, mejor gobernador que presidenciable: la saga, por ahí, expresa límites del protagonista.
Conserva el decoro ideológico de no querer aliarse con el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri. El candidato santafesino a gobernador del PRO, Miguel Del Sel, cascotea el rancho socialista, es competitivo en la única provincia que gobiernan.
Binner interpeló a la diputada Margarita Stolbizer para que lleve el estandarte de los pan radicales “que no bajan las banderas” y defienden la identidad. Es una parada difícil, en un contexto de alta polarización. Acaso una apuesta a una construcción futura si la UCR fracasa en los años venideros, quedando con escaso poder nacional y con escasa congruencia.
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Los radicales, entre tanto, se preparan para la Convención Nacional. Se discuten liderazgos pero más la forma en que se irá a la zaga de Macri.
La apuesta central es recuperar gobernaciones. Hoy día, hay una en manos boinas blancas: Corrientes. Es el peor momento desde 1983, todo indica que mejorará. La perspectiva de pérdida de bancas de senadores y diputados nacionales es también la más factible. Nada está definido hasta el escrutinio, se repite.
La historia ama las simetrías pero no les hace asco a las volteretas. El diputado Julio Cobos, definido como “traidor serial” por sus correligionarios apenas ayer, reivindica la identidad del partido con más énfasis que el senador Ernesto Sanz, que se quedó siempre en el redil.
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El cierre de inscripción en las primarias porteñas no arrojó sorpresas. Habrá competencia interna en varios espacios, incluyendo en el Fa-Unen residual donde el diputado neo radical Martín Lousteau tiene todas las de ganar.
La disputa más atractiva es la del PRO, que es favorito. La senadora Gabriela Michetti enfrenta al predilecto de Macri, el jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta.
Se desactivó la propuesta macrista de voto electrónico. No es la piedra filosofal ni es sencillo ponerla en práctica. Esas modificaciones, deseables, exigen laburo para implementarse y capacitar a los votantes. El gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, aprovechó la volada para explicarle a Macri cómo la fue instalando en su provincia.
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Mariano Recalde fue elegido como el candidato “de Cristina”. El nuevo espaldarazo a La Cámpora se descontaba, faltaba elegir al postulante. Se privilegió al presidente de Aerolíneas Argentinas, un protagonista con experiencia de gestión. Aerolíneas está casi tan demonizada como La Cámpora (es mucho decir) con similar acumulación de prejuicios.
Como la mayor parte de los dirigentes de la agrupación, Recalde no nació políticamente de un repollo ni comenzó a militar durante el kirchnerismo. Tuvo protagonismo desde el centro de estudiantes de su colegio secundario, también militó en la Universidad. Tiene su trayectoria como abogado laboralista.
La designación del ministro Carlos Tomada encabezando la lista de legisladores porteños, conocida al cierre de esta nota, expresa otro reconocimiento de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner a quien integró el gabinete nacional desde 2003. Tomada fue protagonista en la construcción de buena parte del legado institucional del kirchnerismo, muy sólido en materia laboral y previsional. La nómina es extensa, resaltemos las más notorias: leyes laborales, jubilaciones con cobertura amplísima, Asignación Universal por Hijo, paritarias anuales durante el lapso más largo de la historia nacional.
La Capital, contra las leyendas urbanas en boga, es acogedora con sus jefes de Gobierno. Hasta ahora reeligió a todos los que votó: Fernando de la Rúa, Aníbal Ibarra, Macri. La lista ilustra asimismo que, como muestra la historia, la Capital no es tan hospitalaria con el peronismo.
El objetivo evidente para Recalde y los suyos es conservar los votos propios y foguear a los “del palo”. No es sencillo, en un territorio dominado por el macrismo, también sensible a las oleadas nacionales.
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Juan Carlos Mazzón es un operador, esa estirpe funcional de dirigentes que saben articular, roscar, tramar en las sombras. Tareas tan imprescindibles como subvaloradas. El Chueco Mazzón curte perfil bajísimo y trabajó para todas las vertientes del peronismo real, que las hay en abundancia y contradictorias.
Durante la etapa kirchnerista ocupó una oficina en la Casa de Gobierno en ejercicio de un cargo improbable de gestión. Cuando se le preguntaba por qué estaba ahí, sabía bromear: “Soy planta permanente en la Rosada”. Los operadores se engalanan con la ironía, que puede derrapar hacia el cinismo, cuando conviene.
Debió renunciar anteayer. La decisión fue de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, aseguran fuentes creíbles del oficialismo. Refutan que haya metido mano el secretario general de la Presidencia, Eduardo De Pedro. En cuanto a que se lo desplazó porque Mazzón “jugaba” a favor de la candidatura del gobernador Daniel Scioli, las desmentidas son menos enfáticas o verosímiles.
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Día tras día avanza la idea de formar un gran frente opositor, que uno podría llamar “rejuntado”. Es la gran propuesta de los poderes fácticos. El mecanismo para hacerlo es secundario, en buena dosis también lo es el candidato. La prioridad consiste en desplazar al kirchnerismo, todo el resto es adjetivo.
En el espacio opositor la idea gana más adeptos que críticos. Muchos más. Hay, con todo, intelectuales, dirigentes o ex funcionarios que reclaman un acuerdo programático común. Un piso de coincidencias, más allá de las electorales. Muchos la proponen de buena fe, con ánimo constructivo.
La impresión, para nada original, de este cronista, es que el apoyo del establishment tiene una cláusula escrita en filigrana. Ese programa deberá ser tercerizado a los poderes fácticos, como requisito para el apoyo previo a la elección. Y el posterior, si ganaran. La escena de José Claudio Escribano dictándole sus tablas de la ley al presidente Néstor Kirchner, resucitada y mejorada.
Hasta ahora, todo confirma esa hipótesis, en particular el silencio empacado de los presidenciables a hablar en serio (o un poquito) de su proyecto. En el porvenir inmediato, habrá que ver.
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