EL PAíS › PANORAMA POLíTICO
› Por Luis Bruschtein
La denuncia sin pruebas de Nisman contra la Presidenta todavía está en danza igual que otra contra la procuradora del Tesoro por el increíble delito de cumplir con sus funciones y lo mismo con otra cantidad de causas puramente mediáticas contra funcionarios. Pero la denuncia contra el Grupo Clarín y La Nación por Papel Prensa sigue en un laberinto eterno igual que la obligación del Grupo Clarín para adecuarse a la ley de medios. Todos los procesos contra el Gobierno avanzan sin obstáculos, pero los procesos contra las corporaciones terminan frenados por jueces y fiscales. En el Foro por la Emancipación y la Igualdad se habló de la forma en que estas instituciones reaccionan ante los gobiernos populares y progresistas democráticos. Son instituciones que fueron construidas de la misma manera que el sistema de grandes medios de comunicación, para servir a gobiernos de derecha y dictaduras militares y oponerse a las propuestas de cambio. Sobre todo a aquellas que se animan a tratar de separar a la Justicia de la influencia de las grandes corporaciones económicas. Estos jueces son los que levantan la bandera de “independencia” del Poder Ejecutivo y sin embargo, varios de ellos son conocidos por su relación subordinada a los servicios de Inteligencia, que forman parte de ese Ejecutivo, pero una parte que muchas veces ha conspirado en función de los intereses de las corporaciones y en contra de las políticas del Ejecutivo de turno.
Los gobiernos kirchneristas son una especie de laboratorio de la nueva democracia. Las políticas de ampliación de derechos y distribución de la riqueza tensionan instituciones que fueron diseñadas, durante el ciclo de gobiernos militares y democracias tuteladas, como una barrera contra estas políticas y como garantes del poder parademocrático de las corporaciones.
Pero el sistema tiende a desembarazarse de los mecanismos más burdos que quedaron como la resaca de épocas autoritarias. Durante estos treinta años de transición institucional, la presión social se expresó claramente en un sentido de profundización democrática. Todas esas formas han sido puestas en discusión, ya forman parte del debate ciudadano independientemente del partido que gobierne. La democracia genera estos mecanismos. Si se confirma esa tendencia, jueces como Alfredo Bisordi, Claudio Bonadio o Ricardo Recondo y varios de los fiscales que protagonizan la ofensiva contra el Gobierno serán estudiados en el futuro como operadores judiciales de estos intereses más retrógrados. Serán usados como ejemplo negativo para los futuros estudiantes de derecho. Los grandes medios que los respaldan crean hegemonías circunstanciales que los protegen cuando los necesitan, pero dejan de hacerlo cuando estos personajes pierden utilidad para ellos, como sucedió con los jefes militares de la dictadura y con Carlos Menem.
La democracia y estos procesos de profundización han sido tomados como un proyecto de construcción popular y progresista en América latina, como fue permanentemente explicitado por los oradores en el Foro para la Emancipación y la Igualdad organizado esta semana por el Ministerio de Cultura. La mayoría de los participantes tienen raíces y orígenes parecidos. Todos provienen de las resistencias a los modelos neoliberales de los ’90. Algunos transitaron experiencias anteriores en las viejas izquierdas, en movimientos revolucionarios y combativos de los ’70 o en movimientos sociales que habían generado una visión de construcción autonómica. Pero, además, la mayoría de ellos ahora forma parte de gobiernos democráticos y tiene funciones de gestión o legislativas. Cada palabra tiene la obligación de lo real y lo concreto. El hecho democrático como vía de acción y como modelo de organización de la sociedad, puesto en el eje de las coincidencias da una idea de la magnitud de la transformación del pensamiento emancipador igualitario y su toma de distancia de las viejas experiencias signadas por las llamadas dictaduras del proletariado. “Fueron formas de un capitalismo de Estado”, definió el vicepresidente boliviano, Alvaro García Linera, expresión de uno de los gobiernos más a la izquierda de la región.
El hecho democrático como instancia central no fue la única definición. Se habló del Estado como parte de los bienes públicos. El autonomismo decía que el poder no se toma como si fuera una Coca-Cola, sino que hay que construirlo. Expresaba así su desinterés por las disputas electorales. El mismo García Linera forma parte de un gobierno que se asienta en movimientos sociales. Sin embargo planteó que “las sociedades no se transforman creando islas autónomas. No hay contradicción entre lo autonómico y el Estado. Hay que construir en los dos lados. Desde la sociedad hay que construir con autonomía porque así se hace más democrático al Estado y entonces desde el Estado se tiene la capacidad de transformar democráticamente a la sociedad”. La coincidencia es evitar los gobiernos de elite sin vasos comunicantes con la sociedad.
Se coincidió en la importancia de los procesos electorales. Los latinoamericanos representados en el Foro ya han sido respaldados en dos o tres elecciones presidenciales. Los griegos de Syriza acaban de ganar las elecciones y los españoles de Podemos tienen posibilidades de hacerlo. “No son los únicos escenarios de disputa, pero son fundamentales”, se planteó, para lo cual resulta prioritario diseñar estrategias específicas para las elecciones.
Los europeos destacaron que las fuerzas que impulsan cambios progresivos, populares y de izquierda, antineoliberales, en el planeta toman como ejemplo los pasos que se dieron en América latina. De hecho, las delegaciones representaron a la gran mayoría de los procesos de transformación progresivos que se están produciendo. En el foro quedó claro que para el mundo, el referente en Argentina de ese proceso planetario de cambio es el kirchnerismo. Las demás fuerzas que aspiran a ese espacio están más relacionadas con las frustraciones de las viejas socialdemocracias –algunas en alianzas parlamentarias y electorales con las derechas– o constituyen formaciones testimoniales que se oponen a los procesos de transformación que va desarrollando cada pueblo según sus capacidades y condiciones.
Se concordó en visualizar a las corporaciones de multimedios como los opositores más claros de estos procesos y se subrayó la importancia de democratizar la información. “Gran parte de los problemas que tiene Dilma Rousseff son por no haber avanzado en este campo”, advirtió Emir Sader, quien llamó la atención, igual que otros oradores, por la forma en que estas corporaciones usan a nivel internacional la muerte del fiscal Nisman para deteriorar la figura de Cristina Kirchner.
También se coincidió en que no basta con ampliar derechos, sino que lo más importante en la disputa con las fuerzas conservadoras es generar modelos económicos de crecimiento con inclusión que tengan sustentabilidad en el tiempo. El delegado griego habló de la “intraterritorialidad” de los procesos, tanto en América latina como en Europa. Fue otro punto de coincidencia entre la mayoría de los participantes. Son muy difíciles los procesos aislados. Las amenazas de Estados Unidos a Venezuela fueron abordadas en ese contexto: “Si cae Venezuela se producirá un efecto dominó en la región, que es lo que busca Washington”, señaló la colombiana Piedad Córdoba. La solidaridad con el gobierno de Nicolás Maduro estuvo en las palabras de la mayoría de los oradores. Estuvo en el aire también el intento golpista del opositor Leopoldo López en Venezuela, que convocó a una minoría a una insurrección violenta para derrocar a Maduro, con francotiradores que provocaron decenas de muertos, poco tiempo después de que el mandatario bolivariano ganara limpiamente, aunque por escaso margen, las elecciones presidenciales. Se lo relacionó con los cacerolazos convocados ahora en Brasil contra Dilma Rousseff y con hechos similares en Argentina.
No hay recetas únicas como en el pasado, pero las experiencias van decantando aspectos que antes no eran considerados por las izquierdas más ortodoxas. El mérito del Foro fue poner blanco sobre negro muchas de esas coincidencias que van conformando una propuesta global, la posibilidad de otro mundo, así como el papel tan importante que ha jugado la Argentina con otros países latinoamericanos en ese panorama.
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