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› EL SENADO SE APRESTABA ANOCHE A VOTAR CON LO JUSTO EL INGRESO DE ZAFFARONI A LA CORTE
Un parto con fórceps para el nuevo supremo
A la madrugada, el tire y afloje dentro del bloque oficialista dilataba la votación del candidato impulsado por el presidente Kirchner para ocupar la vacante del renunciante Nazareno. El radicalismo dio libertad de conciencia y la bancada se partió. En el peronismo la tensión provocó más de un cruce y hasta Duhalde intervino desde Italia.
Por Eduardo Tagliaferro y Felipe Yapur
El respaldo del Senado a la postulación de Eugenio Zaffaroni como juez de la Corte Suprema fue uno de los trámites más duros que tuvo que enfrentar el Gobierno hasta el momento. Al cierre de esta edición, las principales espadas del oficialismo contaban voto a voto. Las ausencias de algunos senadores que habían adelantado su voto negativo llevaba a los defensores de la candidatura del jurista a aventurar que por reducido margen obtendrían la aprobación del pliego de quien ocupará la banca del renunciante menemista Julio Nazareno.
Según los cómputos optimistas del jefe de la bancada justicialista, el sanjuanino José Luis Gioja, la candidatura de Zaffaroni obtenía, cerca de la medianoche, entre 40 y 43 votos favorables y unos 17 votos en contra. Un cálculo más ajustado indicaba que el peronismo se aprestaba a conseguir el ingreso de Zaffaroni a la Corte por uno o dos votos. Reglamentariamente la moción necesitaba el apoyo de los dos tercios de los presentes. Por cada uno de los votos en contra, el oficialismo debía conseguir dos votos favorables. Así se explicaban, a última hora de ayer, algunos abandonos del recinto. Por ejemplo el de la radical Miriam Curletti, el de la sanjuanina Nélida Martín, el de la riojana Ada Maza y el de la peronista bonaerense Mabel Müller –quien reingresó a último momento–, que claramente se habían manifestado en contra de Zaffaroni. En el caso de Martín, la presión de la Iglesia pudo más que sus identidades partidarias.
El bloque radical apareció claramente partido. Si bien las autoridades de la bancada dieron “libertad de conciencia” a sus miembros, las voces más influyentes se manifestaron en contra. Y no por casualidad una vez más quedaron alineados con el menemismo. Tal el caso del chubutense Carlos Maestro y del mendocino Raúl Baglini. El chaqueño Eduardo Moro, un legislador que se destaca por su conocimiento del derecho y por una mayor amplitud de criterios que sus correligionarios, dio su respaldo al jurista. Moro también se mostró sorprendido por muchas de las cosas que se dijeron en el recinto. Es que a esa altura los argumentos más loables aparecían en boca de los más sinuosos legisladores.
La realidad cambiaba a cada momento. El mejor ejemplo tal vez lo dio Antonio Cafiero. Desde un primer momento cuestionó a Zaffaroni. En el bloque comentó las opiniones que algunos miembros de la Iglesia le hicieron llegar para que votara en contra. Luego hubo un llamado de Duhalde desde Milán. En un primer momento los argumentos no habían llegado a convencerlo y se repetía que para no hacer fracasar la propuesta oficial se había ausentado. Cuando lo llamaron para hablar no estaba en el recinto. Apareció más tarde y cuando el titular del cuerpo, Daniel Scioli, le dio la palabra, fue aplaudido por los miembros de la Fundación Bicentenario que estaban en la segunda bandeja del recinto y que fueron los más acérrimos detractores de Zaffaroni.
Los argumentos en contra del postulante fueron en regla general bastante flojos. Fueron ataques superficiales a las declaraciones de bienes y ganancias que presentó Zaffaroni durante la audiencia pública de hace quince días. El salteño renovador, Ricardo Gómez Diez, se cuidó de utilizar adjetivos fuertes. A lo sumo consideró al candidato como “desprolijo” a la hora de referirse a su desempeño ante los organismos de control fiscal. Prefirió, en todo caso, concentrarse en cuestionar los antecedentes penales de Jacobo Grossman, colaborador del candidato.
Con similares argumentos, se opusieron los puntanos justicialistas, Liliana Negre de Alonso y Raúl Ochoa, los provinciales de Neuquén, Pedro Salvatori y Luz Sapag y el liberal correntino, Lázaro Chiappe. Sin embargo, el más duro de todos los opositores a Zaffaroni fue el radical mendocino, Raúl Baglini. Sentado en su banca, rodeado de carpetas y papeles, el senador consideró sin rodeos a Zaffaroni como un “evasor”. Señaló que las declaraciones juradas que presentó ante la AFIP son “altamente sospechosas”. Para demostrar tal afirmación, el mendocino recordó que durante la audiencia pública se demostró que el aspirante a supremo no pagó 94 períodos mensuales de aportes provisionales. “¿Por qué estos pagos parciales?”, se preguntó Baglini. Se respondió al asegurar que tal actitud corresponde a una “típica conducta de un evasor que, para realizar trámites bancarios o fiscales, hace eso. Claro, es poco probable que un evasor confiese que lo es”, dijo con marcada ironía.
El legislador ahondó su crítica al sostener que el patrimonio de Zaffaroni creció de manera injustificada, ya que entendió que de la lectura de sus declaraciones de bienes surge un “ocultamiento de inmuebles”. Tal vez entusiasmado por los aplausos que bajaban de los palcos, ocupados por los integrantes de la Fundación Bicentenario, es que agudizó su ironía al modificar una vieja frase: “Traje a rayas para el evasor no puede transformarse en toga para el evasor”, dijo para beneplácito de los enemigos acérrimos de Zaffaroni.
Tras el discurso de Baglini llegó el turno del justicialista Antonio Cafiero. “Confieso que he dudado y que dudo todavía”, reconoció el veterano legislador. Sin embargo, y con su acostumbrada retórica, terminó adelantando su voto positivo. “Me pregunté, dadas las circunstancias que vive la Argentina, si estamos habilitados, aun teniendo argumentos a favor, en contradecir una actitud del Ejecutivo. El país sigue viviendo momentos delicados. Hay señales positivas, se está encaminando a recuperar un crecimiento económico que nos permitirá llegar a los mismos niveles de PBI cuando llegó la depresión. Se están tomando decisiones trascendentes. Vivimos un proceso de estabilidad monetaria, acumulamos reservas. Entonces, me pregunto, si en este preciso momento nuestra responsabilidad habilita para el rechazo de una propuesta del Ejecutivo”, dijo al tiempo que Pichetto y Gioja respiraban por primera vez tranquilos. Por supuesto, antes de finalizar Cafiero advirtió que “sabemos bien que no estamos frente a un inocente, un escrupuloso declarante en los aspectos de su vida profesional. Pero no estamos en condiciones de rechazar un pedido del gobierno central”.
Al cierre de esta edición, el riojano Jorge Yoma comenzaba su alocución. Defensor a ultranza del pliego de Zaffaroni, el legislador chicaneó sin miramientos a Baglini al sostener que “en diciembre Mendoza perderá un gran senador pero la AFIP recuperará un gran cobrador de impuesto”. Baglini ni siquiera lo miró. El legislador justicialista negó que Zaffaroni sea un evasor o un delincuente tal como indicó el mendocino.
Poco a poco, los senadores comenzaban a ocupar nuevamente sus bancas. El momento de la votación era inminente. Pichetto y Gioja leían y releían el punteo de votos. Todo indicaba que Zaffaroni será el nuevo integrante de la Corte, pero no será con la holgura que en algún momento soñaron en el oficialismo.
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