EL PAíS › A 39 AñOS DEL GOLPE > OPINIóN
› Por Clarisa E. Veiga *
Muchas han sido las políticas e iniciativas destinadas a la localización y restitución de nietas y nietos apropiados por el terrorismo de Estado. Pero estas decisiones y proyectos, se sabe, no sólo cumplen y promueven derechos: además, construyen sentido. Sentidos que se articulan en el discurso que han ido afianzando una representación sobre la identidad de los nietos y nietas restituidos por Abuelas de Plaza de Mayo.
Desde hace décadas los teóricos sobre identidad piensan a los grupos identitarios como actores políticos. Autores como Stuart Hall, Renato Ortiz o Leonor Arfuch explican que las identidades nunca están construidas por fuera de las representaciones y que, por tanto, existen acciones que contribuyen a fortalecer ciertos discursos, en los que los sujetos pueden reconocerse con sus diferencias y similitudes.
En esa línea, resulta interesante analizar cómo algunos gestos y políticas de la última década permitieron completar el significante “nieto/a restituido/a”. Hacia finales de 2002 habían recuperado su identidad 72 de los 500 nietos robados y apropiados durante la última dictadura cívico-militar. Sin embargo, en el imaginario social, los discursos sobre los nietos restituidos estaban ligados usualmente a representaciones como víctimas o hijos de desaparecidos; cuando no, a hijos “de subversivos”, doblemente victimizados por la apropiación y luego la restitución.
Muy diferentes son hoy los significados ligados a la representación de los nietos y nietas que recuperaron su identidad: ellos se han constituido como sujetos políticos, históricos, abiertos a las contingencias que les tocó y toca vivir. Ciento dieciséis son los casos resueltos por Abuelas de Plaza de Mayo a la fecha y la legitimidad de su lucha contribuye a la construcción y visibilidad de una identidad que antes intentó ser negada.
Durante estos doce años se ha librado una batalla por el sentido en múltiples direcciones. Diversos actores –organismos de derechos humanos, el gobierno nacional, distintas organizaciones sociales y culturales– consolidaron discursos tendientes a afianzar una identidad nacional que valoriza el pasado militante, el compromiso con el otro, la defensa de los derechos humanos y el derecho a la identidad. Sitios de memoria, actos recordatorios, baldosas que recorren las ciudades indicando lugares donde fueron secuestrados hombres y mujeres en dictadura, son algunos ejemplos. También lo son políticas como la creación de la Unidad Fiscal para la búsqueda de hijos de desaparecidos o el fortalecimiento de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi).
Estas representaciones fueron construyendo la identidad de los nietos restituidos, que como toda identidad está en permanente construcción. Lentamente, los nietos recuperados por las Abuelas de Plaza de Mayo se fueron haciendo visibles en la escena pública y llenando aquel significante vacante que los genocidas y apropiadores aún hoy intenta disputar.
Uno de los hitos en la construcción de las representaciones sobre la identidad de nietos y nietas restituidos puede hallarse en el discurso que pronunció Juan Cabandié, nacido en el centro clandestino de detención que funcionó en la ESMA, cuando Néstor Kirchner recuperó ese espacio el 24 de marzo de 2004. “Tuve mucho tiempo de búsqueda, y hace dos años, sin tener elementos fuertes, le puse nombre a lo que buscaba. Soy hijo de desaparecidos”, afirmó Cabandié. Su identidad negada se hizo visible ante miles de personas que se encontraban fuera del predio, presenciando uno de los gestos más simbólicos del kirchnerismo en la restitución de sentidos apropiados por la dictadura.
Renato Ortiz explica el rol fundamental que juega la memoria colectiva: debe luchar constantemente contra el olvido. Y en las selecciones es donde se construyen diversos significantes que pugnan por imponer sus sentidos. En su discurso de asunción, en mayo de 2003, Néstor Kirchner dijo: “Vengo sin rencores, pero con memoria”. Esa frase se fue convirtiendo en decisiones políticas. En noviembre de ese año se convirtió en el primer presidente en reunirse con nietos y nietas restituidos. Allí, los jóvenes le solicitaron que se agilizaran los trámites relacionados con exámenes genéticos de los posibles hijos de desaparecidos; que se incluyera en los planes de estudio el relato de lo ocurrido durante la dictadura; que se indemnizara a quienes nacieron o estuvieron en centros clandestinos de detención; y solicitaron apoyo para la apertura de los archivos que puedan aportar información sobre el destino de los desaparecidos.
En todas esas líneas se avanzó en estos años. Nietos y Abuelas fueron haciéndose cada vez más visibles en la escena pública y diversos sectores se hicieron eco de sus búsquedas y reivindicaciones. Las políticas de Estado –antes reclamos históricos de los organismos– fortalecieron esas representaciones y buena parte de la sociedad se adhirió a esa batalla cultural. Un ejemplo emblemático es la emisión, en 2006, de la novela Montecristo por Telefe, que introdujo la problemática de la búsqueda de los hijos de desaparecidos al interior de todos los hogares. En esa adaptación contemporánea de la obra El conde de Montecristo, de Alejandro Dumas, uno de los personajes era una nieta apropiada que a lo largo de la novela recuperaba su identidad.
En el espacio público se dirimen las batallas culturales, ideológicas, en la que priman algunos sentidos por sobre otros. La identidad de los nietos restituidos sólo puede pensarse, plantearse y defenderse en ese campo. Hoy la restitución de los nietos apropiados pasó a ser un reclamo colectivo y la construcción identitaria un deber de todos como ciudadanos.
En el libro Memorias fraternas(1), fruto de una investigación realizada en los albores del kirchnerismo, vislumbrábamos algunos significados, pero no encontrábamos representaciones claras de la identidad de los nietos y nietas restituidas. “Consideramos necesarias políticas que fomenten prácticas que contribuyan a la institución de la significación de ‘jóvenes propiados/restituidos’, esto es personas que han sido secuestradas y a quienes se les ha falsificado la historia, pero que aún así se constituyeron como sujetos y fueron encontrando en esa historia representaciones de sí mismos que los conformaron como poseyendo un ser.” Hoy los Nietos y las Nietas son reconocidos como hijos e hijas de militantes políticos, con sus propias trayectorias, buscados y restituidos por Abuelas de Plaza de Mayo; sujetos libres, portadores de una historia que les permite reconocerse en las similitudes y diferencias con sus padres desaparecidos.
Muchos nietos y nietas son militantes políticos reconocidos en la escena pública, y también ocupan cargos ejecutivos o legislativos, en distintos bloques partidarios. Esos hombres y mujeres, a quienes el Estado terrorista quiso borrar su origen –y, con ellos, su identidad, su posibilidad de reconocerse y diferenciarse en su historia familiar– son la muestra de que esa batalla cultural está siendo ganada.
Ese es el significante ganado: una representación de los nietos y nietas restituidos que los reconoce como sujetos de derecho, sujetos históricos y como tales sujetos políticos.
Por eso, no es casualidad que los últimos dos nietos que recuperaron su identidad hayan acudido a Abuelas de Plaza de Mayo a poco de enterarse que no eran hijos de quienes decían ser sus padres. Tanto Jorge Castro Rubel como Ignacio Guido Montoya Carlotto sintieron la responsabilidad de reconocerse en ese significante que los tiene como sujetos políticos. Porque, como desde hace más de tres décadas proclaman las Abuelas de Plaza de Mayo, “hasta que no aparezca el último nieto restituido, la identidad de todos está en duda”.
(1) Teubal, Bettanín, Veiga, Villalba, Palacios, Rodríguez, Memorias fraternas. La experiencia de hermanos desaparecidos, tíos de jóvenes apropiados durante la última dictadura militar, Eudeba, Ciudad de Buenos Aires, 2010.
* Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Coordinadora de prensa y difusión de Abuelas de Plaza de Mayo.
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