EL PAíS
› MUESTRAS DE ARMONIA DE LULA Y KIRCHNER EN LA VISITA A SUS PAGOS PATAGONICOS
Un día de fotos y de abrazos en el hielo
En una jornada deliberadamente simbólica, los presidentes hablaron de integración, del asiento en el Consejo de Seguridad, de un frente común ante el Fondo y de rispideces superadas. Acuerdo de educación.
› Por Martín Piqué
Desde El Calafate
“Lula, queremos integración, no invasión”, bromeó el presidente Néstor Kirchner cuando vio en la orilla del Lago Argentino a un grupo de turistas verde-amarelhos. Lula reaccionó con una sonrisa, en silencio, y pidió acercarse a la costa para saludar a sus compatriotas. Unas horas más tarde, luego de comer cordero patagónico en la hostería Los Notros, citó casi textualmente las palabras de Kirchner. “Nosotros queremos integración, no cooptación ni sumisión. Brasil no aspira a una postura hegemónica en América latina.”
La sucesión de bromas, declaraciones y gestos resumió el clima que se vivió ayer entre los dos principales socios del Mercosur. Luego de la distancia que produjo el acuerdo de la Argentina con el FMI, más los ya clásicos recelos ante la búsqueda de liderazgo regional por parte de Brasil, los dos presidentes se mostraron más cerca que nunca. No faltó nada. Hubo fotos, abrazos, declaraciones casi calcadas y un afán compartido por fortalecer el bloque y trasladarlo de una mera asociación comercial a un polo de poder que permita, en palabras del propio Kirchner, “cambiar el marco de las relaciones internacionales y con los organismos multilaterales para tener una voz organizada en América del Sur”.
El viaje se pareció a un intercambio estudiantil entre países que quieren conocerse cada vez más. De hecho, Lula y su tropa viajaron a El Calafate en el Tango 01, con Kirchner como anfitrión en la oficina presidencial del avión. La hospitalidad tuvo una rápida retribución: además de invitarlo a su cumpleaños, que coincide con la cumbre de la Internacional Socialista del 27 de octubre, Lula convidó a Kirchner a conocer la Amazonia. Ante los medios argentinos, el Presidente dijo que aceptará la invitación: “Sí, me animo”.
El discurso fue único, casi monolítico en casi todos los temas, como la discusión ante el ALCA; la negociación por las deudas con los organismos financieros; la integración física –con obras públicas–, institucional -Parlamento del Mercosur– y monetaria. También en la preocupación constante por integrar la cultura, los trabajadores y los pueblos de ambos países. Hubo también diferencias, aunque estuvieron concentradas en la discusión por la banca de miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Brasil compite con México por ese lugar, mientras que la Argentina propone un “sistema rotativo” entre los dos socios. “La Argentina no está contra Brasil en ese punto. El proceso de integración no significa que no haya algunos desacuerdos”, advirtió Lula ante los periodistas de ambos países.
“Si el nivel de confianza crece, ese tema se resuelve”, pronosticó optimista el embajador argentino en Brasilia, Francisco Lohlé, en diálogo con Página/12. Tras haber compartido el viaje en el Tango 01 y la excursión en el catamarán, en la comitiva argentina comentaban distendidos que ya no había chisporroteos en las relaciones con Brasil. También desmintieron un supuesto enroque entre Samuel Pinheiro Guimaraes y el embajador brasileño en Buenos Aires, José Botafogo Gonçalves.
Durante el vuelo a El Calafate, Kirchner no se separó ni un instante de Lula. Pero cuando el Tango 01 llegó a Santa Cruz, el Presidente se hizo tiempo para conversar con unos pocos funcionarios sobre algunas medidas inminentes que se conocerán a partir de la semana próxima. Así, mientras encabezaba una de las ofensivas diplomáticas más importantes de su gestión, Kirchner analizó la anulación del contrato de Correo Argentino —cuyo decreto está por ser firmado– y la reapertura de varios ramales ferroviarios que estará previsto en el Presupuesto. Dos funcionarios del entorno íntimo del Presidente se lo confirmaron a Página/12, como también la revisión de las situaciones de Yacyretá y Atucha. “Muchos intereses van a ser tocados”, advirtió el funcionario, uno de los argentinos que mejor conoce el Glaciar Perito Moreno. La travesía de una hora por el lago y el canal de los témpanos –que serpentea suavemente entre los cerros Argentino, Mayo y Spegazzini– dejó también espacio para las críticas a un socio ausente del Mercosur, el presidente de Uruguay, Jorge Batlle. “El uruguayo es un obstáculo, y aunque parezca chico, jode mucho”, reconoció un altísimo funcionario del gobierno argentino. A su alrededor, el verde esmeralda de las aguas del deshielo asombraba a quienes están acostumbrados a la mansedad parduzca del Plata. En el catamarán, algunos comparaban esa imagen con la postal de la estancia Anchorena, de las afueras de Colonia, en Uruguay, a unos metros del río. “Batlle no quiso llevar a Kirchner a Montevideo”, comentaba el funcionario con el enojo todavía a flor de piel.
Además de Kirchner y su esposa Cristina –de impactante rojo–, en el catamarán viajaron Lula y a su esposa Marisa –que vestía la campera oficial de los juegos olímpicos con los colores de Brasil y su nombre bordado en la espalda–, el ministro de Hacienda brasileño Antonio Palocci, y el embajador Botafogo Gonçalves, el jefe de gobierno porteño Aníbal Ibarra, el gobernador electo de Santa Cruz Sergio Acevedo, el futuro titular de la SIDE Héctor Icazuriaga, el titular de Diputados Eduardo Camaño, el embajador Lohlé, y el sindicalista Víctor De Gennaro. También viajaba una nube de custodios –la mayoría brasileños– y periodistas de ambos países.
La mayoría de los invitados tuvo su momento para hablar con Kirchner sobre temas autóctonos. Por caso, Camaño fue abordado por el Presidente, que le pidió que el Parlamento se ocupe de incluir en el presupuesto una partida para reabrir ramales ferroviarios. Ibarra, en tanto, tuvo tiempo para hablar de la coparticipación federal que reclama la ciudad y del lugar que le podrían reservar al socialista Hermes Binner en el Gobierno.
Durante el viaje en catamarán desde Puerto Bandera –donde comienza el paseo hasta el glaciar–, Kirchner y Lula conversaron en la cabina del buque y en la cubierta superior. A medida que se acercaba el hielo, el viento se hacía más frío y nubes de humedad parecían suspenderse en el aire. A ambos lados del buque se veían montañas nevadas con apenas un resto de verde en la parte baja de las laderas. En la mitad del trayecto, se divisaron a un costado las instalaciones de la estancia La Anita, que tuvo 40.000 hectáreas y perteneció a la familia Menéndez Behetty. Allí, durante el gobierno de Hipólito Yrigoyen, el Ejército mató a decenas de peones rurales. Ese hecho derivó en una conversación casi íntima entre Kirchner y Lula sobre el terrorismo de Estado aplicado en la Argentina y Brasil en los ‘60 y ‘70. “Acá la dictadura fue más fuerte, hubo un plan sistemático de genocidio”, recordaron los argentinos ante la aprobación de Lula. El brasileño, en tanto, contó anécdotas de cuando pasó dos años y medio preso.
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