Lun 25.05.2015

EL PAíS  › OPINIóN

Entre debates y fiestas

› Por Eduardo Aliverti

Una agarrada “política” muy pobre ocurrió la semana pasada y desde ya que hace falta reparar en ella, pero eso no debería impedir una visión más totalizadora del panorama abierto frente a un año electoral con características inéditas desde 2003.

Los días inmediatamente anteriores ya habían transcurrido atravesados por la polémica en torno de tres figuras presidenciables que participaron en un programa televisivo. Una gran mayoría de las opiniones difundidas –en la prensa, en las redes, en la propia dirigencia– juzgó que esas intervenciones fueron un papelón, un canto al mal gusto, una imagen degradante para la política bien entendida. El efecto duró hasta el baño de humildad convocado por la Presidenta, que precipitó enseguida la renuncia de casi todos los precandidatos lanzados desde su espacio. Cuando se estaba en eso arreció una discusión centrada en otro episodio de tono espectacularista, respecto de cómo debe interpretarse una alusión de Florencio Randazzo al riesgo de que el modelo se quedara “manco”. Que lo dijera en una reunión de Carta Abierta, con las risas subsecuentes en ese grupo que nuclea a varios de los más destacados intelectuales y adherentes kirchneristas, potenció sus consecuencias mediáticas. De allí en adelante continuó un teléfono descompuesto y desopilante, en el que fueron intercalándose marcajes de discriminación contra los minusválidos, necesidades de pedido de disculpas y otros tantos fuegos artificiales. Para peor, el Episcopado hundió la cuchara aunque, como es habitual, sin dar nombres; retomó el asunto del programa de Tinelli, y reclamó que se evitara la farandulización de la política. Mas luego, Cristina exigió que se dejaran de pantomimas y discutieran ideas. Y entonces sobrevino otra ronda de interpretaciones, acerca de si la jefa no le habrá hecho un guiño (macro) a Randazzo aprovechando que éste haya cuestionado la presencia del gobernador bonaerense en ShowMatch. Mientras tanto, trascendía una suerte de decálogo del numen de Mauricio Macri, el ecuatoriano Jaime Duran Barba, con recomendaciones a los aspirantes PRO, radicales y juecistas de Córdoba. Nada de discutir idea alguna, dice el asesor del alcalde porteño: sólo se trata de apelar a las emociones de la gente mediante recursos ramplones, al estilo del santafesino Miguel Del Sel o quizá, si no da el personaje de que se disponga, con algo menos de grosería. A su vez, y para coronar, Macri terminó de eludir chances de acuerdo con Sergio Massa, quien según una versión de la revista Barcelona también abandonaría el massismo para dedicarse a hablar mal de sí mismo en TN. Esto renovó la percepción de que Macri se ha definido por consolidar a su fuerza mediante la “pureza étnica” que le recomienda Duran Barba, descartando arreglos con todo lo que siquiera huela a peronismo y “política vieja”. Ese perdurable y aceptado consejo de descontaminación absoluta alarmó a algunos radicales. Pero Macri los calmó advirtiéndoles que sólo es una apuesta de gorilismo a rajatabla y que no altera su decisión de consolarlos en listas para intendencias, y alguna gobernación, por más que después –como ya lo expresó públicamente– no les tocaría ni un pedazo de la torta ejecutiva nacional. En tanto se les permita ir colgados de alguna nómina capaz de asegurarles un puesto, los correligionarios se conforman.

Se impone despejar esta maleza que puede dar idea de un achatamiento generalizado de las opciones en danza. ¿La desolación es que unas figuras de la política participen en un producto televisivo asociable a payasadas indignas, y que haya confusión sobre si un precandidato agredió a otro de su mismo espacio con el presunto coro de referentes del pensamiento profundo? ¿O es que se le otorgue a esas escenas y dichos un tamaño relevante? ¿Una fugacidad mediática y una expresión al paso cambiaron qué y quiénes están en juego? Frase desgraciada de Randazzo o manipuleo del contexto en que la pronunció (que es objetivamente lo ocurrido), ¿se modificaron las variantes realmente existentes de lo que pueda activarse y votarse? ¿Los aportes positivos de Carta Abierta a la discusión ideológica se alteran por una reacción que espontáneamente casi cualquiera hubiera tenido? ¿El agrupamiento se transformó en una estudiantina irresponsable o los mastines le inventaron un flanco para desprestigiarlo? En síntesis, y para reiterar, ¿la tontería no será dedicarse a la repercusión de lo ocurrido, en lugar de al verdadero valor de que lo que pasó?

Que uno sepa, y salvo para las fantasías de que pudieran tener importante cobijo las alternativas de izquierda testimonial, este año confrontan en las urnas dos modelos claramente diferenciados. Uno, el oficial, tributa a lo que pudo repararse, tras el incendio de comienzos de siglo, en las condiciones de vida de los sectores más humildes y vaya si también de clase media, con un reparto más inclusivo de la riqueza y el consumo, fuertes enfrentamientos contra algunas corporaciones, abandono de la carnalidad con Estados Unidos, mirada hacia la región como factor de despegue. El otro, ubicado en lo definible como derecha posneoliberal en tanto difícilmente pueda ejercer un retorno bruto al Consenso de Washington, las privatizaciones, la liquidación sin más de las conquistas sociales, propone un reacomodamiento de las relaciones de poder que favorezca acuerdos con los grupos económicos más concentrados, volver a endeudarse en los mercados internacionales para financiar mecanismos especulativos y capitales exportadores, achicar la acción del Estado como regulador de los desequilibrios de clase. El primer modelo afronta la dificultad de que tiene un liderazgo político firme, incuestionado, envidiable cuando además se toma nota de que lo es tras dos períodos de gestión, pero no hay un mando electoral que se encarne en nombre propio. Allí las cosas van divididas entre un precandidato conservador que estuvo a punto de cambiar de orilla en 2013, cuyos votos son muchísimo más de Cristina que propios, y otro de cuño pejotista bonaerense que fue puesto a la izquierda de Scioli para el continuo de marcarle la cancha, tratando que gane la primaria con la menor distancia posible. Las dudas en y hacia ese universo son a) si la Presidenta irá como candidata, lo que en todo cargo a que se presente implicaría quizá definir la elección en primera vuelta con comodidad, y b) si esa táctica u otras, de estrategia abarcadora, podrán garantizar a futuro una permanencia del rumbo más puramente kirchnerista. Va de suyo que en esto último tendrá mucho que decir la capacidad de movilización a mostrar por el espacio, antes o a la par que el éxito del entornismo. Como pragmáticos insuperables, el excedente del PJ –liga de gobernadores, barones sindicales y del conurbano– se acomodará a los resultados de esa ecuación. En el segundo modelo es exactamente al revés, al haber quedado en solitario la jefatura electoral de Macri pero sin que suponga autoridad política única de cara al rejunte conseguido. Carente de candidato atractivo en la provincia de Buenos Aires, según parece bastante atrás en Córdoba, ilusionado pero parejo en Santa Fe y Mendoza, ganador por ahora indiscutible sólo en Capital, muy incierto que todo el voto y aparato tradicional de los restos del radicalismo vayan a su lado, más el agregado de las viudas peronistas bonaerenses que se quedarían con Massa, las matemáticas no le dan bien a Macri excepto por alguna tempestad económica que, como se conoce, no está en los cálculos de nadie. Justamente por eso, también cabe insistir en el pronóstico de que la elección se decidirá de acuerdo al humor coyuntural de ese alrededor de tercio del electorado, fluctuante, que no está fijado ni en la convicción kirchnerista ni en el odio gorila. Pues bien: el periodista agradecerá que alguien le explique qué de todo esto, y de lo demás que conforma el vasto horizonte de la batalla política central, acaba de cambiar porque Scioli jugó con su imitador a hacerse el nudo de la corbata con una sola mano, porque Macri se prestó a que el suyo lo reportara como un concheto con serias dificultades expresivas, porque Randazzo dijo “manco” en cualesqueira de los sentidos que quiera dársele. Para no hablar del apasionante debate sobre el uso excesivo de la cadena nacional.

Pasan otras cosas inmensamente más importantes que ésas entre los actores representativos y significativos de la sociedad argentina. Pasa el horror por el fallo judicial que redujo la pena al abusador de un chico de seis años, bajo el pretexto de que ya había sido violado con anterioridad y de que tenía una tendencia homosexual definida. Pero también pasa que de inmediato echaron de la universidad y del Consejo de la Magistratura a uno de los jueces que produjo ese dictamen, como pasa que es conmovedor el apoyo que obtiene en prácticamente todo el país la manifestación contra los femicidios del próximo 3 de junio. Y como pasará que este 25 de mayo volverá a haber una muy buena fiesta popular, la última que encontrará a Cristina al frente del Ejecutivo nacional, para recordarnos que también hay la excelente noticia de que todo sigue en disputa.

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