EL PAíS › OPINIóN
› Por Washington Uranga
Ayer, poco antes de participar del Tedéum en la catedral metropolitana, Mauricio Macri “lamentó” que la Presidenta no haya estado en el mismo lugar para compartir la ceremonia. La referencia no puede sino leerse en tono de campaña electoral y con inocultable propósito de asignarle un sesgo confrontativo a la decisión presidencial. Los medios opositores ya se habían encargado del tema en días anteriores, marcando la existencia de “dos Tedéum” y anticipando la misma idea que Macri expuso ayer. Lo cierto es que la Presidenta quiso estar en Luján porque fue el Estado nacional, por decisión de Néstor Kirchner, quien invirtió en la recuperación del principal templo de devoción popular del país, a lo que se suma la piedad religiosa mariana de Cristina Fernández.
Las razones las había adelantado la propia Presidenta en el transcurso de su discurso en la inauguración del Centro Cultural Néstor Kirchner, cuando explicó su determinación de estar presente “en la Basílica de la Virgen de Luján, patrona de los argentinos, patrona de la Argentina” porque ese templo “está muy en el corazón, como todas las iglesias, pero tiene un valor emblemático”. También porque “esa basílica, que también fue la licitación pública número uno firmada durante el gobierno del presidente Kirchner, en el año 2003, fue la primera licitación de obra pública que se decidió. Y la terminamos de restaurar, de reconstruir, este año 2015, a 12 años de que él les contara a los argentinos que tenía un sueño, que era el sueño de ver una Argentina levantada, reconstruida, en la cual pudiéramos los argentinos mirarnos a los ojos”.
“Esa Basílica de Luján fue también muy emblemática”, siguió diciendo entonces la Presidenta. “La cruz mayor de la Basílica de Luján se desplomó en junio del año 2000, se vino abajo y quedó enterrada en el suelo. Cuando llegamos al gobierno, todavía la cruz estaba allí enterrada; nos tocó desenterrar esa cruz y muchas cruces más y nos dedicamos a restaurar esa basílica, que van a poder ver todos los argentinos totalmente terminada este 25 de mayo”.
“Quiero estar ahí como un símbolo de lo que hemos logrado, en estos doce años felices y tristes al mismo tiempo, porque la vida es así, ni todo es tristeza ni todo es felicidad, si no no sería vida y, además, porque si no tenés felicidad, cómo te das cuenta cuando estás triste”, agregó en la misma ocasión Cristina Fernández.
El arzobispo Agustín Radrizzani, quien postergó un viaje que tenía previsto a Roma para recibir a la Presidenta en la basílica, también reconoció el hecho. “Con aportes de la presidencia, ayer Néstor Kirchner y hoy con el apoyo de nuestra Presidenta, la refacción le devolvió su resplandor a la basílica, aquel que tenía el 5 de octubre de 1930, cuando fue declarada patrona de las tres repúblicas hermanas” dijo el prelado. En la homilía del Tedéum el arzobispo agregó que “hoy el santuario luce de la misma forma y se puede apreciar desde la Plaza Belgrano, y adentro, con el espectáculo visual y la sobrecogedora sensación de belleza”.
Ni para el Gobierno ni para la Iglesia hubo sorpresa en la decisión presidencial. El cardenal Poli conoció de fuente oficial la voluntad de la Presidenta con mucha anticipación e incluso fue invitado a presidir la ceremonia en Luján. Se excusó de no hacerlo por no tratarse de su diócesis y, aun aceptando las explicaciones y reconociendo el valor de la Basílica de Luján, expuso también su punto de vista respecto de la importancia que, a su juicio, tiene la Catedral de Buenos Aires. Es bueno recordar también que en el caso de los Tedéum, una oración de acción de gracias, es el Gobierno quien lo solicita y a quien le corresponde la iniciativa de pedirlo. Es cierto que, más allá de ello, la ceremonia se ha generalizado y los obispos la realizan también en las provincias y por su propia cuenta, aun sin mediar el pedido formal de la autoridad civil.
Cristina Fernández había asistido el año anterior a la Catedral, restableciendo así una tradición que Néstor Kirchner había interrumpido trasladando el Tedéum a otras capitales provinciales. Eran momentos en que existían las mayores diferencias entre su gobierno y el entonces cardenal Jorge Bergoglio. Hoy la relación entre el Gobierno y la Iglesia Católica es calificada, según los interlocutores, de “fluida”, “cordial”, “correcta” y, en todos los casos, institucionalmente encaminada. Por otra parte, la Presidenta tendrá un nuevo encuentro con el papa Francisco el próximo 7 de junio en el Vaticano.
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