Lun 27.10.2003

EL PAíS  › DESPEDIDA A UN DIRIGENTE OBRERO EN EL RIACHUELO

Las cenizas del héroe

En la mañana de ayer, un nutrido grupo se acercó a las orillas del Riachuelo para arrojar las cenizas del dirigente obrero anarquista Domingo Trama, quien en 1956 encabezó la huelga más larga de la historia argentina. El historiador Osvaldo Bayer, uno de los oradores, resume la trayectoria de Trama y la emoción de la ceremonia.

› Por Osvaldo Bayer

Las cenizas fueron cayendo a su río, el Riachuelo. De todos lados de la ribera partieron rosas blancas hacia las aguas. Un orador dijo: cincuenta carabelas iniciarán ahora su marcha junto a sus cenizas. Ellas llevarán en sus velas las palabras que él amó y con las cuales cumplió hasta el último aliento: igualdad, libertad, fraternidad, solidaridad... Aplausos y muchas lágrimas. Así fue la última despedida a don Domingo Trama, 91 años, autor de la huelga más larga del siglo. Anarquista hasta la médula. Dirigente del gremio de Construcciones Navales.
Allá, en 1956, les dijo a los uniformados de la Marina de Guerra comandados por el almirante Rojas: “No, no y no. A nosotros no nos van a quitar ninguna ley”. Y también comenzaron la lucha por las seis horas de trabajo dadas las condiciones insalubres de las tareas. El paro fue total pero con características de las luchas populares de principios del siglo pasado. A lo anarquista. Sin sueldos, pero con la solidaridad. Las ollas populares para los huelguistas y sus familias. Ayudaba toda La Boca pero también el doque y Barracas. Como cuando se luchó por las ocho horas de trabajo, medio siglo antes. Los marinos gorilas del almirante Rojas se mostraron duros como cuando le dieron el guiño a Aramburu de hacer la Operación Masacre. Junto a Domingo Trama estaban luchadores de la talla de Luis Bravo –muerto poco después–, Rodolfo Almeyda, Luis Tarducci, Manuel Novoa, el viejo Sforza, Juan Taboschi, Orlando Torado, nombres para recordar. Trece meses sin aflojar, como los obreros de las barricadas de los talleres Vassena en la Semana Trágica. No al retroceso, no a la palabra de los milicos vestidos de uniforme azul.
Antes de que las cenizas anarquistas llegaran al agua, el presidente del Museo de La Boca, Granara Acosta, expresó el valor que tuvo esa huelga para el sentimiento barrial, “un barrio que se construyó para el pueblo, por el pueblo” y “que no debe jamás perder su rostro popular”. Se quiere ahora hacer desaparecer la típica Boca con inversiones que la alejarían de su destino de espejo de lo popular, que refleja también lo que fue la vida cuando los obreros ocupaban sus calles para que la dignidad no se escapara por sus ventanas y llegara la miseria con la explotación. Se recordó a Juan Ocampo, el primer héroe obrero muerto por las balas de sangre de la policía, y cómo su cuerpo ya sin vida fue llevado en hombros por los trabajadores boquenses hasta el local de La Protesta, la publicación anarquista. Los hombres rudos cantaban “Hijos del pueblo” y las mujeres de ese pueblo hacían ramos de flores silvestres que cubrían con sus lágrimas.
En esas mismas manzanas se jugaba el destino de los constructores navales. Tenían enfrente los astilleros armados hasta los dientes con la policía y los suboficiales de la Armada. Todos ellos por las patronales. Había que actuar más para que los grandes consorcios ganaran. Y aparecieron otras figuras del hampa: los carneros profesionales. Individuos predecesores de los patovicas preparados para romperles los huesos a los hombres que en la huelga veían la única arma legítima. Sí, la Marina de Guerra reclutaba a esos matones, figuras bestiales que se jugaban apuestas a ver quién “rompía más rostros obreros”. (Todavía hoy, por radio y televisión se escuchan y se ven propagandas que señalan que en los colegios de cadetes “se aprende a defender la Patria”.)
Antes que volaran las cenizas del viejo luchador a las aguas, habló en nombre de los hijos Nélida Trama. Con una sensibilidad mezcla de orgullo y nostalgia, describió a su padre, cómo desde chicos les enseñó los ideales de la Libertad y la justicia obrera. El público se imaginó en ese momento cómo el obrero naval habría llevado a sus dos hijitos a los actos del 1º de Mayo, para que oyeran la lucha épica de los héroes de Chicago y también el sacrificio de Sacco y Vanzetti, dos insuperables hijos del pueblo.
Abrazos fraternos que continuaban el símbolo de las aguas del Riachuelo recibiendo en su seno las cenizas del humilde luchador que llenó las hojas de los diarios con su accionar sin renunciamiento y cara a cara con el poder represivo. Y volvieron a pronunciarse los nombres de quienes habían llevado adelante la huelga de los trece meses hombro con hombro con Domingo Trama: Damonti, Néstor Ramírez, Atilio Sciarroche, Joaquín del Mas, Horacio Torrado... Y el nombre de Ramiro García, caído en Rosario porque no quiso callarse la boca. Mientras en el taller Tognetti, de la Capital, dos jóvenes huelguistas recibieron heridas graves por parte de los carneros profesionales.
Los huelguistas fueron finalmente derrotados. Perdieron sus puestos de trabajo y el sindicato de Talleres Navales fue clausurado por las tropas. Pero no se dejaron caer. Continuaron reuniéndose en el Ateneo de Cultura y durante medio siglo siguieron produciendo su boletín con recuerdos de la huelga y con anuncios de reuniones para ayudar a continuar la lucha de otros gremios.
Ayer habló también el periodista Rodolfo Perry, de La Prensa, que había informado sobre la huelga en 1956. “Aprendí en la pureza del movimiento el sentido de razón de las luchas obreras. Y su razón de ser, dijo. Es como si hubieran sido benefactores de la humanidad.” Aprendió a comer en las ollas populares y a amar a esa gente sencilla.
Y siempre allí, Domingo Trama, con su sencilla manera de vestir como un hombre de trabajo de la zona portuaria. Y quedó en el paisaje, ya no regresó con nosotros, ayer la brisa jugó con sus cenizas, que acompañaron el juego, y se levantaban hasta hacernos ver el cielo profundamente azul con nubecillas blancas que se elevaban del Riachuelo.
Una historia profunda de nuestra historia. Un movimiento libertario dentro de una dictadura militar. Y Domingo Trama, el Hijo del pueblo por excelencia, que se murió pensando que la historia le iba a dar una nueva oportunidad.

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