EL PAíS › OPINION
› Por Mario Wainfeld
El ministro Florencio Randazzo rechazó el ofrecimiento que le hizo anteayer en Olivos la presidenta Cristina Fernández de Kirchner: ser candidato a gobernador de Buenos Aires por el Frente para la Victoria (FpV). La oferta se plasmó en una larga reunión a la que llegó seguramente conmovido por los sucesos del martes. La fórmula Daniel Scioli-Carlos Zannini puso fin a sus ambiciones de ser precandidato a presidente. Randazzo se enteró de modo menos coloquial, más solitario y abrupto.
Ser candidato en las primeras ligas es absorbente y estresante, exigente por demás, cruel con frecuencia. Son formidables los dilemas, los vaivenes, las presiones que se suceden día a día. Esta semana habrá sido tremenda para Randazzo y hubiera sido durísima o dolorosa cualquier decisión que adoptara. La jornada previa al encuentro en Olivos no le dio sosiego ni, acaso, contención.
El ministro le agradeció a la Presidenta mediante una carta que difundió. Su texto, no memorable, es pródigo en elogios a ambos. Su principal argumento público estaba expresado de antemano: se había lanzado en pos de la presidencia, no aceptaría otra nominación. Lo enunció en decenas de discursos y entrevistas desde hace más de un año.
Se trató, dice, de una cuestión de palabra. Puede que lo sea aunque es también cierto que forma parte del manual de estilo de quien compite por un cargo alto consignar que no lo negociará según los avatares de la competencia. Dejarlo en suspenso o callar ante las preguntas es “bajarse el precio”.
De política hablamos, todo es opinable y se refracta según la ideología de cada cual. A los ojos de este cronista, la renuncia de Randazzo expresa más una posición individualista que una de quien milita en un colectivo. Trastrueca al tríptico “la patria, el Movimiento, los hombres”. Si el candidato es el proyecto, los criterios personales de los candidatos quedan (deben quedar) en segundo término.
El ofrecimiento no tuvo el mejor envoltorio, desde ya. El kirchnerismo no se caracteriza en general por la suavidad en el trato. Pero, a la vez, está a distancia sideral de ser un destino mezquino o desdoroso. La perspectiva factible de llegar a gobernador de “la Provincia” es un rotundo ascenso para cualquiera. Lo hubiera sido para Randazzo dada su trayectoria previa.
“Presidente o nada” se afirmó pero es demasiada pretensión si la líder del proyecto que se reivindica indica otra tarea. No hay cargos chicos para quien privilegia lo colectivo. La historia reciente oferta dos ejemplos notables, que no son los únicos. El presidente Raúl Alfonsín aceptó ser candidato a senador bonaerense en 2001, en plena debacle del gobierno de la Alianza. No iba por un éxito posible, como le hubiera tocado a Randazzo, sino para achicar una goleada contra el candidato peronista Eduardo Duhalde. Se sometió a salir segundo lejos, para atenuar la derrota de un gobierno pese a que el presidente Fernando de la Rúa lo desdeñaba y dejaba de lado.
Otro gran presidente con mandato ya cumplido, Néstor Kirchner, se puso a la cabeza de la lista de diputados bonaerenses del FpV en 2009. Su afán era ganarle por poco al casi inexistente Francisco de Narváez quien venía en ascenso en medio de un bajón pronunciado del gobierno de Cristina. Kirchner se arriesgó, a menos de dos años de irse en triunfo de la Casa Rosada, para ver si le sacaba tres puntos de margen al Colorado de Narváez. Ni eso pudo, pero se expuso sin que se le cayeran los anillos.
Cualquier mortal estaría dolido u ofuscado en la posición de Randazzo, el martes. Pero un cuadro político de nivel tiene la severa carga de poder controlar sus emociones o ambiciones y hasta de sacrificarse (si es que cuadra la expresión acá) cuando es menester.
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Randazzo fue uno de los varios postulantes que hicieron campaña para llegar a las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). El gobernador Scioli estaba instalado de movida, digamos desde 2011 por su capital electoral.
El ministro del Interior fue uno de los primeros en lanzarse, animado por una convicción que sostuvo durante bastante tiempo, parecida a la que sostenía Scioli. No precisaba un aval expreso de Cristina sino que le bastaba no ser vetado por ella. Así avanzó y se destacó de los demás (excepción hecha de Scioli) y quedó marcadamente como el segundo en la contienda.
En los tramos finales radicalizó su crítica al gobernador, llegándolo a definir como “el candidato de Clarín”. Es dudoso que Randazzo fuera el predilecto de los simpatizantes kirchneristas más “puros y duros” antes de que la Presidenta convocara a todos a un baño de humildad. El planteo fue atendido, quedaron dos en la pista: los más viables.
La radicalidad del discurso de Randazzo le granjeó apoyo de sectores “muy K” que recelaban y recelan de Scioli. Se lo leyó como “el candidato de Cristina” siendo que esta había dejado que crecieran cien flores y luego había podado algunas.
En realidad, la Presidenta talló poco en la competencia, durante largos meses. Cada cual hizo lo mejor que pudo tratando de avanzar. En la etapa de cierre, la Presidenta tenía una disyuntiva: habilitar las PASO entre Scioli y Randazzo o definir por uno. Hizo esto último, fortificando a quien era (entre previsible e ineludiblemente) el ganador de la interna.
Tal vez Randazzo y muchos que lo auparon analizaron mal la postura de la Presidenta a la que la prolongada interna le facilitó mantener su centralidad y forzar a Scioli a extremar gestos de pertenencia. El más reciente fue pedirle a Zannini que lo acompañara en la fórmula. Es imposible confirmar que esa versión del gobernador se apegue a la realidad aunque nadie la desmintió en la Rosada. Contra lo que afirma la furia mediática opositora es verosímil: si Cristina “delegaba” la conformación del binomio inducía a los presidenciables a complacerla. Lo que importa no es quien propone un nombre sino quien conduce. Y, en jerga peronista, que la Presidenta frasea bien, “conduce” quien consigue que los demás adecuen su comportamiento a las tácticas propias.
Los contra factuales son opiniones, también. Esto asumido, este escriba cree que Randazzo se equivocó cuando pregonó que Cristina le elegiría el vice. Eso podía equivaler a un apoyo marcado, que no lo acompañó. Y a “escribirle la agenda” a la mandataria... No es algo que la regocije, precisamente.
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La precampaña sirvió para sostener la gobernabilidad, el liderazgo de Cristina, el crecimiento de su imagen pública y de la intención de voto del FpV. En la encrucijada de su cierre, la Presidenta optó por el candidato único en vez de una interna. Dijimos que el lugar del candidato es exigente, el del decisor lo es por antonomasia. En especial en lo que concierne a las tácticas electorales, siempre validadas o lapidadas por los resultados.
Volvamos a los contra factuales. ¿Qué hubiera sucedido si Randazzo conseguía mejor intención de voto? La pregunta puede hacerse extensiva a Agustín Rossi, Sergio Urribarri o Jorge Taiana, que quedaron relegados. La respuesta imaginable es que la decisión de Cristina podía haber sido diferente. El futuro es un jardín de senderos que se bifurcan, el pasado también.
El dirigente de raza va adecuando las tácticas a los escenarios. También a comprender que lo mejor en la coyuntura no es algo abstracto: es lo mejor disponible. Aun en casos como los de Néstor y Cristina Kirchner, dos voluntaristas siempre dispuestos a (y duchos para) cambiar la realidad ampliando los márgenes de lo disponible. Pero no a negarlos o desconocerlos.
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Formadores de opinión y dirigentes opositores describen a Randazzo y a Scioli como víctimas. A éste lo describen como un perdedor sin coraje, a aquél como un mártir digno de compasión. Exageran para llevar agua a sus molinos: es otro rebusque de campaña.
Scioli, se reitera, tiene un capital electoral propio. Kirchner lo tomó en cuenta cuando lo sumó a su fórmula, agregándole una figura más conocida que él. En 2007 lo “mudó” a Buenos Aires para apuntalar las chances electorales de Cristina que iba por su primer mandato.
Desde hace cuatro años, Scioli trata de decantar su candidatura. Para eso cedió sin vacilar la confección de las listas de diputados y senadores nacionales. Y se excluyó de meter baza en la de gobernador. Consiguió su objetivo principal. Es el argentino con mejores perspectivas para llegar a la Casa Rosada o, por lo menos, uno de los dos. Asombra que se lo considere un perdedor...
No es para nada el mejor o más coherente candidato que pudo llevar el kirchnerismo, consideran varios incluyendo a quien esto firma. Quizás hubo fallas o descuidos en la construcción de un sucesor o sucesora. Hoy día es lo mejor dentro de lo posible si se quiere ganar.
Habrá que ver si está en condiciones de bancar el proyecto si vence en las elecciones cuyo final sigue abierto. Habrá que ver cómo funciona una diarquía jamás vista en el peronismo contemporáneo: el presidente en la Rosada, la líder del movimiento fuera de ella, legitimada y activa. La militancia kirchnerista, los sindicatos, “el pueblo” tendrán intervención decisiva si ese escenario se concreta. El tema da para más, se seguirá en notas futuras.
Cristina no podía exponerse a perder la interna del FpV, he ahí un dato evidente soslayado en muchos análisis. Ni son muy convenientes las PASO con muchas fórmulas. En Buenos Aires habrá tres del FpV, según se informó ayer. También dan tela para cortar, lo que se hará después del cierre de listas del sábado.
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