Lun 13.07.2015

EL PAíS  › OPINIóN

Cálculos y asombros

› Por Eduardo Aliverti

Los días siguientes a lo que fue denominado “superdomingo” electoral ratificaron que, salvo imprevistos cuyo surgimiento no está en cálculos de nadie, hay muy poco lugar para sorpresas hasta las elecciones decisivas.

Para comenzar por las obviedades más ostensibles, se reafirmó que la lucha presidencial está reducida a Daniel Scioli y Mauricio Macri. Cualquier afiebrada esperanza de reanimación que le quedara a Sergio Ma- ssa desapareció tras la estrecha victoria cordobesa del tándem José Manuel de la Sota-Juan Schiaretti. En verdad, el peronismo provincial sacó una distancia apreciable pero no tan amplia como se aguardaba y, cuando eso sucede, los triunfos tienen sabor a poco. Lo mismo pasó en la ciudad de Buenos Aires, porque el macrismo tenía la secreta expectativa de ganar en primera vuelta y así lo auguraron sus bocas de urna y mesas testigo apenas cerrados los comicios. De la Sota vio partir la ficción de toda posibilidad presidencialista, Massa estuvo pintado en el escenario de un festejo desmedido, es probable su victoria en la interna entre ellos y, entonces, más probable todavía que Schiaretti termine orientado hacia Scioli, por aquella verdad básica de que el peronismo nunca juega a perdedor. En la misma noche del domingo fue sugestivo que el gobernador electo mencionara elogiosamente haber recibido el llamado presidencial, para mantener una extensa charla (¿por un llamado de felicitaciones?), cuya cita trastornó la cara de De la Sota. Esto forma parte de la larga lista de especulaciones que se acumulan en una arena electoral donde, mayormente, los análisis de laboratorio dictaminan aritméticas que después suelen tropezar con la realidad. Por reiterar, el PRO sacaba la cuenta de unos triunfos categóricos en Santa Fe, Mendoza y Córdoba, que sumados al de CABA compensarían la ventaja indescontable de Scioli en la provincia de Buenos Aires. Nada de eso ocurrió, pero aunque hubiere sucedido tampoco habría significado que las cosas estuvieran como lo tenían planeado porque en el voto presidencial juegan factores diferentes al de las percepciones solamente provinciales. Lo paradójico es que en el mismo PRO son conscientes de eso, porque los invade una sensación de derrota anticipada siendo que, después de todo, en los cuatro distritos mencionados disponen de un muy buen piso de electores. Sin embargo, ¿dónde estaba/está escrito que los votantes de Del Sel, de los radicales mendocinos, de la triple alianza cordobesa e, incluso, de los porteños que ya supieron darle el triunfo a Cristina hace cuatro años, irán a parar en masa a la candidatura de Macri? Es análogo a la ridiculez de pensar que los votos al FpV, FIT y Zamora se trasladarán miméticamente a Martín Lousteau.

Otras alquimias, de tenor parecido, se dan acerca del territorio bonaerense e involucran al propio kirchnerismo. La más llamativa dice que Aníbal Fernández, quien sigue al frente de todas las encuestas contra Julián Domínguez-Fernando Espinoza, tiene una fuerte imagen negativa que es capaz de espantar al llamado “voto independiente”. ¿Desde cuándo el voto ése, que semánticamente remite a los sectores anti K, ahora podría volcarse al oficialismo? Y nunca se habló tanto de un político con pésima imagen como respecto de Jorge Capitanich, quien volvió a su provincia, acaba de ganarla con casi el 60 por ciento de los sufragios y se encamina a la intendencia resistenciana por una distancia quizá más grande aún. Pero sobre todo, ¿qué se ensaya? ¿Que los votantes bonaerenses de Scioli rechazarían al jefe de Gabinete hasta poner en riesgo las chances presidenciales del gobernador? Ciertas lucubraciones son raras. Más parecen responder a incertidumbres forzadas, de alcance corto, que no eran las que regían hace alrededor de un año o en el verano sacudido por el episodio Nisman. Se suponía, según la prédica del periodismo ultraopositor y algunas franjas del establishment, que a esta altura el país estaría en medio de un colapso de las arcas públicas, azuzado por la amenaza buitre, con un deterioro económico generalizado, el dólar por las nubes y la popularidad de Cristina en el sótano. Hacia fines de año ya se veía que le erraban al vizcachazo, pero la muerte del fiscal reavivó expectativas de un escándalo susceptible de dañar, sin retorno, la estabilidad del oficialismo. Eso duró no más allá de marzo. El intento de reinstalar la asociación entre Gobierno y manipuleo de la Justicia, como ingrediente grave de la escena institucional, culminó la semana pasada con una manifestación casi grotesca, frente a Tribunales, en defensa de un juez suplente que fue removido con todas las de la ley. Se congregaron apenas unos cientos de personas, como réplica imperceptible, bizarra, de aquel terremoto amenazante del 18F.

Una mirada misericordiosa diría que el retroceso de los ánimos opositores es la cartera en que se convierte todo cocodrilo dormido. Que no supieron o no quisieron unirse, que no mostraron vocación de poder, que se anclaron en ámbitos municipales y provinciales, que no le acertaron al discurso y, en síntesis, que descansaron exclusivamente en la profecía del fin de ciclo K. La pregunta es cuánto hubo de eso y cuánto de que los pronósticos sombríos no tenían visos de concreción, al estar montados en intereses mediáticos antes que en una lectura objetiva o, más adecuada, del panorama real. En lo macro, y a pesar de las deficiencias estructurales de una economía que no genera la cantidad de divisas suficiente para asegurar un crecimiento sostenido, el país tiene una deuda en dólares que es ínfima con relación a su PBI. El resto es un Estado que en lo sustancial y en todo caso se debe plata a sí mismo, en moneda nacional, y no se conoce ningún país, en ningún momento histórico, que corra serio peligro si esa es la cuenta madre. Bajaron los precios de las materias primas que se exportan, pero aun así la extracción de renta agraria asegura un buen nivel de financiamiento, en programas sociales y de inversión productiva, que a la par tampoco afecta gravemente –ni mucho menos– el ingreso de los sectores concentrados. Las dificultades en y con Brasil perturban el envión de la industria automotriz, pero no tanto como para inquietar en forma seria a un mercado que explotó en venta de autos y motos. La construcción volvió a crecer, con obra pública impulsada básicamente por las políticas estatales proactivas. El consumo comercial se sostuvo gracias a planes de financiamiento que dan resultado movilizador. De yapa, las paritarias confirmaron el mantenimiento del poder adquisitivo contra una inflación que permanece alta pero no desbocada. ¿Cuál era, entonces, la realidad de un horizonte de hecatombe? ¿Qué asidero tenía guardar confianza en perjudicar a esa solidez por vía del denuncismo de la corruptela gubernamental, o del avance oficial contra una Justicia de cuyo funcionamiento se quejan todos? En definitiva, y con la foto de ayer y hoy que, claro, siempre puede cambiar, quizá se trate de que la oposición no tenía ni tiene mucho por hacer, por más y mejores esfuerzos que desplegara. Bajo estas circunstancias, y como el principalísimo asesor de Macri le confesó a Francisco de Narváez, Cristina es imbatible.

Que la Presidenta no pueda ser candidata simplemente sumó incógnitas, así, en plural, pero no un dilema excluyente porque además no se cuestiona que continuará en rango de jefa máxima. Ya se sabe que el candidato a sucederla despierta resistencias dentro del propio espacio kirchnerista, bien que no al extremo de arriesgar el voto de ese universo en particular y del peronismo en general. Lo que pareciera restar son aspectos de pago chico, o no nacionalizables. Uno de ellos es la segunda vuelta porteña, que dirimirá la interna macrista. Ganará Horacio Rodríguez Larreta sin la más mínima duda, salvo algún acontecimiento extraordinario. La atención quedó concentrada en el hecho de cuántos votos por fuera del macrismo irán a la boleta en blanco, y cuántos a la interpretación de que Lousteau es una variante a mano para jorobar las aspiraciones presidenciales de Macri. Se trata de un matiz secundario en cuanto al resultado final, aunque es cierto que si el macrismo –entendiéndose por tal la figura de su líder– no logra repetir o acercarse a su notable elección de la segunda ronda de 2011, cuando llegó a casi el 64 por ciento de los votos, será visto como un retroceso adherido a las derrotas santafesina y cordobesa. No hay mucho más que eso hasta las primarias nacionales del 9 de agosto, junto con el interrogante de la interna peronista bonaerense que, ya expresado, no indica alterar las preferencias generales por Scioli. Es a corto plazo, por tanto, que se verificará si estas impresiones se confirman; o si tienen razón quienes insisten en contemplar, o decir que ven, un panorama nefasto, de condiciones aptas para provocar un cambio nacional.

Hablando de señalamiento de angustias, la gira latinoamericana del Papa provocó alguna conmoción porque, además de pedirles perdón a los pueblos originarios por la masacre que sufrieron en nombre de la cruz y la espada, dijo que este sistema ya no se aguanta más. Se refería al orden económico mundial. No será este comentarista quien se sume a la papamanía que invade o seduce a sectores y personalidades impensados. Descreo por completo de la institución vaticana, de su jefe supremo y de una mayoría de obispos conservadores que ratifican el profundo carácter retrógrado de la Iglesia de Roma. Es una consideración personal que no importa un pito más que a la necesidad de aclararlo por parte del autor. Lo que no deja de ser delicioso es observar la incomodidad manifiesta de las gentes de derechas, frente a un discurso de contenido progre por parte del último que esperaban. Eso es lo que sirve, en tanto pueda usufructuarse para estimular una mayor generación de conciencia popular acerca de un sistema devastador.

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