EL PAíS
› POR QUE DUHALDE HABLA TANTO POR RADIO Y TV
“La campaña permanente”
El Presidente adopta un criterio sugerido por varios consultores, seguir en campaña. En Economía –y no sólo ahí– tiemblan y critican.
› Por Raúl Kollmann
En voz baja, distintos integrantes del gabinete están cuestionando la decisión de Eduardo Duhalde de hacer una o más declaraciones por día. Hace actos, pronostica que el dólar va a estar a 1,60 o 1,70, asegura que el 9 de julio se festejará el fin de la recesión y, en concreto, no para de hacer al menos una declaración o anuncio por día. Esa estrategia, ya estudiada en el mundo entero, se llama “la campaña permanente”, o sea que quien ocupa el cargo de presidente debe seguir haciendo campaña como si fuera un candidato. Esto significa instalar temas, esbozar un adversario que sea malo, crear expectativas en la gente. Todo ese esquema es apoyado por consultores norteamericanos y ahora especialmente brasileños, como Duda Mendonça, el hombre que en los últimos años asesoró a Duhalde. En la otra orilla hay muchos especialistas que dicen que esa estrategia tiene rebote: o sea que las promesas y expectativas no cumplidas –como podría ser el dólar a 1,60 o la reactivación para el 9 de julio– crean tarde o temprano la sensación de gobierno improvisado, incoherente y sin integridad.
Es un secreto a voces que en el Ministerio de Economía tiemblan cada vez que Duhalde habla. O sea todos los días. Lo mismo ocurre en la Cancillería y en otros ministerios. Más de uno ha tratado de hacerle llegar al Presidente el consejo de que no debe exponerse tanto y que la explicación de los errores no puede ser –como cuando dijo que se iba a devolver el dinero en dólares– que sus colaboradores le dieron información equivocada. Por ahora, Duhalde está convencido de que debe seguir hablando, aunque la evaluación de su gestión no mejoró –ni empeor–. un milímetro en todo este tiempo de anuncios y promesas.
La idea de la “campaña permanente” surgió en Estados Unidos en época de Bill Clinton. Dos consultores famosos y ligados a la Argentina, Dick Morris –asesor de Fernando de la Rúa– y James Carville –consultor de Duhalde– la sostuvieron y aún la sostienen. El esquema teórico es el siguiente: como los ciudadanos son cada vez más independientes políticamente y ya no hay fidelidad partidaria como antes, la campaña permanente sirve para mantener a la gente del lado de uno.
Traducido en hechos, esa estrategia significa que hay que estar como si uno estuviera en campaña: hablar en los medios, especialmente en la televisión; marcar dos veredas, la del Presidente y la de los enemigos; golpear a los adversarios, prometer, hacer cortos publicitarios y esbozar que la alternativa al Presidente sólo puede ser el caos. “Gestionar un gobierno es algo gris, poco notable, en el corto plazo. La campaña permanente contrapesa eso”, le explicó a este diario un hombre cercano al Gobierno. Obviamente, para los consultores no deja de ser un negocio el hacer campaña ininterrumpida.
La estrategia de la campaña permanente no sólo tiene ahora adversarios entre los ministros sino también los tiene desde hace tiempo en el campo de la teoría. El economista Paul Krugman escribió un libro titulado Peddling Prosperity, algo así como “vendiendo (en el sentido criollo del término, con un poco de truchada) prosperidad”, donde justamente advierte que la campaña permanente tiende al agotamiento porque no se cumple con esas promesas de prosperidad y tarde o temprano lo que parecía jugar a favor termina jugando en contra.