EL PAíS › OPINIóN
› Por Juan Ignacio Issa *
Luego de los comicios en la provincia de Tucumán, la transparencia de los resultados electorales se ha instalado en la agenda de cara al 25 de octubre. Es un problema jurídico-político. Jurídico, por la cuestión de la legalidad de los resultados y político, por la legitimidad de origen del gobierno electo. También tiene una dimensión simbólico-mediática. Esta genera varias aristas que se desarrollan entre las cinco de la tarde y las 12 de la noche del día de votación, o se extienden hasta el lunes o varios días después, dependiendo de la tensión política que produzca cada caso.
La variable central es la legitimidad del resultado. Se instala el tema del fraude, los sectores políticos que salieron segundos o van segundos en las encuestas declaran la posibilidad de fraude, los medios toman estas declaraciones y las ubican en el primer plano discursivo. En el caso de que existan otras variables sociopolíticas que lo permitan, la elección pierde espacio, y el proceso electoral se reduce al posible fraude que termina siendo real hasta el recuento definitivo de los votos. En la mayoría de las oportunidades, estas variables impiden la viralización del fraude y solo se acota a las declaraciones.
La segunda variable tiene que ver con los tiempos. La velocidad con que se procesan los resultados es mucho más lenta que los tiempos mediáticos. Los medios de comunicación necesitan que a las 21 horas de la jornada electoral estén los resultados, porque es el prime time, y el rating indica que los políticos deberían salir a hablar en ese horario. Pero la complejidad de ciertas elecciones (múltiples cargos, muchas listas, inmensidad de opciones a partir de la ley de lemas y acople) implica que los resultados no sean noticia. No hay noticia, porque no hay resultado con el 3 por ciento de las mesas escrutadas.
Durante la noche, los resultados se van modificando. Por ejemplo, el 9 de agosto, en las PASO nacionales, el candidato del FpV, Daniel Scioli, dio su discurso a las 12 de la noche, cuando había una diferencia de aproximadamente 6 puntos. ¿Cómo hubiera sido el tratamiento de los medios si en ese momento la diferencia hubiera sido de cuatro puntos sobre Cambiemos, como ocurrió a las 2 de la madrugada? No tuvo impacto mediático porque la opinión pública estaba durmiendo y al otro día la diferencia ya era de 8 puntos. El resultado provisorio, que terminó siendo bastante similar al resultado definitivo, se publica en las tapas de los diarios recién el día martes. No hay encuestas públicas al respecto, pero sería interesante medir qué porcentaje de la opinión pública tiene conocimiento sobre el resultado definitivo y la distancia verdadera entre el primero y el segundo.
La ansiedad mediática, que es la ansiedad del elector-consumidor que no sabe lo que quiere pero lo quiere ya, desata la pulsión de saber. De enterarse, sobre todo. A las 18 del día de votación, los medios destacan las posiciones de los candidatos. El resultado genera distintas emociones en los electores: alegría, tranquilidad, decepción, tristeza, consternación. Los resultados electorales se transforman en un producto comercial que viene a llenar un vacío en el consumidor-elector. Los comentarios de los periodistas, analistas políticos, y el boca de urna van generando distintos escenarios políticos, según la lectura de cada medio, que producen un movimiento contradictorio: calma la incertidumbre en un primer momento, y luego no hay tantas certezas. Esto sucede porque el televidente a través del zapping va tomando distintas visiones, a partir de distintos relatos, que producen una dinámica de informacióndesinformación.
El abordaje de los medios sobre el resultado de las elecciones también se transforma en disputa discursiva. A partir de la incorporación al sistema electoral de las primarias, cada medio decide mostrar los resultados a partir de la suma de los votos de todos los partidos, o referentes que forman la alianza, o decide no sumarlos. Es interesante que un mismo medio decide una u otra cosa dependiendo de su línea editorial. Por ejemplo, el Grupo Clarín decidió mostrar los votos del PRO, Sanz y Carrió, otorgándole un 30 por ciento a Mauricio Macri. O sea, sumando los votos de los tres partidos que integran el frente. En cambio, mostró de forma separada los votos del FpV y del peronismo provincial en Santa Cruz, más allá de que conforman una misma fuerza electoral.
* Politólogo y docente.
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