EL PAíS › OPINIóN
› Por Mempo Giardinelli
En ningún momento tuve dudas del comportamiento de mis comprovincianos. Acá no pasarán, pensé y escribí estas semanas; que no vengan a inventar lo que no somos.
Y hubo cuatro hechos que lo demostraron esta noche calurosa de domingo: la candidata radical Aída Ayala, después de 12 años a cargo de la Municipalidad de Resistencia, dijo a las 21.30: “La ciudadanía eligió el proyecto kirchnerista, y eso hay que respetarlo. El pueblo es soberano”. Y remató: “Somos un pueblo tranquilo, y vamos a acompañar en la transición”.
En paralelo, el gobernador Jorge Capitanich se consagró intendente de esta ciudad con el 49,76 por ciento de los votos, contra el 44,92 por ciento de su joven contrincante, el arquitecto y hasta ahora jefe de gabinete municipal Leandro Zdero, que hizo una campaña excepcional. Fue casi lo primero que subrayó Capitanich: “La oposición ha hecho una gran elección, y eso nos compromete”.
Por su parte, cerca de Aída, Zdero declaró: “Nos ganaron bien, y yo me siento orgulloso de lo que propusimos. Seguiremos trabajando”.
Y el nuevo gobernador, Domingo Peppo, ex intendente de Villa Angela, tercera ciudad chaqueña, y de creciente popularidad, dijo con humildad y prudencia: “Sin Coqui, este triunfo no hubiera sido posible”. Y tras destacar lo arduo del comicio, remató: “Ahora, a trabajar, que el Estado somos todos”.
Tres horas antes, yo había anotado un hecho que no dejaba de ser gracioso: a pocos minutos del cierre de mesas, la señal de TN resaltaba que escrutado el 0,10 por ciento de los votos, Ayala tenía 51,87 por ciento y Peppo sólo el 42,69 por ciento. Obvio que eso no indicaba absolutamente nada; eran apenas un par de mesas iniciales. Pero me sirvió para sonreír pensando que si todavía diera mis clases en la universidad, hubiese mostrado esa “información” como un perfecto ejemplo idiota de manipulación de audiencia.
A las ocho, y con el 21 por ciento de las mesas escrutadas, la diferencia era pequeña: Peppo 49,6 por ciento; Ayala 46,3. Salí en coche a dar una vuelta, como para medir la temperatura urbana cuando todos los termómetros marcaban agradables 24 grados.
En las calles todo era tan abrumadoramente normal que Tucumán parecía y era nomás un fantasma agitado de manera canalla. El domingo era típico de primavera chaqueña: las calles repletas de gente, las cuatro plazas simétricas llenas de niños colmando juegos y veredas, misa multitudinaria en la catedral, y atestadas las pizzerías de los boulevares y las veredas de los tradicionales cafés: La Biela, San José, Zan-En, La Petite y otros, todos a full como se dice ahora. Las cinco calles peatonales estaban llenas y a las nueve de la noche la larga feria de artesanos de la avenida Laprida resplandecía de luces. Y en los alrededores de la Plaza 25 de Mayo, en sus cuatro manzanas, varios centenares de familias con bombos y chiquilines agitaban banderas, carteles y celebraban lo que estaba pasado en todo el Chaco: la fiesta de la democracia.
El FPV festejó especialmente la recuperación de Resistencia después de veinte años, y también de Charata, la cuarta ciudad provincial. El radicalismo retuvo la populosa ciudad portuaria, Barranqueras, y lo mismo celebró Gerardo Cipollini, intendente de Sáenz Peña, segunda ciudad del Chaco, con un triunfo rotundo.
Las Breñas y DuGraty, y el Sauzalito, en el Impenetrable profundo, no estaban definidas, mientras se cerraban los guarismos en los 69 municipios chaqueños donde votó alrededor del 80 por ciento de los empadronados, el 28 por ciento de los cuales ejerció nuevamente el voto electrónico, que indudablemente ayudó a la velocidad de los resultados no obstante los cuestionamientos que esta tecnología se ha ganado también y con razones. Personalmente, declaro que el voto electrónico no me convence, y hoy cuestioné incluso el hecho de que se nos veía votar: las autoridades y todos los integrantes de la mesa de votación, y cualquier ciudadano haciendo cola, podían ver de costado dónde ponía cada votante su mano sobre la pantalla. Me sentí incómodo y recordé que son computadoras; no son máquinas. Hay una inteligencia programada detrás de ellas, y el temor es que puedan ser a la larga inapelables. Por eso en Alemania y otros países se ha ido desaconsejando.
Como era de esperarse aquí, no pasó nada fuera de la normalidad electoral que desde hace 60 años es tradición en el Chaco. Pero desdichadamente la tradición incluye, junto a la pobreza persistente y nunca del todo erradicada, un cúmulo de pésimas conductas electorales históricamente practicadas por algunos pocos caudillos locales que han oscilado al servicio de los dos partidos mayoritarios. Aquí nadie niega esas taras de la política, y todos sabemos que se han venido morigerando en democracia aunque no de modo suficiente. Algunas las mostró esta misma noche la tele, en su estilo generalizador y efectista. Pero no alcanzan para empañar el comportamiento cívico de una ciudadanía que hoy se expresó con maciza responsabilidad y orgullo: aquí ganaron los que tuvieron más votos, se votó en paz, y la oposición radical, en su mejor tradición, fue leal y supo estar por encima de todos los consejos miserables que seguramente les dictaron desde Buenos Aires dirigentes y periodistas buscarroña. Yo estaba seguro de que así sucedería.
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