EL PAíS › OPINIóN
› Por Raúl Kollmann
En su discurso ante la ONU, la Presidenta dejó claramente perfilado que la causa AMIA se convirtió en los últimos años en un terreno de maniobras de servicios de Inteligencia extranjeros. Y que muchos de los protagonistas locales jugaron para intereses geopolíticos que no eran los argentinos.
De manera cruda, marcó que tras la muerte de Alberto Nisman aparecieron con mayor nitidez sus vínculos con los think tanks republicanos y los servicios extranjeros, principalmente de Estados Unidos e Israel. Esos vínculos ya se veían: aparecieron claros en dictámenes del fiscal en los que la acusación –como señaló más de una vez el juez Rodolfo Canicoba Corral– se basaba más en informes de la CIA y de la SIDE que en pruebas judiciales. Se veía también en las humillantes visitas de Nisman a la embajada de Estados Unidos, pidiendo instrucciones y más de una vez pidiendo disculpas. La Presidenta incluyó, como prueba del vínculo, una mención a las cuentas en Nueva York, refiriéndose tácitamente a las cantidades de dinero que movía el fiscal sin que se explique el origen. Retumba todavía el testimonio del ex director ejecutivo de la DAIA, Jorge Elbaum, quien contó que el fiscal ofreció fondos norteamericanos para financiar una campaña contra el Memorándum de Entendimiento con Irán.
En paralelo con ese alineamiento internacional, el coequiper de Nisman, Horacio Jaime Stiuso, fue protagonista –sin nombrarlo– del discurso ante las Naciones Unidas. CFK dejó en claro que fue desplazado porque jugaba también para los servicios extranjeros y que eso es lo que explica su virtual refugio en el exclusivo resort Portofino, en La Florida, Estados Unidos. Pese a las gestiones del canciller Héctor Timerman y de la embajadora Cecilia Nahón, que incluso estuvo personalmente en el Departamento de Estado, Washington se negó a contestar dónde y en calidad de qué –¿refugiado?– está Stiuso residiendo en el país del norte. CFK dejó un halo de autocrítica: “Desplazamos a quienes tenían un papel central en la Inteligencia argentina desde el año 1972, pasando por dictaduras y gobiernos democráticos, incluyendo el nuestro”. Los nuevos fiscales ya libraron una orden de paradero, que se cursa a través de Interpol, pero el ex jefe de Operaciones aparece amparado por los servicios norteamericanos, con los que trabó tanta relación.
La mandataria no se pronunció ayer sobre la muerte de Nisman, pero en la investigación sobrevuela un posible juego de traiciones: está claro que Nisman llamó a Stiuso de forma insistente en sus últimas horas y que éste no le devolvió los llamados. De forma irrisoria argumentó que tenía el celular en modo vibrador. La desesperación de Nisman era porque Stiuso supuestamente le iba a aportar escuchas y otros elementos para sostener su denuncia. El ex jefe de Operaciones le dijo después a la Justicia que ni prometió ni tenía nada para aportar. Hoy en día, la fiscal Viviana Fein le está pidiendo a Yahoo! en Estados Unidos que le entregue copia de los últimos mails que recibió y mandó Nisman: quiere ver si alguien lo presionó o instigó. O si lo que pasó fue que el fiscal se quedó solo con una denuncia que naufragaba por todos lados. Le dijeron que no los jueces que la recibieron, los juristas de mayor renombre y lo defenestró el ex secretario general de Interpol.
CFK habló ayer de hipocresía. Por primera vez contó que Washington se contactó con Timerman en 2010 a raíz de la negociación que ya tenían Estados Unidos e Irán. El dato es impactante: Washington negociaba con Teherán en épocas del duro Mahmud Ahmadinejad, no en el período actual del aperturista Hassan Rohani. Y hasta hubo un pedido de combustible nuclear para una central iraní que la Argentina ayudó a construir en épocas de Raúl Alfonsín. En ese momento, 2010, a la Presidenta le pareció impropio semejante suministro, teniendo en cuenta que Irán aparecía judicialmente como el principal sospechoso de haber participado del atentado contra la AMIA. Aún así, dijo que estaba dispuesta si el pedido se hacía por escrito y si la movida servía para un acuerdo de limitación nuclear. Lo de hipocresía vino a cuento de que había negociación con Ahmadinejad, pero se criticó, como si fuera la mayor traición del mundo, el intento que se hizo mediante el memorándum por el caso AMIA.
El final de esa historia está a la vista: Irán firmó a mitad de año un acuerdo de limitación nuclear con Estados Unidos, China, Rusia, el Reino Unido, Alemania y Francia. Es un Memorándum que el próximo mes tiene que pasar por el congreso norteamericano, es decir por el terreno minado de la derecha republicana y el complejo de la industria bélica de Estados Unidos. Hoy, ese acuerdo se considera un paso adelante en términos de paz y es una respuesta a quienes decían que no se podía ni empezar un diálogo con Teherán.
CFK se despidió de la Asamblea de Naciones Unidas dedicándole nuevamente muchos minutos al atentado contra la AMIA. Todos los que la conocen saben que siempre fue su obsesión, desde la época de legisladora. Impulsó como nadie la crítica a la investigación, firmó un dictamen en contra de su propio bloque, empujó para que se levantara el secreto a los agentes de la SIDE, estuvo detrás del reconocimiento –planteado por los familiares de las víctimas– de que el Estado ni previno ni investigó el atentado, acompañó todo el proceso para juzgar a los responsables de haber desviado la investigación –lo que hoy es el juicio por el encubrimiento–, y le reclamó a Irán en todos los estrados internacionales, año tras año. Con aciertos y seguramente errores, buscó el avance de una causa en la que trataron de imponerse mucho más los intereses geopolíticos que la búsqueda de la verdad.
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