EL PAíS
› EL PIQUETERO EMILIO ALI, EN LA CARCEL
“Confío en la gente”
Entrevistado en la cárcel por dos periodistas canadienses y una sueca, Emilio Alí cuenta por qué lo detuvieron. Espera quedar en libertad, agradece el apoyo de “los compañeros” y anuncia que seguirá luchando.
Por Naomi Klein, Avi Lewis y América Vera-Zavala*
La Legislatura bonaerense tratará mañana un proyecto de ley de indulto para dejar en libertad a Emilio Alí. Por reclamar comida frente a un supermercado en Mar del Plata, Alí lleva un año y nueve meses preso y fue condenado a 5 años y medio de prisión. Su liberación formó parte de las negociaciones entre los piqueteros y el presidente Eduardo Duhalde y derivó en un acuerdo interbloques para conseguir el voto que le garantice dejar atrás la cárcel de Gorina.
–¿Qué pasó el día donde hiciste la acción por la cual te juzgaron?
–Fue el 5 de mayo de 2000, ese día nos movilizamos como habitualmente por la falta de trabajo. Había una paro nacional de diferentes sindicatos. Pero con esa movilización sola no íbamos a conseguir lo que necesitábamos en lo inmediato, lo que nuestra gente necesitaba ese día era comer. En el trayecto del camino decidimos movilizar a la “Casa Tía”, que es una multinacional. Fuimos a pedir alimentos, nos atendió el gerente. Dijimos que necesitábamos alimentos para nuestras familias y hubo una negociación de tres horas. Vinieron entre cincuenta y sesenta policías. Nosotros éramos 120, entre mujeres, chicos, ancianos y jóvenes. Pedíamos 150 paquetes de alimentos. Nos dieron ese alimento. El jefe de la policía preguntó si pasaba algo, el gerente dijo que no pasaba nada, que simplemente estábamos pidiendo comida pasivamente. Y bueno, nos dieron el alimento y nos fuimos. Al mes siguiente me llega una citación, yo soy presidente de una asociación de fomento. Me presento y me dicen que estoy detenido por coacción y distorsión.
–¿Y entonces?
–Me llevan en seguida al juzgado. El fiscal me dice que tenía que prestar declaración indagatoria, yo digo que no porque no tenía mi defensor. Me llevaron a una comisaría muy lejana de la ciudad donde vivo, supuestamente estaban atemorizados de que la gente se movilizara peticionando por mi libertad. Me tuvieron veintiocho días ahí, y después me llevaron a la Unidad 15 de Batán, que es una unidad de máxima seguridad donde las condiciones son bastante... (no termina la respuesta y todos entendemos por su silencio que las condiciones eran terribles)
Ahí estuve diez meses, y después me llevaron a juicio.
–¿Estuviste diez meses sin juicio?
–Sí, después de diez meses me llevaron a juicio. Ahí yo vi que la condena ya estaba dada desde antes que empiece el juicio: me condenaron a 5 años y 6 meses.
–¿Además de los diez meses?
–Además de los diez meses, 5 años y 6 meses. Fue un juicio donde solamente se escuchó a un sector. Durante el proceso no hubo denunciante, nadie nos acusa de coacción ni de extorsión. El fiscal actúa de oficio defendiendo al Estado. Los gerentes de Casa Tía dijeron que no pasó absolutamente nada, que no hubo violencia, que jamás los presionamos, que no hubo saqueo, que ellos nos dieron alimentos por su voluntad. En Casa Tía no faltó absolutamente nada. El fiscal se agarra de los dichos de una cajera que dijo que se sintió un poco atemorizada de ver tanta gente. Cuando mi defensor pregunta por qué, ella dijo que era por la forma que nos vestíamos, por ser pobres. Solamente se escuchó a un sector, cada vez que nosotros presentábamos testigos los jueces nos tomaban el pelo, no nos escuchaban, se dormían.
–¿Se dormían?
–Eso fue un escándalo, fue algo muy feo. Estando en una situación así, uno siente tanta impotencia al ver tanta impunidad. La justicia que supuestamente nos tiene que defender nos estaba castigando por haber pedido alimentos.
–¿Sentís que te pueden dejar en libertad? ¿Qué sentís ante las fuerzas sociales que se han movilizado para que eso sea posible?
–Yo en este momento estoy con mucha expectativa, pero también lo trato de tomar con mucho cuidado porque en otra oportunidad el Gobierno dijo que me iban a dar la libertad y bueno... acá estoy. En lo único que yo confío en este momento es en los compañeros que se movilizan, los miles de compañeros que salen a peticionar por la libertad mía y otros compañeros que están detenidos. La única garantía que yo tengo en este momento es la gente, la gente que sale a movilizar y la expectativa que tengo es esa. Desconfío totalmente del Estado, que salen haciendo totalmente lo contrario a lo que dicen.
–¿Por qué pensás que te juzgaron?
–En varias oportunidades nos quisieron coimear. Yo jamas acepté ningún centavo del Estado para dejar de luchar. Yo salí a luchar por necesidad. Vengo de una familia muy carenciada, muy jodida. Mis hermanos tenían que salir a delinquir por necesidad, estuvieron años presos, después murieron. Yo me organicé en 1996 contra los palos de la policía porque en ese tiempo había muchos. Como tenía a mis hermanos detenidos, la policía creía que yo iba a hacer lo mismo. Yo solamente era un vendedor ambulante. Menos de un año más tarde la policía mató a “Chau” Campo. Yo y otros compañeros movilizamos a todos los jóvenes contra la represión policial. Ganamos el caso, porque condenaron a los policías que lo mataron y lo quemaron. Fue algo muy espantoso. Y esa lucha me sirvió para seguir organizándome. Y después, en el ‘97 organicé el primer piquete en la provincia de Buenos Aires, éramos 50 familias cortando una de las rutas de acceso a la cuidad. Conseguimos 2700 planes de empleo –los 200 pesos mensuales que da el Estado– y eso lo conseguimos gracias a la lucha. Fue una necesidad salir a movilizar. No fue una idea teórica, ningún estudio político, fue más que todo la necesidad de conseguir algo diferente. Uno de mis hermanos se suicidó por no tener trabajo, se metió un balazo en la cabeza en mi casa. Mi viejo fue matón de la burocracia sindical durante casi diez años, y hoy mi viejo está discapacitado mental y no tiene la pensión, no tiene nada. Yo viví toda esa situación y salí a luchar. Tenía tres opciones: salir a delinquir, meterme un balazo en la cabeza o salir a luchar. Elegí salir a luchar. Y es por eso que estoy acá, por mi lucha. Eso no quiere decir que no haya dirigentes honestos. Yo nunca dejé la lucha. En un momento me ofrecieron 200.000 mil pesos y una vivienda y yo dije que no, a pesar de vivir un momento donde no tenía comida. Eso en base a mi conciencia que no me la formó una organización política, sino la misma necesidad. La gente ya no quería más de lo mismo sino algo totalmente diferente y eso es lo que traté de hacer.
–Después del 19 de diciembre la clase media se comenzó a movilizar y se solidariza con los piqueteros. ¿Qué sentís frente a eso? Luis D’Elía nos contó que antes los piqueteros eran “los feos, sucios y malos”. ¿Cómo ve ese cambio?
–Hubo un cambio muy importante, antes nos daban palos, o presentaban quejas a la policía. Lo más importante fue que la gente dijo basta a la vieja política, llena de gente que ha vendido toda nuestra Argentina y que ha generado toda la desocupación y la miseria. La gente dijo basta a todos esos políticos, ahora cuando los ven les hacen escraches. Hubo 30.000 desaparecidos en este país. Y la gente ya no quiere más ni a los peronistas ni a los radicales. Eso es lo importante. La gente se dio cuenta también de que los banqueros se han beneficiado toda la vida a costilla de toda la gente. Jodieron a los más pobres y beneficiaron a los más ricos.
–Vos tenés una sentencia de cinco años y medio por haber pedido comida pacíficamente al mismo tiempo nosotros vemos a la clase media que destruye bancos y a ellos no les dan nada. ¿Qué sentís frente a eso?
–Esa gente está totalmente desesperada y angustiada por toda esta situación. La gente quiere lo suyo. El Gobierno sabe que no puede poner en la cárcel a los ahorristas que piden lo suyo de una manera no pacífica. Yo viendo lo que pasó el 19 y 20 quería estar con mis compañeros en las calles. También siento impotencia porque yo estoy acá y Menem y otros que se han afanado el país están en libertad. Y yo sigo detenido por haber pedido un poco de comida. Es bastante impune la justicia en Argentina.
–A nosotros nos interesa mucho la democracia participativa. ¿Nos podés contar un poco sobre las asambleas de Vecinos Autoorganizados que formaste? ¿Y cuál es tu visión de la democracia?
–Nosotros nos organizamos por Asambleas Populares, si se elige un vocero mañana se lo puede sacar. En nuestra organización nadie se queda, como algunos políticos, para siempre. Eso es importante para mí, que todos los puestos cambien. Que nadie esté atornillado, porque hemos visto que quien está atornillado se convierte en los sindicalistas de la CGT, que ahí están...Nosotros nos organizamos en Asambleas, y lo que vota la mayoría de hace.
–¿Cómo funcionan las asambleas?
–Cada vez que existe una necesidad se convoca una asamblea. Ahí se definen cosas. Si alguien no tiene cómo pagar la electricidad o lo van a echar de su casa decidimos ir a la municipalidad para pedir la vivienda o vamos a la compañía de energía para el tema de la luz.
–Vos organizaste la Unión de Vecinos Autoorganizados en tu barrio. ¿Se podría organizar Mar del Plata así, Argentina o el mundo?
–Sí, se puede, todo depende de la voluntad política, de la voluntad de querer cambiar este sistema. Este sistema beneficia a un sector muy pequeño. La democracia para nosotros es poder comer cada día, tener dónde vivir y poder mandar nuestros hijos a la escuela, tener una fuente laboral y tener el derecho de organizarnos como queremos. Para nosotros hacer algo diferente es algo necesario. Y por eso uno es condenado y perseguido.
–¿Existe algo que quieras decirle al mundo?
–No (dice de una manera muy humilde), lo único que quisiera decir es que es hora de que comencemos a unificarnos, porque este sistema financiero capitalista ha demostrado que su proyecto no ha funcionado –no solamente acá en Argentina–, sino en todos lados. Un proyecto para unos pocos no nos sirve para nadie. Somos muchos los que luchamos en los diferentes países. Es hora de que nos organicemos políticamente todos. Acá la lucha es política. Hay que ir mucho más allá de pedir un poco de comida. Quien mejor que nosotros puede elegir nuestro destinos si somos los que vivimos esta miseria y la desprotección que nos dan estos gobiernos de turno.
* Klein, periodista de Canadá, autora del libro No Logo. Lewis, periodista de la televisión pública de Canadá y documentalista. América Vera-Zavala, periodista de Suecia y dirigente de Attac Suecia.